El poder de los grandes medios y la resistencia al cambio

jueves 21 de julio de 2011

Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)

Luego del escándalo generado a nivel mundial por las revelaciones de Wikileaks, ahora tiene lugar otro que afecta directamente la objetividad y la confiabilidad de los grandes medios de comunicación, esta vez en Inglaterra donde un emporio empresarial de la información es el foco de atención al revelarse que realizaba masivas escuchas ilegales de la realeza inglesa, dirigentes políticos, celebridades y actores, con lo cual mantenía un perfil amarillista que incrementaba sus ingresos. A ello se añade el hecho que Rupert Murdoch, el magnate epicentro del escándalo, está relacionado con importantes figuras políticas reaccionarias, como los ex presidentes estadounidenses Ronald Reagan y George W. Bush, identificándose con sus políticas expansionistas.

Tal cosa vuelve a colocar en la palestra el papel cumplido por los medios de comunicación y la necesidad manifestada desde distintos ángulos de ejercer algún tipo de control sobre los mismos, dado que su influencia es determinante en algunas situaciones puntuales, tal como ocurrió en los casos de las invasiones a Afganistán, Iraq y, ahora, Libia, divulgándose informaciones tendenciosas y abiertamente falsas que le permitieron a los gobiernos de Estados Unidos y de Europa la justificación que requerían ante la opinión pública para actuar con total impunidad a la vista de todos. Asimismo, podrían citarse las campañas mediáticas diseñadas en Washington y copiadas sin alteración en los diferentes países en contra de los gobiernos de Cuba y Venezuela, satanizando a sus líderes de un modo que cualquier conducta atroz sería creíble, a pesar de saberse que son absurdas. Otro tanto se puede observar en las reseñas que tratan el genocidio de los palestinos a manos del Estado racista de Israel, presentando a los primeros como una horda de salvajes y a éste como un modelo de democracia y civilización en el Medio Oriente, resultando otra la verdad de las cosas.

Así, el moldeamiento de la opinión pública tiene como una consecuencia inmediata visible la inercia de los ciudadanos, aceptando irracionalmente una realidad que creen natural y poco menos difícil de transformar, así tengan la razón y las leyes de su parte. Por ello, cuando se activan nuevas formas de organización política, social y económica que redunden en beneficio de los pueblos, inmediatamente se recurre al viejo expediente de las descalificaciones y la invisibilización de los logros que pudieran representar. Como lo resalta Blanca Montoya en su obra “El dominio mediático” que hurga este tema, debe perseguirse como “objetivo que hombres y mujeres que forman parte de grandes mayorías tengan una información general de lo que sucede en el mundo, con la intención de que se suscite la reflexión y el interés de investigar para contribuir a la conciencia del porqué, el para qué y el cómo los medios de comunicación han alimentado una ideología que conserva los privilegios de unos cuantos en detrimento de las mayorías y que permite las enormes injusticias de las que son víctimas”.

Esto nos sitúa ante una realidad fabricada en el mundo, según los intereses de los grupos dominantes. Aunque se crea que es parte de la ciencia-ficción, lo cierto es que las operaciones psicológicas y las técnicas de la comunicación puestas en práctica por tales grupos buscan inducir a las personas a resistirse a los cambios, aunque éstos le resulten favorables. Por ello, a objeto de obtener una noción más completa de las políticas públicas, económicas y sociales que afectan nuestro planeta, es necesario indagar a fondo sobre los mecanismos que mueven a los grandes medios de información, así como sus conexiones con los poderes mundiales, ya no simplemente políticos, sino con preponderancia de las grandes corporaciones transnacionales; lo cual ayudaría -sin duda- a liberarnos de la constante manipulación a que nos someten a diario.

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