Europa opta por la salvación de Grecia en aras de conservar la Eurozona

jueves 28 de julio de 2011

Andrei Fediashin (RIA NOVOSTI)

El nuevo tramo de ayuda financiera a Grecia planteó la posibilidad de una primera suspensión de pagos en la Eurozona.

Sin embargo, es posible que estas consecuencias negativas no lleguen a producirse, dada la sosegada reacción de los mercados financieros a la decisión de asignarle a Grecia 109.000 millones de euros adicionales, adoptada el pasado 21 de julio en Bruselas por los líderes de los países de la Unión Europea (UE).

El plan de ayuda aprobado prevé una ampliación significativa de las potestades del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) que, en adelante, podrá comprar obligaciones de la Eurozona en los mercados secundarios y conceder préstamos a los países antes de que estos pierdan todo acceso a los créditos privados.

Además el FEEF y el FMI concederán a Grecia otros 109.000 millones de euros, aparte de los 110.000 millones, cuya asignación fue aprobada en mayo de 2010. En la salvación de Grecia participarán también inversores privados, en caso de que acepten cambiar sus obligaciones a corto plazo por otros a largo plazo con varios tipos de cupones y garantías. En varios tipos de obligaciones a los inversores se les propondrá reducir el valor nominal de la deuda en un 20%, informa el diario estadounidense The Wall Street Journal.

Haciendo una previsión de la reducción del valor de las obligaciones que se produciría con este cambio, las agencias calificadoras más importantes del mundo, Standard & Poor´s y Fitch, ya habían pronosticado anteriormente una posible suspensión de pagos selectiva de los valores griegos. La llamada suspensión de pagos “selectiva” significa que las agencias pueden bajar el rating de sólo unos determinados bonos de Estado.

Si este guión llega a realizarse, los acontecimientos podrían adquirir un giro nada prometedor para Europa: la suspensión de pagos de los bonos de Estado significaría que no pueden seguir usándose como garantía en los créditos del Banco Central Europeo, el sistema bancario griego se vería paralizado, arrastrando al precipicio las economías de la Eurozona. Los economistas, no obstante, esperan lo mejor: en cuanto se conozcan los detalles de la participación de los inversores privados, las agencias calificadoras devolverán los valores griegos a sus posiciones anteriores y los mercados financieros se calmarán.

Sálvese quien pueda

Salvando a Grecia, los países de la zona del euro en realidad se salvan a sí mismos y a su moneda única. Según las acertadas palabras del Canciller austríaco, Werner Faymann, “a fin de cuentas, el euro es estable mientras también lo sea su eslabón más débil”.

Hasta la mañana del inicio de la Cumbre de los 17 los detalles del plan elaborado por París y Berlín durante las negociaciones de emergencia de la víspera se guardaron en secreto absoluto. No es, por supuesto, ninguna “pócima mágica” que pueda curar todos los males del mercado de las obligaciones, pero es algo bastante más serio que todo lo propuesto anteriormente.

Las propuestas formuladas por Merkel y Sarkozy, suelen ser aprobadas y esta vez no ha sido una excepción, aunque no se haya notado especial entusiasmo.

Como ya hemos dicho, no es ninguna “pócima mágica”, sino un cóctel de ideas alemanas, francesas y del Banco Central Europeo de cómo se puede salir de la crisis. La receta no es ideal, pero no hay otra y habrá que tomar la mezcla ofrecida.

De lo contrario, habría sido peor. Y es verdad también que nadie espera resultados rápidos del tratamiento: es más bien un remedio homeopático, de efectos posteriores. No obstante, el posible colapso de la Eurozona y de la moneda única parece alejarse cada vez más. Sólo queda probar el tratamiento en el paciente principal y ver cuáles serán los efectos adversos para todo el espacio comunitario.

La gravedad de la situación se comprobaba con hechos absolutamente inusitados: el día de la Cumbre el diario británico The Financial Times publicó un largo artículo firmado por el Ministro de Finanzas del Gabinete conservador del Reino Unido, George Osborne.

Aunque el Reino Unido no es miembro de la zona euro, llamó a sus miembros a una mayor integración financiera, a la conservación de la moneda única y a la coordinación de la política tributaria y presupuestaria europea. Nunca antes el ministro de Finanzas del Reino Unido y mucho menos un ministro de Finanzas conservador había dicho nada parecido. La explicación es fácil: Londres no tiene demasiados títulos griegos, pero los bancos británicos tienen muchas obligaciones de la banca francesa que han concedido grandes préstamos a Grecia, así como de los bancos irlandeses. Y, en caso de problemas, la reacción en cadena no tardaría en llegar al Reino Unido.

Este tipo de reacciones están bastante extendidas en Europa y en el mundo actual, debido a la preocupación por la duración del mal griego. En Bruselas se reunieron todos los países miembros de la “familia” de la moneda única, es decir, los líderes de los 17 países comunitarios, los dirigentes de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del FMI. Es la décima cumbre desde que hace un año y medio empezaran los problemas de Grecia que la UE dedica al tema de la “infección de la deuda” hacia Irlanda y Portugal y el posible contagio de España e Italia.

La UE que une a los desiguales

El problema radica en que la única moneda europea pretende unir a países con potenciales y tradiciones económicas muy dispares, así como con costumbres de trabajo y mentalidades nacionales demasiado distintas. Y después de la introducción de la moneda única, las consecuencias de la irresponsabilidad de un miembro de la zona del euro, Grecia, por ejemplo, la tienen que asumir, más que el resto, los “socios mayores”, es decir, Alemania o Francia, que son los principales acreedores de Grecia. Pero, ¿qué se podía esperar de un sistema con una moneda única y Gobiernos diferentes?

Si únicamente Grecia se viera en apuros, no sería tan grave. Y sería mucho mejor si los derrochadores de los griegos en un abrir y cerrar de ojos se convirtieran en los ordenados y disciplinados alemanes, que al mismo tiempo han insinuado en más de una ocasión que no estaría de más “implantar la disciplina” entre los irlandeses, los portugueses, los españoles, los italianos, los franceses…

Pero tras Grecia ya van Portugal e Irlanda. La suspensión de pagos selectiva de los valores griegos significará que el remedio ofrecido para los griegos no funcionará con los portugueses ni los irlandeses. Los bancos, por consiguiente, no recuperarán su dinero y tendrán que compensar las pérdidas, haciendo encarecer su principal “mercancía”, los créditos.

Entonces ni España ni Italia, que tampoco andan muy bien desde el punto de vista de las finanzas, podrán adquirir esta mercancía a “precio razonable”. Y como desde hace tiempo han dicho los expertos, España e Italia son demasiado grandes para permitir que caigan al abismo, y al mismo tiempo, demasiado grandes para que sea posible salvarlos.

La moneda única ha de ser salvada y, cuanto antes, mejor. Hace tiempo todavía se podía “amputar” a Grecia de la Eurozona y en estos momentos ya es tarde por las siguientes razones: todos los bancos griegos reciben efectivo del Banco Central de Grecia y éste, del Banco Central Europeo, a cambio de los bonos.

Y si de repente los griegos se enteran de que los sacan de la Eurozona y los pasan a su antigua moneda, se producirán colas interminables en las oficinas de cambio, los euros volarán de las cuentas y se producirá un colapso de la banca nacional griega antes de que se empiece a emitir en dracmas. El Banco Central Europeo, a su vez, se quedará con un montón de bonos inservibles y entonces habrá que salvar al Banco Central Europeo propiamente dicho, al euro y a toda la Eurozona.



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