Estados Unidos-México: Más preguntas que respuestas
jueves 23 de febrero de 2012
Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)
Pese al discurso de Felipe Calderón y hasta el lenguaje coloquial que utilizó para explicar los alcances del Acuerdo de Yacimientos Transfronterizos de Hidrocarburos del Golfo de México, firmado por Patricia Espinosa y Hillary Clinton, las dudas fueron puestas a la orden del día también por la beligerante del Departamento de Estado.
Explicó el siempre ineficazmente didáctico Calderón: “Déjenme decirlo en otras palabras y con absoluta franqueza: con esto termina el viejo temor, que honestamente existía entre muchos mexicanos, de que el petróleo de México fuera extraído unilateralmente desde el otro lado de la frontera, el llamado ‘efecto popote’”. Fundado temor del que alertó un ilustre panista, José Ángel Conchello Dávila, fallecido el 4 de agosto de 1998, en un extraño accidente automovilístico en la autopista México-Querétaro.
El general de cinco estrellas que subordinó los intereses de México a las necesidades geopolíticas de la Casa Blanca en el combate a las drogas y el terrorismo, supone que lo firmado por sus encargados del despacho, en este caso Espinosa Cantellano, es suficiente para que los gobernados se iluminen con la presunta luz que irradian sus decisiones.
No tiene nada de fortuito, entonces, que la reacción ante la firma del acuerdo que establece la manera de explorar yacimientos que cruzan la frontera de México y Estados Unidos, de parte de las comisiones de Energía de las cámaras de Diputados y de Senadores sea contemplar una reunión con los titulares de la Secretaría de Energía y de Petróleos Mexicanos para conocer a detalle “la letra chica”. Expresión que suscribió también el presidente de la Junta de Coordinación Política, Armando Ríos Piter, perredista que demandó la comparecencia de Jordy Herrera Flores y de José Suárez Coppel, quien por cierto no se escuchó convincente a la hora de explicar al numeroso auditorio de Carmen Aristegui el acuerdo suscrito en Los Cabos, Baja California Sur, en el marco de la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los 20, integrado por los gobiernos de las economías más grandes de la aldea.
Desde la perspectiva súper optimista que distingue al discurso de Calderón Hinojosa, con el acuerdo que se negoció a partir de agosto de 2011, al decir del gobierno federal pero según Francisco Labastida durante más de año y medio, “ganamos todos” porque “genera nuevas oportunidades y por primera vez las compañías estadunidenses podrán colaborar con Pemex”.
Las gigantescas petroleras de Estados Unidos hacen negocios en grande, no reparan en los ecosistemas y tampoco “colaboran” con nadie y menos con Pemex, donde pareciera que por la puerta trasera el titular del Ejecutivo pretende lograr lo que rechazó el Legislativo del proyecto de reforma petrolera de 2008. El michoacano de Morelia resultó más terco que tenaz en sus llamadas reformas estructurales, por las que demuestra que pujará hasta el 30 de noviembre en que con todo y creciente hipótesis de un manotazo autoritario aún más demoledor del que impone a México desde el 1 de diciembre de 2006, concluirá la pesadilla sexenal tan autoritaria como ilegal.
Sólo un funcionario formado en Estados Unidos (como sus antecesores Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox) postula sin rubor que “Lo mejor es que cualquier yacimienpo conjunto se explote conjuntamente y las ganancias se distribuyan conjunta y equitativamente. Así ganamos todos y garantizamos que nuestro petróleo sea usado en beneficio de los mexicanos”.
¿Equidad entre dos países con profundas asimetrías? ¿Y los 162 años de despojo y rapiña contenidos en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, suscrito el 2 de febrero de 1848?
Fuente
Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)
Pese al discurso de Felipe Calderón y hasta el lenguaje coloquial que utilizó para explicar los alcances del Acuerdo de Yacimientos Transfronterizos de Hidrocarburos del Golfo de México, firmado por Patricia Espinosa y Hillary Clinton, las dudas fueron puestas a la orden del día también por la beligerante del Departamento de Estado.
Explicó el siempre ineficazmente didáctico Calderón: “Déjenme decirlo en otras palabras y con absoluta franqueza: con esto termina el viejo temor, que honestamente existía entre muchos mexicanos, de que el petróleo de México fuera extraído unilateralmente desde el otro lado de la frontera, el llamado ‘efecto popote’”. Fundado temor del que alertó un ilustre panista, José Ángel Conchello Dávila, fallecido el 4 de agosto de 1998, en un extraño accidente automovilístico en la autopista México-Querétaro.
El general de cinco estrellas que subordinó los intereses de México a las necesidades geopolíticas de la Casa Blanca en el combate a las drogas y el terrorismo, supone que lo firmado por sus encargados del despacho, en este caso Espinosa Cantellano, es suficiente para que los gobernados se iluminen con la presunta luz que irradian sus decisiones.
No tiene nada de fortuito, entonces, que la reacción ante la firma del acuerdo que establece la manera de explorar yacimientos que cruzan la frontera de México y Estados Unidos, de parte de las comisiones de Energía de las cámaras de Diputados y de Senadores sea contemplar una reunión con los titulares de la Secretaría de Energía y de Petróleos Mexicanos para conocer a detalle “la letra chica”. Expresión que suscribió también el presidente de la Junta de Coordinación Política, Armando Ríos Piter, perredista que demandó la comparecencia de Jordy Herrera Flores y de José Suárez Coppel, quien por cierto no se escuchó convincente a la hora de explicar al numeroso auditorio de Carmen Aristegui el acuerdo suscrito en Los Cabos, Baja California Sur, en el marco de la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los 20, integrado por los gobiernos de las economías más grandes de la aldea.
Desde la perspectiva súper optimista que distingue al discurso de Calderón Hinojosa, con el acuerdo que se negoció a partir de agosto de 2011, al decir del gobierno federal pero según Francisco Labastida durante más de año y medio, “ganamos todos” porque “genera nuevas oportunidades y por primera vez las compañías estadunidenses podrán colaborar con Pemex”.
Las gigantescas petroleras de Estados Unidos hacen negocios en grande, no reparan en los ecosistemas y tampoco “colaboran” con nadie y menos con Pemex, donde pareciera que por la puerta trasera el titular del Ejecutivo pretende lograr lo que rechazó el Legislativo del proyecto de reforma petrolera de 2008. El michoacano de Morelia resultó más terco que tenaz en sus llamadas reformas estructurales, por las que demuestra que pujará hasta el 30 de noviembre en que con todo y creciente hipótesis de un manotazo autoritario aún más demoledor del que impone a México desde el 1 de diciembre de 2006, concluirá la pesadilla sexenal tan autoritaria como ilegal.
Sólo un funcionario formado en Estados Unidos (como sus antecesores Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox) postula sin rubor que “Lo mejor es que cualquier yacimienpo conjunto se explote conjuntamente y las ganancias se distribuyan conjunta y equitativamente. Así ganamos todos y garantizamos que nuestro petróleo sea usado en beneficio de los mexicanos”.
¿Equidad entre dos países con profundas asimetrías? ¿Y los 162 años de despojo y rapiña contenidos en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, suscrito el 2 de febrero de 1848?
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