México y la disputa global por los recursos naturales
Presenta Peña proyecto de gas natural. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO,
D.F. (apro).- México enfila hacia su incorporación a la lucha mundial
por los recursos naturales, en especial los energéticos.
En la
medida en que el petróleo barato escasea y la demanda global crece, los
países productores han tenido que buscar nuevas formas de exploración y
obtención, con altos costos económicos y ambientales, para sondear el
fondo del mar en búsqueda de crudo, procesar elementos pesados, como las
arenas bituminosas en Canadá, o aventurarse en el Ártico para adueñarse
de los hidrocarburos.
“La mayoría de las fuentes existentes de
recursos vitales del mundo –petróleo, gas, uranio, cobre, cobalto y
demás- están siendo agotadas sistemáticamente y tendrán que ser
reemplazadas con nuevos recursos. Y como la mayoría de reservas
conocidas del mundo ya han sido encontradas y puestas en producción,
esto requerirá hallar y desarrollar reservas en áreas previamente
inaccesibles. Esto está llevando a una intensa batalla global por el
control de estas fuentes, escalando las tensiones internacionales e
incrementando el riesgo de conflicto”, dice, en entrevista electrónica
con Apro, el estadunidense Michael Klare, director del Programa
de las Cinco Universidades de Estudios de la Paz y Seguridad Mundial en
el Hampshire College, y autor de varios libros sobre la lucha mundial
por los recursos.
Desde hace varios años, Klare se ha concentrado
en la pugna por las materias primas, especialmente los hidrocarburos,
vinculada a la aparición de puntos de conflicto en zonas como el Golfo
Pérsico, la cuenca del mar Caspio, el mar de China meridional y, más
recientemente, la costa occidental de África y el Ártico.
En su libro más reciente La carrera por lo que queda: la rebatiña mundial por los últimos recursos del mundo
(2012), el experto analiza el caso de México y el declive de la
producción petrolera, específicamente del yacimiento Cantarell, uno de
los últimos grandes campos descubiertos en el siglo XX junto con el de
Ghawar en Arabia Saudita, un símbolo del agotamiento de la riqueza
material.
“El rápido declive del campo de Cantarell tiene
profundas implicaciones para México, Estados Unidos y el mundo en
general. Estados Unidos, que importaba mucho del petróleo producido en
Cantarell, enfrenta la pérdida de una de sus fuentes de energía más
confiables”, dice el volumen, publicado por la casa Henry Holt and
Company de Nueva York.
En su obra, el académico señala que los
gobiernos y los ejecutivos corporativos reconocen que las reservas
existentes se están agotando a un ritmo terrífico y quedarán exhaustas
en un futuro no muy lejano. “La única manera para que los países
aseguren un adecuado abastecimiento futuro de estos materiales y en
consecuencia mantener sus economías zumbando, es adquirir reservorios
nuevos y no desarrollados en aquellos pocos sitios que no han sido
completamente drenados”, afirma.
Precisamente, los depósitos
prospectivos que Petróleos Mexicanos (Pemex) tiene en la mira y que
pueden ser un filón para las empresas de energía trasnacionales, las que
la reforma petrolera presentada el lunes 12 por el presidente Enrique
Peña Nieto quiere favorecer.
“Las grandes firmas energéticas de
Estados Unidos, encabezadas por ExxonMobil, están muy dispuestas a
involucrarse en la industria petrolera mexicana, no sólo con un papel
asesor, sino como socias en alianzas que les permitirían adquirir una
porción de las reservas energéticas mexicanas. Estas empresas están
promoviendo varios pactos norteamericanos y regionales que erosionarían
el aislamiento de los activos energéticos mexicanos de la propiedad
extranjera”, analiza el especialista.
Klare, autor de libros como Guerras por los recursos. El futuro escenario del conflicto global y Planeta sediento, recursos menguantes. La nueva geopolítica de la energía,
argumenta que “en muchas formas, la historia del surgimiento y caída de
Cantarell provee de un microcosmos del dilema de los recursos globales.
Muchas de las principales fuentes del mundo de petróleo – y de carbón,
gas natural, uranio, cobre y otros materiales vitales- fueron, como
Cantarell, descubiertas varias décadas atrás y se están convirtiendo
ahora en menos y menos productivos”.
Ante ello, el país busca
nuevas formas de llegar a otros depósitos, como el crudo en aguas a
profundidades superiores a los 1 mil 500 metros y el gas shale, (también llamado de esquisto o lutitas).
En
el primer caso, México tiene unas reservas prospectivas de unos 30 mil
millones de barriles y en el segundo, más de 500 billones de pies
cúbicos de gas.
Pemex produce diariamente unos 2 millones 500 mil
barriles de crudo. Entre enero y junio de este año México le vendió 148
millones de barriles de crudo a su vecino del norte, 16% menos en
comparación con el mismo lapso del año anterior.
Guión preciso
La
estadunidense Lisa Breglia, directora interina de los programas de
Asuntos Globales e Interdisciplinarios Globales de la Universidad George
Mason, ve un fuerte interés del gobierno de Estados Unidos y de las
compañías energéticas en buscar nuevas fuentes y nuevos destinos para
sus inversiones, para lo cual la iniciativa gubernamental de reforma en
México encaja perfectamente.
“Necesitan un nuevo lugar para
trabajar porque se acaban los recursos en Estados Unidos. Están buscando
nuevos recursos”, señala, en entrevista telefónica con Apro, Breglia, quien publicó este año el libro Viviendo entre petróleo. Promesas, picos y declives en la costa del Golfo de México.
Publicado
por la editorial University of Texas Press, la especialista exploró las
vivencias de los pobladores –en su mayoría pescadores- de la comunidad
Isla Aguada, en Campeche, frente a Cantarell.
“Pensando en la
geopolítica de la energía, en Estados Unidos se ha hablado mucho de la
independencia energética y en la exportación de gas. México tiene que
contrabalancear y confrontar esa geopolítica, que necesita una
estrategia de independencia, que no puede basarse en sólo hacer alianzas
extranjeras. Eso es contraproductivo, ilógico”, sostiene Breglia,
doctora en antropología cultural por la Rice University y quien ha
estudiado la privatización y las reformas neoliberales desde finales de
los noventa.
La académica es autora del libro Ambivalencia monumental: la política de la herencia (2006).
Países
como Canadá y Estados Unidos viven una revolución energética,
potenciada por el aprovechamiento de recursos como las arenas
bituminosas y el gas shale (Proceso No. 1919) y de la cual México
ha quedado excluido. En la medida en que ambas naciones estrechen sus
lazos energéticos y enfilen hacia la autosuficiencia energética, México
no sólo tendrá que buscar nuevos mercados, sino también exponerse a
importar petrolíferos.
Klare lo grafica muy bien: “Los gobiernos y
las corporaciones gigantes han adoptado planes ambiciosos para explorar
áreas, perseguir reclamos legales sobre territorios en disputa,
adquirir derechos de exploración y perforación en zonas de recursos
promisorios, introducir nuevas tecnologías para operaciones extractivas
en ambientes extremos y peligrosos y desarrollar fuerzas militares que
pueden operar en estas regiones”.
Los contratos de utilidad
compartida a suscribir entre el gobierno con Pemex o privados planteados
por Peña Nieto se apegan a ese menú.
“La persecución de reservas
de petróleo y minerales vírgenes en locaciones remotas y peligrosas es
parte de un fenómeno mayor y más significativo: un movimiento concertado
de gobiernos y empresas para obtener el control sobre lo que queda de
la base de materias primas del mundo”, previene el experto
estadunidense.
Para Breglia, la estrategia debe partir de la soberanía constitucional de los recursos, “de la cual Estados Unidos carece”.
“¿Cómo
se puede ser independiente si no se poseen los recursos? No tiene
sentido. México puede ser energéticamente independiente y no significa
ser aislacionista, sino un líder en un nuevo modelo energético”, plantea
la especialista.
Negociar los conflictos
La reforma
energética de Peña Nieto bien puede ser una concesión de México en las
negociaciones del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación
Económica (TPP, por sus siglas en inglés), que México negocia con 11
países.
El documento Las negociaciones de la Alianza Trans-Pacífica y temas para el Congreso,
difundido el 17 de junio de este año por el Servicio de Investigación
Legislativa de la Cámara Baja de Estados Unidos, señala que “las
negociaciones del TPP pueden proveer de una vía para abordar temas
adicionales, como la reconsideración de la exclusión de México de la
inversión extranjera en su industria petrolera”.
El TPP entró en
vigencia en 2006 entre sus firmantes originales Chile, Brunei, Nueva
Zelanda y Singapur. En 2008 se incorporaron Australia, Estados Unidos,
Perú y Vietnam, así como Malasia, dos años después. En junio de 2012
fueron aceptados para negociar su adhesión Canadá y México, y en julio
último se sumó Japón.
Hasta ahora se han realizado 18 rondas de
tratativas, la más reciente en Kota Kinabalu (Malasia), del 15 al 24 de
julio último, y en la cual se tocaron asuntos ligados a las empresas
públicas (SOE, por sus siglas en inglés), derechos laborales y
cuestiones ambientales. Las siguientes sesiones se escenificarán en
Bandar Seri Begawan (Brunei) del 23 al 30 de agosto.
El TPP, cuyas
tratativas concluirían este año, se negocia sobre 22 mesas de trabajo
sobre temáticas como agricultura, propiedad intelectual, ambiente y
servicios, que abarcan también las SOE y energía.
“Algunas medidas
pueden incluir provisiones para buscar asegurar que las SOE operen con
una base comercial, y para abordar potenciales barreras al comercio y la
inversión. Aunque la escala y la naturaleza de su conducta difieren,
las SOE existen en alguna forma en todos los países del TPP”, cita el
texto, de 64 páginas de extensión, consultado por Apro y
coordinado por Ian F. Fergusson, especialista en comercio internacional y
finanzas, y en el cual participaron William H. Cooper, experto en
comercio internacional y finanzas; Remy Jurenas, especialista en
políticas agrícolas, y Brock R. Williams, analista en comercio
internacional y finanzas.
La postura de Estados Unidos es que las
SOE no reciban ventajas competitivas diferentes a las que gozan las
corporaciones privadas.
Con el TPP, Estados Unidos puede lograr que sus contrapartes sean receptoras de gas natural, tecnologías para gas shale y energías renovables e inversiones en esas divisiones.
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