Por qué decir “no” a la reforma energética: las manipulaciones oficiales
CONTRALÍNEA
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11. agosto, 2013
Martin Esparza
Si los gobernantes en turno afirman
que México es un país democrático, el tema de la reforma energética debe
llevarse a un debate nacional donde participen no sólo los grupos
empresariales –interesados en apropiarse de buena parte de los
dividendos de la renta petrolera, de los contratos de exploración,
explotación y los procesos de refinación–, sino todos los sectores
sociales, así como intelectuales y especialistas en la materia, para
evitar que un asunto de vital trascendencia para el futuro del país sea
aprobado por una irresponsable mayoría en el Congreso de la Unión, como
ya aconteció con las reformas laboral y educativa. Presentamos esta
serie de artículos para argumentar el porqué los mexicanos debemos decir
“no” a los cambios que se pretenden realizar en el sector, de acuerdo
con lo planteado por priístas y panistas.
Si partimos de la base jurídica
contenida en el Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, que establece sin cortapisas que la soberanía nacional
reside esencial y originalmente en el pueblo, y todo poder público que
dimana de éste debe instituirse para su beneficio y no para provecho de
unos cuantos, es innegable que parte de esta soberanía descansó, por
muchas décadas, en nuestra soberanía económica lograda, en buena medida,
gracias a las nacionalizaciones de las industrias petrolera (1938) y
eléctrica (1960).
De hecho, y como hemos argumentado en Contralínea,
en México parece existir una corriente inversa a la que rige en las
naciones petroleras y del primer mundo, mismas que conceden a sus
recursos energéticos un valor estratégico para sus soberanías y su
propia seguridad nacional, evitando que tan invaluable sector sea
infiltrado y controlado por empresas extranjeras.
Alarmante resulta saber que, por
ejemplo, funcionarios mexicanos de primer nivel, como la exsecretaria de
Energía Georgina Kessel, sean recompensados por haber brindado
millonarios contratos a empresas como la española Iberdrola, que en el
pasado sexenio obtuvo concesiones para el establecimiento de parques de
eólicos para generación de electricidad en estados como Puebla y Oaxaca,
así como importantes proyectos de cogeneración en Tamaulipas y
Guanajuato.
La firma española contrató como
asesora externa a la exfuncionaria con un sueldo trimestral de 35 mil
euros –unos 600 mil pesos–, con lo que Kessel obtendrá un sueldo
promedio de 200 mil pesos mensuales por haber incluido, en un nebuloso
tráfico de influencias, a Iberdrola dentro de los 772 permisos
otorgados por los gobiernos panistas para la generación de energía en
México a diversas empresas multinacionales.
Si en nuestro país se hiciera valer el
estado de derecho, Kessel y otros muchos funcionarios deberían ser
investigados por haber utilizado información privilegiada para favorecer
a las trasnacionales en contra de los intereses de la nación, poniendo
en riesgo nuestra soberanía y seguridad nacional, amén de los
millonarios daños patrimoniales que han representado los compromisos
adquiridos con las firmas extranjeras para comprarles, de forma
obligatoria, su energía en las próximas décadas.
Como lo han establecido con claridad
organismos como la Auditoría Superior de la Federación (ASF) en su
análisis de la Cuenta Pública de 2009, hasta diciembre de aquel año la
compra de energía a las firmas beneficiadas por la exsecretaria Kessel
le había costado al país 268 mil millones de pesos. Tal situación
avizora un dramático futuro cuando el organismo señala con irrefutables
pruebas que los contratos firmados por la Comisión Federal de
Electricidad (CFE) con las multinacionales de la energía representarán,
de 2010 a 2040, una erogación global de 1.6 billones de pesos. Altísimo
costo que ya empezaron a pagar millones de mexicanos con la imparable
alza en sus recibos de luz.
Esta errada política energética no
sólo ha obligado a subutilizar a la infraestructura eléctrica, propiedad
de la nación, sino condenar a Petróleos Mexicanos (Pemex) a una virtual
quiebra técnica por la silenciosa privatización en sus diversas áreas,
echada a andar desde el gobierno de Vicente Fox y legalizada con la
reforma calderonista de 2008, que abrió la posibilidad de los contratos
incentivados.
Ahora, y hay que denunciarlo al país,
la reforma energética busca dar garantías a los grandes corporativos que
no serán expuestos al riesgo de que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, la autoridad reguladora o Pemex puedan declarar nulas las
futuras concesiones: las mismas y extralimitadas garantías de que gozan
las trasnacionales que se han adueñado del sector eléctrico.
La falsa escenografía que presenta al sector energético como un callejón sin salida
para justificar la reforma que, de acuerdo con el secretario de
Energía, Pedro Joaquín Codwell, será presentada este mes, debe ser
echada abajo en foros de análisis y debate nacional, pues no corresponde
a la realidad que enfrentan tanto la CFE, como Petróleos Mexicanos.
Ambas entidades deben parte de sus debilitamientos financieros a esa
encubierta privatización operada por los panistas, situación de crisis
que en el caso de Pemex se ha acrecentado por el injusto régimen fiscal
impuesto a sus ingresos. Los multimillonarios recursos que paga la
paraestatal al fisco son utilizados para tapar los gigantescos huecos
presupuestales ocasionados por la evasión de los grandes empresarios,
ante la complicidad y complacencia de las autoridades hacendarias.
Tan sólo en 2004, de acuerdo con
estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México, la evasión en
nuestro país alcanzó la cifra de 610 mil 800 millones de pesos, ingresos
faltantes que fueron cubiertos por la carga fiscal impuesta a la
paraestatal y que le costó erogar, ese año, 473 mil millones de pesos.
Antes de tomar cualquier determinación a espaldas del país, se debe
explicar a los mexicanos –en quienes reside la soberanía nacional como
lo dicta el Artículo 39 constitucional–, cómo es posible que se haya
consentido que Pemex sea la única empresa petrolera en el mundo que
pague más impuestos. Por ejemplo, en 2009, Exxon Mobile erogó, por la
vía tributaria, 15 mil 100 millones de dólares; Royal Dutch Shell, 8 mil
300 millones de dólares; Petrobras, 5 mil 200 millones y, para no
creerse, Pemex desembolsó ¡40 mil 500 millones de dólares!
Con estos comparativos, difícilmente
los panegiristas de la reforma podrán argumentar que Pemex es una
empresa poco rentable e improductiva. Recordemos al respecto la urdida
ineficiencia de la extinta compañía de Luz y Fuerza del Centro,
inventada por Calderón para desaparecerla, cuando sabía perfectamente
que su gobierno la obligaba a comprar energía cara a la CFE y revenderla
a un precio más bajo a los consumidores: una inducida quiebra cuyos
verdaderos objetivos eran desaparecer a una de las organizaciones más
combativas e independientes del país, como el Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME), para entregar valiosos recursos patrimonio de la
nación (como la fibra óptica) a empresarios privados, muchos de ellos,
por cierto, panistas, como los exsecretarios de Energía en la gestión de
Fox, Fernando Canales y Ernesto Martens.
Los priístas, que ahora buscan emplear
su fuerza numérica para imponer la reforma energética, deben recordar
lo planteado por sus antecesores de la LXI Legislatura, cuando en julio
de 2011, y siendo oposición, demandaron en su documento parlamentario 10 años de panismo (apartados
de “Resultados”; “III Energía: desperdicio y enajenación de bienes
públicos”): “para el PRI [Partido Revolucionario Institucional] está
claro que el futuro de la energía en México se deberá discutir en un
marco de apertura, certeza y honradez, y en función de los mejores
intereses del país; la solución no consiste en privatizar los recursos
de la nación para ocultar los fracasos del PAN [Partido Acción
Nacional]. México cuenta con los recursos energéticos suficientes para
enfrentar el reto. Sólo falta liderazgo”.
En sus manos está honrar su propia
palabra y hacer valer la soberanía nacional que radica, como lo
establece nuestra Constitución, en el pueblo de México y no en
funcionarios pillos que han configurado, en su delictivo proceder a
favor de las trasnacionales, una verdadera traición a la patria.
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
Fuente: Contralínea 347 / agosto 2013
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/08/11/por-que-decir-no-la-reforma-energetica-las-manipulaciones-oficiales/
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