Vividores en nombre de Octavio Paz
Octavio Paz en un retrato de febrero de 1993. Foto: Carlos Castillo |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Para corresponder a la “generosidad” y al “trato bondadoso” que Octavio Paz tuvo para con Emilio Azcárraga Milmo y su familia –a la cual brindó “amistad larga y leal, consejo lúcido, conversaciones y convivencias dichosas”– , el heredero de El Tigre decidió donar el acervo audiovisual del poeta producido por Televisa.
Con ello, el público tendrá acceso por internet a más de 200 horas de grabación, en programas y series protagonizados por el poeta, entre los que destacan el “Encuentro Mundial de la Comunicación”, “Conversaciones con Octavio Paz”, “México en la obra de Octavio Paz” y “La poesía de nuestro tiempo”, que en su momento le generaron severas críticas al poeta por parte de diversos intelectuales, no por su contenido, sino por su relación con el consorcio televisivo.
El anuncio lo hizo el lunes 31 de marzo el propio Emilio Azcárraga Jean, presidente de Grupo Televisa, en el marco de las celebraciones por el centenario del nacimiento de Octavio Paz.
La donación se ganó el aplauso del mundo cultural y académico del país, y de la sociedad misma. Pero también generó extrañeza y repudio, en ese mismo ámbito, que la destinataria de esa donación fuera, inmerecidamente, la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM).
Según la escritura de su constitución, de junio de 2003, la FLM –heredera de la Fundación Octavio Paz– tiene como objetivos “promover la cultura y las artes”, “alentar y apoyar el estudio sobre la literatura mexicana e hispanoamericana” y “fomentar y promover la investigación literaria”.
Pero desde esa fecha, la fundación, que preside Miguel Limón Rojas, ha tratado como apestado a Octavio Paz, único Premio Nobel de Literatura (1990) mexicano. Desde ella ni se preserva, ni se difunde, ni se estudia la obra del poeta, además de que maneja con total opacidad los casi 90 millones de pesos que empresarios mexicanos donaron para la Fundación Octavio Paz y que ahora son de la FLM, institución que ha servido más bien de “caja chica” para su presidente, Limón Rojas, y para su director general, Eduardo Reyes Langagne, según denuncias recogidas por Proceso.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1953, ya en circulación)
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