México y la desigualdad laboral del TLCAN


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Antes de que los representantes del gobierno mexicano se sienten a la mesa de las renegociaciones para el Tratado de Libre Comercio, es necesario recapitular sobre uno de los puntos básicos en su aprobación, hace 23 años, y que a la fecha no ha cumplido ninguna de sus expectativas: el capítulo en materia laboral que planteó homologar la calidad de los empleos y los salarios para los trabajadores de los tres socios comerciales.
La firma del acuerdo comercial incluyó una serie de comisiones para la observancia de cada uno de los objetivos planteados; sin embargo, al final los buenos deseos se esfumaron al derogar la responsabilidad última a los gobiernos de cada país.
Por ejemplo, la llamada Comisión para la Cooperación Laboral tenía la finalidad de “promover la cooperación en asuntos laborales” entre México, Canadá y Estados Unidos, vigilando “el efectivo cumplimiento de la legislación laboral de cada país”.
Dicha área debía funcionar con “un Consejo de Ministros (integrado por los ministros de trabajo de cada uno de los países) y un Secretariado que proporciona apoyo administrativo, técnico y operativo al Consejo y ejecuta un programa de trabajo anual”. El problema es que tan loable propósito se diluyó al establecer que “Los ministros de trabajo de cada uno de los tres países son los responsables de su implementación a nivel nacional”.

En lo que respecta a Canadá y Estados Unidos no hay duda de que sus funcionarios se aplicaron para generar empleos de calidad y con buenos salarios, generando en sus trabajadores un mejor nivel de vida, pero, ¿qué pasó en México?
A la distancia, la brecha en materia laboral con sus socios es gigantesca. El desempleo es un problema que se ha acrecentado desde el sexenio de Carlos Salinas y los salarios muestran una brutal descompensación al grado que la misma OCDE señala nuestro país como su integrante con los peores salarios: 1.01 dólar por hora. Y de hecho, nuestro salario mínimo es el más exiguo de toda América Latina.
Tal desequilibrio no ha pasado inadvertido para funcionarios norteamericanos que estarán presentes en la renegociación, como el representante Comercial Robert Lightizer, quien ante la Cámara de Representantes concitó la necesidad de que las leyes laborales de México sean abordadas entre los temas a tratar con el fin de incluir estándares cumplibles, en vista de que los secretarios del Trabajo de los últimos cinco sexenios no hicieron bien su trabajo y dejaron que los topes salariales y los contratos de protección de sindicatos charros afiliados a la CTM, aniquilaran el poder adquisitivo y el nivel de vida de millones de trabajadores en favor de las trasnacionales, que aprovecharon tal corrupción y laxitud para ahorrarse millones de dólares en el pago de honorarios justos.
Es el momento de demandar una homologación salarial con Estados Unidos y Canadá, cuyos estipendios son diez veces superiores al salario de hambre que se paga en nuestro país de manera oficializada e impositiva. De igual forma, exigir el cumplimiento a los convenios de la OIT como el 176, 189 y 98, que nuestro gobierno elude ratificar y que garantizarían los derechos laborales, de contratación colectiva y libertad sindical de millones de mexicanos. Ya basta de presumir tratados de primer mundo con trabajadores sumidos en el atraso y la miseria del subdesarrollo. 

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