Evo comprobó que también en México lo acompañan grandes concentraciones
Rosa Elvira Vargas
Periódico La Jornada
Lunes 22 de febrero de 2010, p. 9
Una multitud que se sobrepuso a toda incomodidad y evidente molestia sólo por el interés y la emoción de escuchar –que no ver– al presidente Evo Morales se concentró ayer en el jardín Hidalgo de Coyoacán. El mandatario boliviano pagaba con ese contacto, así fuera fugaz, la deuda que desde su llegada a la presidencia de su país adquirió ante las muchas invitaciones giradas especialmente por el movimiento indígena mexicano para encontrarse aquí.
Sin asomo de afectación o inmodestia, apenas al abrir su mensaje de 32 minutos, se disculpó: "No pude pude venir entonces porque tenía una recargada tarea, trabajo, para defenderme como presidente".
Pero ayer al menos él sí podía ver, y sorprenderse, con los miles y miles que aceptaron la invitación a esta reunión al aire libre y cargada de simbolismos indígenas, sus hermanos y destinatarios no únicos, pero sí principales de sus palabras. "Pensé que sólo en mi tierra, en Bolivia, me acompañaban grandes concentraciones", decía con arrobo.
La agenda de Morales en el Distrito Federal se cumplió con rigor. Tanto a la comida con intelectuales, políticos y representantes sociales, en Francisco Sosa 440, como a la reunión en el centro de Coyoacán llegó incluso con minutos de anticipación.
Esto sirvió, al menos en el segundo caso, para no desbordar los ya de por sí exaltados ánimos de quienes llegaron desde muy temprano, pasaron por toda suerte de filtros de seguridad y al final quedaron literalmente enjaulados en la plaza coyoacanense.
Eso resultó evidente para todos, en primer lugar para Carmina Cannavino, cantante peruana radicada en México, encargada de abrir el programa cultural antes de la llegada de Morales, la cual se quejó de la disposición del escenario porque impediría, como ocurrió, que la gente viera a Evo.
Y por eso le fue como le fue al delegado anfitrión, Raúl Flores, a quien no dieron tregua durante su discurso de bienvenida. La silbatina no cesó y de burócrata no lo bajaban en los gritos.
En el almuerzo, entre los intelectuales de izquierda, periodistas, funcionarios del gobierno capitalino, legisladores, políticos, defensores de derechos humanos, académicos y representantes del "gobierno legítimo" invitados, sobresalieron dos líderes a quienes su gente acompaña fielmente: Martín Esparza, secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas, y Trinidad del Valle, dirigente del Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).
Cuando aquéllos llegaban a la inmensa construcción de Francisco Sosa, resguardada por el Estado Mayor Presidencial, recibían de un ex trabajador de Luz y Fuerza del Centro un volante de denuncia a la acción gubernamental no sólo de extinguir la paraestatal, sino de rechazar "la generosa propuesta" de los electricistas para regresar a laboral y restablecer el suministro de energía eléctrica tan afectado en los meses recientes. Esta actitud, mencionaba también, "dibuja de cuerpo entero a un gobierno autoritario y dispuesto a todo para exterminar a un sindicato".
A su vez, los compañeros de Trini, aunque no rebasaban la media docena, cuando atisbaron el descenso de Evo de la camioneta que lo trasladó hasta ahí, de inmediato hicieron escuchar su consigna como saludo: "Evo, hermano, Atenco te da la mano", y aquél respondió con un saludo.
La relación entre los atenquenses y el aymara se remonta a principios de esta década, cuando se reunió con Ignacio del Valle en Guadalajara. Ayer, la esposa del dirigente condenado a 112 años de prisión le entregó fotografías de aquel encuentro y un disco con materiales del FPDT y de su lucha.
Sin mayor protocolo, destacaron las expresiones del ex jefe del gobierno capitalino Alejandro Encinas para definir a Morales como uno de los personajes más importantes del mundo contemporáneo y expresarle que los ahí reunidos se distinguen en sus ámbitos por ser "la gente que defiende las mejores causas".
Señaló entonces que el gobierno capitalino impulsa un proyecto alternativo de sociedad y representa con ello la esperanza de un país distinto y mejor para los mexicanos. "Seguiremos abonando en esa lucha para que se traduzca en cambios profundos para Latinoamérica", indicó el líder de la bancada del PRD en San Lázaro. Más tarde, ya en ante la multitud, Evo Morales; su ministra de Justicia, la indígena tarijeña Nilda Copa, autoridades y comitiva, acompañaron a líderes indígenas mexicanos, quienes, procedentes de los cuatro puntos cardinales y esta capital, cumplieron, con copal y ante una ofrenda de pétalos de rosas multicolores y vasijas con semillas, un ritual que concluyó con la entrega del bastón de mando igual al que recibió, y de esto ya hace un siglo, Emiliano Zapata como el último calpuleque (líder del calpulli), así como un sombrero que, dijo el líder nahua, "es identidad del hombre, no sólo lujo de la cabeza".
Vinieron luego las palabras de la dignidad y la denuncia de Rosario Ibarra y del embajador de Bolivia en México, Jorge Mansilla, quien contó la historia de Quintín Quevedo, aquel emisario quien tras mil vicisitudes cumplió el encargo del gobierno de su país –primero en Latinoamérica– de entregar los documentos donde se reconocía a Benito Juárez cuando el oaxaqueño derrotó al imperio de Maximiliano.
Pero entre ellos habló Elisa Segundo Mondragón, india mazahua y traductora, quien iniciaría un diálogo con Evo Morales que éste continuó sin que se hiciera explícito.
"La lucha de él también es nuestra, porque también luchó como nosotros. Él sigue. Es el único hombre reconocible de toda América porque es el único que nos escucha. Nosotros queremos es una vivienda digna, educación, salud, porque somos humanos y merecemos también esos derechos. Derecho a que nos escuchen, a que nos hagan justicia de todo."
Y en ese diálogo mazahua-aymará, él respondió: "Es posible liberar a nuestra Latinoamérica si estamos organizados".
Periódico La Jornada
Lunes 22 de febrero de 2010, p. 9
Una multitud que se sobrepuso a toda incomodidad y evidente molestia sólo por el interés y la emoción de escuchar –que no ver– al presidente Evo Morales se concentró ayer en el jardín Hidalgo de Coyoacán. El mandatario boliviano pagaba con ese contacto, así fuera fugaz, la deuda que desde su llegada a la presidencia de su país adquirió ante las muchas invitaciones giradas especialmente por el movimiento indígena mexicano para encontrarse aquí.
Sin asomo de afectación o inmodestia, apenas al abrir su mensaje de 32 minutos, se disculpó: "No pude pude venir entonces porque tenía una recargada tarea, trabajo, para defenderme como presidente".
Pero ayer al menos él sí podía ver, y sorprenderse, con los miles y miles que aceptaron la invitación a esta reunión al aire libre y cargada de simbolismos indígenas, sus hermanos y destinatarios no únicos, pero sí principales de sus palabras. "Pensé que sólo en mi tierra, en Bolivia, me acompañaban grandes concentraciones", decía con arrobo.
La agenda de Morales en el Distrito Federal se cumplió con rigor. Tanto a la comida con intelectuales, políticos y representantes sociales, en Francisco Sosa 440, como a la reunión en el centro de Coyoacán llegó incluso con minutos de anticipación.
Esto sirvió, al menos en el segundo caso, para no desbordar los ya de por sí exaltados ánimos de quienes llegaron desde muy temprano, pasaron por toda suerte de filtros de seguridad y al final quedaron literalmente enjaulados en la plaza coyoacanense.
Eso resultó evidente para todos, en primer lugar para Carmina Cannavino, cantante peruana radicada en México, encargada de abrir el programa cultural antes de la llegada de Morales, la cual se quejó de la disposición del escenario porque impediría, como ocurrió, que la gente viera a Evo.
Y por eso le fue como le fue al delegado anfitrión, Raúl Flores, a quien no dieron tregua durante su discurso de bienvenida. La silbatina no cesó y de burócrata no lo bajaban en los gritos.
En el almuerzo, entre los intelectuales de izquierda, periodistas, funcionarios del gobierno capitalino, legisladores, políticos, defensores de derechos humanos, académicos y representantes del "gobierno legítimo" invitados, sobresalieron dos líderes a quienes su gente acompaña fielmente: Martín Esparza, secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas, y Trinidad del Valle, dirigente del Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).
Cuando aquéllos llegaban a la inmensa construcción de Francisco Sosa, resguardada por el Estado Mayor Presidencial, recibían de un ex trabajador de Luz y Fuerza del Centro un volante de denuncia a la acción gubernamental no sólo de extinguir la paraestatal, sino de rechazar "la generosa propuesta" de los electricistas para regresar a laboral y restablecer el suministro de energía eléctrica tan afectado en los meses recientes. Esta actitud, mencionaba también, "dibuja de cuerpo entero a un gobierno autoritario y dispuesto a todo para exterminar a un sindicato".
A su vez, los compañeros de Trini, aunque no rebasaban la media docena, cuando atisbaron el descenso de Evo de la camioneta que lo trasladó hasta ahí, de inmediato hicieron escuchar su consigna como saludo: "Evo, hermano, Atenco te da la mano", y aquél respondió con un saludo.
La relación entre los atenquenses y el aymara se remonta a principios de esta década, cuando se reunió con Ignacio del Valle en Guadalajara. Ayer, la esposa del dirigente condenado a 112 años de prisión le entregó fotografías de aquel encuentro y un disco con materiales del FPDT y de su lucha.
Sin mayor protocolo, destacaron las expresiones del ex jefe del gobierno capitalino Alejandro Encinas para definir a Morales como uno de los personajes más importantes del mundo contemporáneo y expresarle que los ahí reunidos se distinguen en sus ámbitos por ser "la gente que defiende las mejores causas".
Señaló entonces que el gobierno capitalino impulsa un proyecto alternativo de sociedad y representa con ello la esperanza de un país distinto y mejor para los mexicanos. "Seguiremos abonando en esa lucha para que se traduzca en cambios profundos para Latinoamérica", indicó el líder de la bancada del PRD en San Lázaro. Más tarde, ya en ante la multitud, Evo Morales; su ministra de Justicia, la indígena tarijeña Nilda Copa, autoridades y comitiva, acompañaron a líderes indígenas mexicanos, quienes, procedentes de los cuatro puntos cardinales y esta capital, cumplieron, con copal y ante una ofrenda de pétalos de rosas multicolores y vasijas con semillas, un ritual que concluyó con la entrega del bastón de mando igual al que recibió, y de esto ya hace un siglo, Emiliano Zapata como el último calpuleque (líder del calpulli), así como un sombrero que, dijo el líder nahua, "es identidad del hombre, no sólo lujo de la cabeza".
Vinieron luego las palabras de la dignidad y la denuncia de Rosario Ibarra y del embajador de Bolivia en México, Jorge Mansilla, quien contó la historia de Quintín Quevedo, aquel emisario quien tras mil vicisitudes cumplió el encargo del gobierno de su país –primero en Latinoamérica– de entregar los documentos donde se reconocía a Benito Juárez cuando el oaxaqueño derrotó al imperio de Maximiliano.
Pero entre ellos habló Elisa Segundo Mondragón, india mazahua y traductora, quien iniciaría un diálogo con Evo Morales que éste continuó sin que se hiciera explícito.
"La lucha de él también es nuestra, porque también luchó como nosotros. Él sigue. Es el único hombre reconocible de toda América porque es el único que nos escucha. Nosotros queremos es una vivienda digna, educación, salud, porque somos humanos y merecemos también esos derechos. Derecho a que nos escuchen, a que nos hagan justicia de todo."
Y en ese diálogo mazahua-aymará, él respondió: "Es posible liberar a nuestra Latinoamérica si estamos organizados".
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