Latinoamérica ante su hora y momento
jueves 19 de mayo de 2011
Ernesto Montero Acuña (PL)
Si América Latina y el Caribe perdieran lo más favorable de las condiciones presentes, renunciarían a enfrentar mejor lo adverso que sobrevendrá cuando las potencias globales intenten reforzar su dominio aquí, como ocurre hoy en países del Oriente Medio y el Magreb.
Histórica y factualmente, Estados Unidos no abandonará en el futuro inmediato, previsible, su posición de mantener a esta región bajo sus condicionamientos, en los que prevalecen los intereses por ventajas económicas y políticas y la consolidación de su dominio sobre los recursos naturales y humanos al sur del Río Bravo.
Sus prominentes funcionarios se esfuerzan por deslegitimar los éxitos de países y dirigentes que, por vía propia e iniciativas justas e independientes, buscan soluciones para los dos más graves dilemas regionales, la gran desigualdad social y la interesada visión intervencionista extranjera.
El secretario norteamericano de Estado para los Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela, arremetió el pasado 11 de mayo contra el gobierno de Venezuela.
Al intervenir en la Conferencia de las Américas, celebrada en Washington, calificó al país bolivariano como una de las excepciones en lo que él llamó clima general de "extraordinaria sintonía", en la región, con Estados Unidos.
No obstante, reconoció que hace unos cinco años el país suramericano se había hecho fuerte con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, suscrita en La Habana el 14 de diciembre de 2004 e integrada hoy por una decena de países.
Paralelamente, no dejó de referirse a Cuba como "otro de esos puntos negros", donde admitió que Estados Unidos apoya la "evolución de un sistema democrático y abierto" que debe ir, sin embargo, de la mano de la voluntad ciudadana, como nunca ha hecho Estados Unidos hasta ahora, en su práctica de estimular grupos adversos a las autoridades cubanas.
Por su parte, el jefe del Comando Sur estadounidense, Douglas Fraser, calificó ante el Congreso de su país, en abril pasado, a la América Central como la zona sin conflicto armado con las mayores tasas de homicidios en el planeta.
Añadió que importantes grupos del crimen organizado han generado mayor índice de violencia en la región, según él ante los esfuerzos antinarcóticos en Colombia y México, una causa por la cual han muerto más de 34 mil 600 personas desde el 2006.
Pero, al exponer, ignoró las circunstancias económica en que esto se produce y los fallecimientos por causa del hambre.
Omitió asimismo referirse a que el mayor mercado para las drogas es Estados Unidos, donde existe la más alta cifra de consumidores y donde radican los grandes beneficiarios económicos del narcotráfico, un mal que lacera también a su país.
Las condiciones son las que generan el fenómeno, más que las flaquezas humanas
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, aseguró recientemente ante una conferencia de empresarios y académicos calificados como interesados en las Américas, que muchas personas aseguran que esta es la década de América Latina, y admitió estar de acuerdo con ello.
Pero, en actitud prevenida, reclamó ser honestos, pues, según ella, "aún hay sistemas educativos débiles, instituciones democráticas débiles, políticas fiscales inadecuadas''.
Mas, nadie puede negar hoy que América Latina ha podido enfrentar los obstáculos de la crisis económica y financiera global, expandida entre los países más desarrollados, gracias en parte a que sus países exportadores de materias primas han sostenido el crecimiento en virtud de la que se califica como gran demanda de China e India.
A pesar de ello, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) continúa calificando a esta región como la de mayor desigualdad en el mundo, lo que no solo se debe al enorme diferencial de ingresos, sino también a las condiciones precarias en salud, educación, alimentarias, laborales y muchas otras.
En la Conferencia latinoamericana para la Medición del Bienestar y la Promoción del Progreso de la Sociedad, el 11 de mayo en México, el secretario general adjunto de la CEPAL, Antonio Prado, aseguró que la desigualdad es una deuda pendiente en América Latina.
Fue muy ilustrativo al reflejar temas sensibles como educación secundaria, salud, mortalidad infantil, inseguridad, discriminación y la injusticia distributiva, asociada a la desconfianza en las instituciones políticas.
En el documento la Hora de la Igualdad, la CEPAL propone que los estados de la región elaboren y apliquen políticas que disminuyan las brechas sociales.
Se trata de una realidad inobjetable que reclama urgente solución, pues no resolverla adecuadamente conducirá a más agudas confrontaciones sociales y políticas internas, las cuales, a su vez, estimularán nuevamente tendencias y prácticas represivas e invasivas, como ocurre en otras regiones y como ha sucedido en Latinoamérica a lo largo de siglos.
Cuando intereses hegemónicos de países del Primer Mundo, encabezados por Estados Unidos, conducen a violar el Derecho Internacional, la Carta de la ONU y las prácticas humanitarias, alegando acciones humanitarias precisamente, la racionalidad convoca a estar alertas.
No parece buena idea cuestionar a Latinoamérica y el Caribe por males que, en buena medida, les son exportados por quienes ahora critican a los que han logrado, por primera vez, eludir los efectos de una crisis que siempre le ha venido del Norte.
Analistas se preocupan hoy porque se podrían estar adecuando las condiciones subjetivas para futuras y más agudas intromisiones, cuando el Oriente Medio y el Magreb llegaran a ser sometidos, si sucediera, a un sistema de neocolonización readecuada.
Según esta lógica, no es extraño que se intente deslegitimar los procesos de Cuba y Venezuela, dos países impulsores consecuentes de la mayor igualdad social posible, en esta hora y momento, como reclaman incluso organismos internacionales.
Por lo pronto, para los días 5 y 6 de julio próximo está fijada la cumbre constitutiva, en Caracas, de la Comunidad de Estados de Latinoamericanos y Caribeños, como nueva fase en un proceso unitario que deberá intensificarse a partir de entonces.
Sobre la base de sus objetivos fundamentales, este sería el acontecimiento político, económico y con implicaciones sociales de mayor trascendencia en los 200 años de independencia acosada, que han tenido que enfrentar pobladores y líderes políticos históricos de Latinoamérica y el Caribe.
Fuente
Ernesto Montero Acuña (PL)
Si América Latina y el Caribe perdieran lo más favorable de las condiciones presentes, renunciarían a enfrentar mejor lo adverso que sobrevendrá cuando las potencias globales intenten reforzar su dominio aquí, como ocurre hoy en países del Oriente Medio y el Magreb.
Histórica y factualmente, Estados Unidos no abandonará en el futuro inmediato, previsible, su posición de mantener a esta región bajo sus condicionamientos, en los que prevalecen los intereses por ventajas económicas y políticas y la consolidación de su dominio sobre los recursos naturales y humanos al sur del Río Bravo.
Sus prominentes funcionarios se esfuerzan por deslegitimar los éxitos de países y dirigentes que, por vía propia e iniciativas justas e independientes, buscan soluciones para los dos más graves dilemas regionales, la gran desigualdad social y la interesada visión intervencionista extranjera.
El secretario norteamericano de Estado para los Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela, arremetió el pasado 11 de mayo contra el gobierno de Venezuela.
Al intervenir en la Conferencia de las Américas, celebrada en Washington, calificó al país bolivariano como una de las excepciones en lo que él llamó clima general de "extraordinaria sintonía", en la región, con Estados Unidos.
No obstante, reconoció que hace unos cinco años el país suramericano se había hecho fuerte con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, suscrita en La Habana el 14 de diciembre de 2004 e integrada hoy por una decena de países.
Paralelamente, no dejó de referirse a Cuba como "otro de esos puntos negros", donde admitió que Estados Unidos apoya la "evolución de un sistema democrático y abierto" que debe ir, sin embargo, de la mano de la voluntad ciudadana, como nunca ha hecho Estados Unidos hasta ahora, en su práctica de estimular grupos adversos a las autoridades cubanas.
Por su parte, el jefe del Comando Sur estadounidense, Douglas Fraser, calificó ante el Congreso de su país, en abril pasado, a la América Central como la zona sin conflicto armado con las mayores tasas de homicidios en el planeta.
Añadió que importantes grupos del crimen organizado han generado mayor índice de violencia en la región, según él ante los esfuerzos antinarcóticos en Colombia y México, una causa por la cual han muerto más de 34 mil 600 personas desde el 2006.
Pero, al exponer, ignoró las circunstancias económica en que esto se produce y los fallecimientos por causa del hambre.
Omitió asimismo referirse a que el mayor mercado para las drogas es Estados Unidos, donde existe la más alta cifra de consumidores y donde radican los grandes beneficiarios económicos del narcotráfico, un mal que lacera también a su país.
Las condiciones son las que generan el fenómeno, más que las flaquezas humanas
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, aseguró recientemente ante una conferencia de empresarios y académicos calificados como interesados en las Américas, que muchas personas aseguran que esta es la década de América Latina, y admitió estar de acuerdo con ello.
Pero, en actitud prevenida, reclamó ser honestos, pues, según ella, "aún hay sistemas educativos débiles, instituciones democráticas débiles, políticas fiscales inadecuadas''.
Mas, nadie puede negar hoy que América Latina ha podido enfrentar los obstáculos de la crisis económica y financiera global, expandida entre los países más desarrollados, gracias en parte a que sus países exportadores de materias primas han sostenido el crecimiento en virtud de la que se califica como gran demanda de China e India.
A pesar de ello, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) continúa calificando a esta región como la de mayor desigualdad en el mundo, lo que no solo se debe al enorme diferencial de ingresos, sino también a las condiciones precarias en salud, educación, alimentarias, laborales y muchas otras.
En la Conferencia latinoamericana para la Medición del Bienestar y la Promoción del Progreso de la Sociedad, el 11 de mayo en México, el secretario general adjunto de la CEPAL, Antonio Prado, aseguró que la desigualdad es una deuda pendiente en América Latina.
Fue muy ilustrativo al reflejar temas sensibles como educación secundaria, salud, mortalidad infantil, inseguridad, discriminación y la injusticia distributiva, asociada a la desconfianza en las instituciones políticas.
En el documento la Hora de la Igualdad, la CEPAL propone que los estados de la región elaboren y apliquen políticas que disminuyan las brechas sociales.
Se trata de una realidad inobjetable que reclama urgente solución, pues no resolverla adecuadamente conducirá a más agudas confrontaciones sociales y políticas internas, las cuales, a su vez, estimularán nuevamente tendencias y prácticas represivas e invasivas, como ocurre en otras regiones y como ha sucedido en Latinoamérica a lo largo de siglos.
Cuando intereses hegemónicos de países del Primer Mundo, encabezados por Estados Unidos, conducen a violar el Derecho Internacional, la Carta de la ONU y las prácticas humanitarias, alegando acciones humanitarias precisamente, la racionalidad convoca a estar alertas.
No parece buena idea cuestionar a Latinoamérica y el Caribe por males que, en buena medida, les son exportados por quienes ahora critican a los que han logrado, por primera vez, eludir los efectos de una crisis que siempre le ha venido del Norte.
Analistas se preocupan hoy porque se podrían estar adecuando las condiciones subjetivas para futuras y más agudas intromisiones, cuando el Oriente Medio y el Magreb llegaran a ser sometidos, si sucediera, a un sistema de neocolonización readecuada.
Según esta lógica, no es extraño que se intente deslegitimar los procesos de Cuba y Venezuela, dos países impulsores consecuentes de la mayor igualdad social posible, en esta hora y momento, como reclaman incluso organismos internacionales.
Por lo pronto, para los días 5 y 6 de julio próximo está fijada la cumbre constitutiva, en Caracas, de la Comunidad de Estados de Latinoamericanos y Caribeños, como nueva fase en un proceso unitario que deberá intensificarse a partir de entonces.
Sobre la base de sus objetivos fundamentales, este sería el acontecimiento político, económico y con implicaciones sociales de mayor trascendencia en los 200 años de independencia acosada, que han tenido que enfrentar pobladores y líderes políticos históricos de Latinoamérica y el Caribe.
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