¿Pueden Venezuela y sus vecinos sobrevivir a la guerra que ya se anuncia?
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CONTRALÍNEA
Autor:
Red Voltaire
Para poder enfrentar la crisis que desestabiliza Venezuela, al igual que las que comienzan en Nicaragua y Haití, es necesario analizarla. Thierry Meyssan retoma en este artículo las tres hipótesis que tratan de interpretarla y expone argumentos en favor de una de ellas. También se refiere a la estrategia de Estados Unidos y a la manera de afrontarla.
Damasco, Siria. Venezuela se divide hoy
entre la legitimidad del presidente de la República constitucionalmente
electo, Nicolás Maduro, y la del presidente de la Asamblea Nacional,
Juan Guaidó.
Guaidó se autoproclamó “presidente
encargado de Venezuela”, invocando los artículos 223 y 233 de la
Constitución. Pero basta con leerlos para comprobar que no se aplican a
la situación existente en ese país y que no es posible invocarlos para
legitimar la posición que Guaidó pretende reclamar. A pesar de ello,
Estados Unidos, los países del “Grupo de Lima” y ciertos gobiernos de
países miembros de la Unión Europea afirman que Juan Guaidó tiene
derecho a la función que pretende usurpar.
Entre quienes respaldan al presidente
Nicolás Maduro, algunos aseguran que Washington está reproduciendo el
derrocamiento de un gobierno de izquierda, según el modelo de lo que
Estados Unidos hizo contra el presidente chileno, Salvador Allende, en
1973, bajo la administración de Richard Nixon.
Otros, luego de ver las revelaciones de
Max Blumenthal y Dan Cohen sobre el historial de Juan Guaidó [1],
piensan, al contrario, que se trata de una ”revolución de color”, como
las que ya vimos bajo la presidencia de George W. Bush.
En todo caso, ante la agresión de un
enemigo mucho más fuerte que nosotros es crucial identificar sus
objetivos y entender los métodos que utiliza. Sólo tienen posibilidades
de sobrevivir quienes sean capaces de prever los golpes que van a
recibir.
Tres hipótesis predominantes
Es completamente lógico que los
latinoamericanos comparen lo que están viviendo a lo que ya vivieron en
el pasado, como el golpe de Estado de 1973 en Chile. Pero sería
arriesgado para Washington tratar de reproducir el escenario aplicado
contra Chile hace 46 años. Sería un error porque todo el mundo conoce
hoy los detalles de aquella manipulación.
Al mismo tiempo, la revelación de los
vínculos de Juan Guaidó con la National Endowment for Democracy (NED) y
con el equipo del estadunidense Gene Sharp hace pensar en una
“revolución de color”, y más aún teniendo en cuenta que ya hubo en
Venezuela una operación de ese tipo, en 2007, cuando terminó en un
fracaso. Pero, una vez más, sería arriesgado para Washington tratar de
aplicar nuevamente un plan que ya fracasó hace 12 años.
Para entender las intenciones de
Washington, debemos empezar por conocer su plan de batalla. El 29 de
octubre de 2001, o sea mes y medio después de los atentados registrados
en Nueva York y el Pentágono, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld
creó una estructura llamada Office of Force Transformation (Oficina de
Transformación de la Fuerza) cuya misión consistiría en revolucionar las
fuerzas armadas estadunidenses, cambiar su mentalidad para que
respondiesen a un objetivo radicalmente nuevo tendiente a garantizar la
supremacía de Estados Unidos a nivel mundial. Rumsfeld puso esa tarea en
manos del almirante Arthur Cebrowski, quien ya había trabajado en la
creación de una red digital que abarcaba todas las unidades militares y
había participado, en los años 1990, en la elaboración de una doctrina
de la guerra en red (Network-centric warfare) [2].
El almirante Cebrowski llegaba con una
estrategia ya elaborada que presentó no sólo en el Pentágono sino en
casi todas las academias militares estadunidenses. A pesar de su
importancia, su trabajo interno en las fuerzas armadas no se conoció
hasta que se publicó un artículo en la revista Vanity Fair. La
argumentación de Cebrowski fue publicada por su asistente, Thomas
Barnett [3]. Por supuesto, esos documentos no son obligatoriamente
fieles al pensamiento imperante en el Pentágono, pensamiento que ni
siquiera tratan de explicar, limitándose a justificarlo. En todo caso,
la idea principal es que Estados Unidos debe tomar el control de los
recursos naturales de la mitad del mundo, no para utilizarlos para sí
mismo sino para estar en posición de decidir quién podrá utilizarlos.
Para lograr ese objetivo, tendrá que destruir en esas regiones cualquier
poder político que no sea el de Estados Unidos y acabar con las
estructuras mismas de los Estados en los países existentes en esas
regiones.
Oficialmente, nunca se inició la
aplicación de esa estrategia. Pero lo que estamos viendo desde hace 20
años coincide precisamente con lo que se describe en el libro de
Barnett.
Primeramente, en los años 1980 y 1990,
tuvo lugar la destrucción de la región africana de los ”Grandes Lagos”.
Lo que se recuerda de aquello es el episodio del genocidio perpetrado en
Ruanda y sus 900 mil muertos, pero el hecho es que toda la región fue
devastada por una serie de guerras que arrojaron un total de 6 millones
de muertos. Resulta sorprendente comprobar que, a 20 años de aquellos
hechos, numerosos países de la región aún no logran restaurar su
soberanía sobre el conjunto de sus territorios. Ese episodio es anterior
a la doctrina Rumsfeld-Cebrowski, así que no sabemos si el Pentágono
había previsto lo que allí sucedió o si concibió su plan mientras
destruía aquellos Estados.
Posteriormente, en los años 2000 y 2010,
vino la destrucción del “Oriente Medio ampliado”, ya después de la
doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Por supuesto, es posible creer que lo
sucedido en esta otra región fue una sucesión de intervenciones
“democráticas”, de guerras civiles y de revoluciones. Pero, además de
que las poblaciones implicadas cuestionan la narración dominante de esos
acontecimientos, también podemos comprobar en este caso que las
estructuras de los Estados fueron destruidas y que no ha sido posible
restaurar la paz después del fin de las operaciones militares.
Actualmente, el Pentágono está retirándose del “Oriente Medio ampliado” y
se prepara para desplegarse en la “Cuenca del Caribe”.
Una buena cantidad de elementos
demuestran que nuestra comprensión anterior de las guerras de George W
Bush y de Barack Obama era incorrecta y que esos mismos elementos
corresponden a la perfección con la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Esta
lectura de los hechos no es por tanto resultado de una coincidencia con
la tesis de Barnett y nos obliga a revisar bajo otro ángulo todo lo que
hemos visto.
Si adoptamos esta manera de pensar,
tenemos que plantearnos que el proceso de destrucción de la Cuenca del
Caribe comenzó con el decreto del presidente Barack Obama, emitido el 9
de marzo de 2015, según el cual Venezuela amenaza la seguridad nacional
de los Estados Unidos de América [4]. Puede parecer que eso pasó hace
mucho tiempo, pero no es así. Basta recordar que el presidente George W.
Bush firmó la Syrian Accountabilit Act en 2003, pero las operaciones
militares contra Siria comenzaron 8 años más tarde, en 2011. Era el
tiempo que necesitaba Washington para crear las condiciones necesarias
para la agresión.
Los ataques contra la izquierda anteriores a 2015
Si este análisis es correcto tenemos que
plantearnos que los acontecimientos anteriores a 2015 –el golpe de
Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, el intento de
revolución de color de 2007, la Operación Jericó en febrero de 2015 y
las primeras guarimbas [5] respondían a una lógica diferente, mientras
que lo sucedido después (el terrorismo de las guarimbas, en 2017) es
parte del plan actual.
Mi reflexión se basa también en el conocimiento que he acumulado sobre esos elementos.
Por ejemplo, en 2002 publiqué un
análisis del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez y relataba
el papel de Estados Unidos detrás de FEDECAMARAS –la organización de
los patrones venezolanos [6]. El presidente Hugo Chávez quiso verificar
lo que yo había escrito y envió dos emisarios a verme en París. Uno de
ellos fue promovido a general y el otro es hoy una de las principales
personalidades de la República Bolivariana. El fiscal Danilo Anderson
utilizó mi trabajo en sus investigaciones y fue asesinado por la CIA en
2004.
Por otro lado, en 2007, estudiantes
trotskistas iniciaron un movimiento contra la decisión de no renovar la
licencia de RCTV, una estación de radio y televisión que transmitía en
Caracas. Hoy sabemos, gracias a Blumenthal y Cohen, que en aquella época
Juan Guaidó ya estuvo implicado en aquel movimiento y que recibió
entrenamiento de discípulos del teórico de la no violencia Gene Sharp.
En vez de reprimir los excesos de aquel movimiento, lo que hizo el
presidente Hugo Chávez –en ocasión de la firma de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el 3 de junio– fue leer a
los participantes un artículo que yo escrito sobre Gene Sharp y su
concepción de la no violencia al servicio de la OTAN y de la CIA [7]. Al
darse cuenta de que habían sido manipulados, numerosos manifestantes
abandonaron la protesta. Sharp trató de negar torpemente los hechos,
escribiéndole al presidente Hugo Chávez y a mí mismo. Y logró crear
cierta confusión en el seno de la izquierda estadunidense, donde era
visto como una personalidad respetable y no vinculada al gobierno de
Estados Unidos. El profesor Stephen Zunes asumió la defensa de Sharp
pero, ante el peso de las pruebas, Sharp acabó cerrando su instituto y
dejando el espacio a Otpor y al Canvas [8].
Volvamos ahora al periodo actual. Por
supuesto, el reciente intento de asesinato contra el presidente Nicolás
Maduro hace pensar en todo lo que se hizo para acabar con el presidente
chileno Salvador Allende. También es cierto que las manifestaciones
convocadas por el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó hacen
pensar en una revolución de color. Pero eso no contradice mi análisis.
Hay que recordar que en Libia hubo un intento de asesinato contra
Gadhafi poco antes del inicio de las operaciones militares contra la
Yamahirya. En Egipto, cuando los discípulos de Gene Sharp dirigieron las
primeras manifestaciones contra el presidente Hosni Mubarak, incluso
distribuyeron una versión en árabe del manual que ya habían utilizado en
otros países [9]. Sin embargo, como lo demostraron los acontecimientos
posteriores, en Egipto no se trataba de un golpe de Estado ni de una
revolución de color.
Prepararse para la guerra
Si mi análisis es correcto –y por ahora
todo parece indicar que sí lo es– hay que prepararse para una guerra, no
sólo en Venezuela sino en toda la Cuenca del Caribe. Nicaragua y Haití
también están desestabilizados.
Esa guerra será impuesta desde el
exterior. Su objetivo ya no será derrocar gobiernos de izquierda para
reemplazarlos por los partidos de derecha, aunque así lo indiquen las
apariencias. En el desarrollo de los acontecimientos se perderán las
distinciones entre esos bandos. Poco a poco, todos los sectores de la
sociedad se verán amenazados, sin distinción de ideología ni de clase
social.
Asimismo, los demás países de la región
no podrán mantenerse al margen para escapar a la tempestad. Los que
crean que lograrán protegerse sirviendo de base de retaguardia a las
operaciones militares también serán parcialmente destruidos. Deben saber
que, aunque la prensa raramente menciona esto, ciudades enteras han
sido arrasadas en la región de Qatif, en Arabia Saudita, a pesar de que
ese país es el principal aliado de Washington en el “Oriente Medio
ampliado”.
Según el esquema ya visto en los
conflictos de la región africana de los Grandes Lagos y en el Oriente
Medio ampliado, esa guerra se desarrollaría por etapas:
-En primer lugar, destrucción de los
símbolos del Estado moderno, con ataques contra monumentos históricos o
museos dedicados a la memoria de Hugo Chávez. Son acciones que pueden no
causar víctimas pero que atentan contra la conciencia colectiva de la
población.
-Introducción de armas y financiamiento
para la organización de “manifestaciones” que acabarán en actos de
violencia. La prensa dominante divulgará a posteriori explicaciones
imposibles de verificar sobre los crímenes, que serán atribuidos al
gobierno como actos de represión contra pacíficos manifestantes. Como lo
que se busca es sembrar la división, es importante que la policía crea
haber sido tiroteada por la multitud y que la multitud crea al mismo
tiempo que la policía ha disparado contra ella.
-La tercera etapa consiste en organizar
sangrientos atentados por todo el país. Eso requiere muy pocas personas,
basta con dos o tres equipos que circulen a través del país [este
esquema ya fue utilizado con éxito contra Libia y Siria].
-Sólo entonces será útil el envío de
mercenarios extranjeros. En las guerras más recientes, Estados Unidos
envió a Irak y Siria al menos 130 mil extranjeros, a los que se
agregaron unos 120 mil elementos armados locales. Se trata de ejércitos
muy numerosos pero mal entrenados.
El ejemplo de Siria demuestra que es posible defenderse. Pero hay medidas que deben adoptarse urgentemente:
-Por iniciativa del general Jacinto
Pérez Arcay y del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente,
Diosdado Cabello, oficiales superiores venezolanos ya estudian las
nuevas formas de lucha (la guerra de cuarta generación). Pero sería
importante enviar delegaciones militares a Siria para que sus miembros
puedan comprobar en el terreno cómo se desarrollaron los
acontecimientos. Esto es muy importante ya que este tipo de guerra no se
parece a las anteriores. Por ejemplo, en Damasco –la capital siria– la
mayor parte de la ciudad está intacta, pero algunos barrios están
totalmente devastados, como Stalingrado después de la arremetida de los
nazis. Eso implica el uso de técnicas especiales de lucha.
-Es fundamental instaurar la unión
nacional entre todos los patriotas. El presidente debe lograr una
alianza con la oposición nacional e incluir en su gobierno a algunos de
sus líderes. No se trata de encontrar o no simpático al presidente
Maduro. Lo que se impone en la actual coyuntura es luchar junto a él
para salvar el país.
-El ejército debe formar una milicia
popular. En Venezuela ya existe una, con unos 2 millones de
combatientes, pero no parece estar entrenada. Los militares rechazan
generalmente la idea de poner armas en manos de los civiles, pero los
habitantes de un barrio son los más indicados para defenderlo,
precisamente porque conocen a todos sus habitantes.
-Será necesario emprender importantes
trabajos de fortificación alrededor de los edificios del Estado, de las
sedes de los cuerpos armados y de los hospitales, en aras de garantizar
su seguridad a toda costa.
Son medidas que deben adoptarse
urgentemente, sobre todo porque concretarlas es complicado y lleva
tiempo… y el enemigo está ya casi listo.
Referencias:
[1] “The Making of Juan Guaidó: US
Regime-Change Laboratory Created Venezuela’s Coup Leader”, Max
Blumenthal y Dan Cohen, Grayzone Project, 29 de enero de 2019.
[2] Transforming Military Force: The Legacy of Arthur Cebrowski and Network Centric Warfare, James R Blaker, Greenwood, 2007.
[3] The Pentagon’s New Map, Thomas PM Barnett, Putnam Publishing Group, 2004.
[4] “Declaración de Emergencia Nacional
con respecto a Venezuela”, “Orden Ejecutiva – Bloqueo de Propiedades y
Suspensión de Entrada a Personas que Contribuyen a la Situación en
Venezuela”, Barack Obama, Red Voltaire , 9 de marzo de 2015.
[5] Las guarimbas fueron protestas
callejeras cuyos participantes comenzaban a perpetrar actos de violencia
extrema (nota de la Red Voltaire).
[6] “Implicación de las redes secretas de la CIA para derribar a Chávez”, Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de mayo de 2002.
[7] “La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA”, Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de febrero de 2005.
[8] “Impérialistes de droite et impérialistes de gauche “, Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 25 de agosto de 2008.
[9] “El manual estadunidense para la realización de una revolución “de color” en Egipto”, Red Voltaire, 25 de mayo de 2011.
Thierry Meyssan/Red VoltaireFuente
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