EL PAPEL DE LOS TRABAJADORES ANTE LOS ATROPELLOS LABORALES EL PAPEL DE LOS TRABAJADORES ANTE LOS ATROPELLOS LABORALES
Se multiplican abusos pretextando el COVID 19
*Ahora con el argumento del Coronavirus empeoran la situación de los trabajadores.
*No hay autoridad que actúe, la mayoría de oficinas públicas están cerradas.
*Es vital que los trabajadores tomen la iniciativa para organizarse y autodefenderse.
Carlos Guillén S.
Integrante del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear
y colaborador voluntario de Frecuencia Laboral,
Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com
EL PAPEL DE LOS TRABAJADORES ANTE LOS ATROPELLOS LABORALES
*El Neoliberalizmo impulsó el desmantelamiento de los derechos y de la justicia social.*Ahora con el argumento del Coronavirus empeoran la situación de los trabajadores.
*No hay autoridad que actúe, la mayoría de oficinas públicas están cerradas.
*Es vital que los trabajadores tomen la iniciativa para organizarse y autodefenderse.
Carlos Guillén S.
Integrante del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear
y colaborador voluntario de Frecuencia Laboral,
Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com
La emergencia sanitaria que hoy afecta al
mundo (Coronavirus o COVID-19), trastoca a prácticamente todos los
ámbitos, especialmente al de los trabajadores. Sin embargo, la capacidad
para resistir y enfrentarla no es la misma para todos ni depende sólo
de las medidas que hoy se toman. Hay que buscar en el pasado las causas
socioeconómicas que agravan la situación actual.
La insuficiencia de los sistemas de salud,
las enfermedades que hacen más vulnerables a sectores de la población y
la escasa capacidad para resistir los nuevos embates de los patrones que
aprovechan la situación para reducir salarios y prestaciones y para
despedir, no son nuevas. Las dificultades que hacen a los trabajadores
más vulnerables tampoco son nuevas.
Como en muchas partes del mundo, en México
hubo un avance en los sistemas de salud y de seguridad social durante
años. Ya desde las primeras luchas obreras en México, los temas de la
salud estaban presentes. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
fue creado en 1943 e inició funciones en 1944, mientras que el Instituto
de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado
(ISSSTE) nació en 1959. Ambas instituciones tienen como objetivo no sólo
proporcionar servicios de salud a los trabajadores, sino llevar la
seguridad social al mundo del trabajo.
Como narra Lourdes Martínez, directora de Frecuencia Laboral en su libro ¿¡Qué transa con las AFORES!?
el IMSS, el ISSSTE y otras instituciones, procuran mejores condiciones
de vida para los trabajadores y sus familias garantizando el derecho
humano a la seguridad social que incluye: servicios de salud,
prestaciones económicas, vivienda, pensiones, recreación, educación,
guarderías, cultura y deporte, tiendas de abasto a precios bajos y otras
prestaciones para loa asegurados.
(Lee el libro ¿¡Qué transa con las AFORES!? gratis en: http://www.frecuencialaboral.com/multimedia/QUETRANSACONLASAFORESlibro.pdf)
Esto
se interrumpió de manera abrupta y se dieron pasos atrás con la reforma
a la Ley del IMSS en 1995, destinado el fondo financiero para el pago
de las pensiones por vejez y cesantía en edad avanzada, que administraba
el IMSS, a la banca privada. Con esta medida, no solo se afectaron las
pensiones, sino todo el sistema de seguridad social, incluyendo por
supuesto la parte de salud.
Ya desde años atrás se había iniciado un
proceso de desmantelamiento del estado y de sus instituciones. El
proceso de privatización se inició con la venta o desmantelamiento de la
mayoría de las paraestatales y se impulsó la idea de las salidas
individuales. Todo lo que sonara a sistemas públicos se dejó deteriorar y
se hicieron enormes campañas de desprestigio, lo mismo fuera el
servicio telefónico, que la generación de electricidad o la salud.
Florecieron en este último campo, los seguros e instituciones privadas.
No es casual entonces que el mayor riesgo que
se presenta con la actual crisis sea la insuficiencia del sector salud y
su desbordamiento. Décadas de abandono, de presupuestos insuficientes,
de simulación en la construcción de clínicas y hospitales que jamás
funcionaron, de sobreexplotación al personal médico y auxiliares, de
deterioro o cierre de instituciones que podrían haber sido la punta de
lanza para la investigación científica en salud y la producción de
medicamentos, todo en aras del mercado y la ganancia, pasan ahora la
factura al pueblo trabajador.
La lógica del capital no pone la vista en los
trabajadores sino como productores de ganancias. La educación y salud
de quienes generan la riqueza en cualquier país no está en el interés de
los patrones y sus gobiernos. No es de extrañar entonces que la
alimentación de los mexicanos no esté pensada en la mejoría de su vida,
sino en la acumulación de riqueza para las transnacionales de la
industria alimentaria.
El deterioro del sistema de salud, el
sometimiento gubernamental a las grandes empresas de la alimentación y
un sistema educativo ajeno a las realidades del pueblo trabajador,
hicieron su parte y hoy las enfermedades que incrementan la
vulnerabilidad ante la nueva variedad de virus, son una realidad
creciente para amplios sectores de la población.
Si a eso sumamos que el sistema pensionario
fue entregado a la banca privada con lo que prácticamente desapareció
con las reformas de 1995 al IMSS y de 2006 al ISSSTE, la cantidad de
adultos mayores de sesenta años, que permanecen en los puestos de
trabajo está creciendo constantemente, lo que significa mayores
presiones a las instituciones de salud y al empleo.
En cuanto al empleo, la reforma laboral de
2012, que fue anunciada como el mecanismo para generar mayor y mejor
remunerado empleo, simplemente no cumplió nunca tales ofrecimientos. Lo
que sí hizo fue incrementar el trabajo precario, sin seguridad social,
sin salario suficiente y, en el mejor de los casos, con simulación en la
organización sindical y contratación colectiva.
No es de extrañar con semejantes antecedentes
que el futuro que el Covid 19 depara para los trabajadores sea
apocalíptico, no tanto por los efectos de la enfermedad, sino por la
caída de la economía. Ante esta situación, la única arma que los
trabajadores tienen es su organización. Hay medidas gubernamentales que
pueden llegar a parte de la población y medio ayudarles a resistir, como
los apoyos económicos y las disposiciones para que no se afecte el
salario.
Pero incluso en estos casos, si no se cuenta con organización, difícilmente se podrán hacer valer las medidas que se plantean.
Por ejemplo, la Subsecretaría del Trabajo del gobierno federal emitió un documento titulado Criterios
aplicables para el desarrollo de inspecciones durante el operativo de
pago de salario o salario mínimo del 30 de marzo al 30 de abril de 2020 , a fin de vigilar que se cumpla el derecho de las personas trabajadoras a conservar la integridad de su salario .
El documento dice que solo se visitarán
centros de trabajo de competencia federal donde se tenga conocimiento
que existen probables incumplimientos a las normas de trabajo o medie
denuncia de que los trabajadores no han recibido salario o se ha
disminuido éste. Si no hay organización ¿Quién denuncia? ¿Se cuenta con
inspectores suficientes para tal tarea?
Entre las medidas anunciadas por las
secretarías de salud y trabajo en materia laboral, hay aspectos en los
que la participación de los trabajadores sería garantía de su
implementación con respeto a sus derechos. Si no cuentan con
organización los trabajadores ¿se puede confiar en que los patrones se
hagan cargo?
Esto nos lleva nuevamente a la realidad de
los trabajadores en México. Menos del diez por ciento de los
trabajadores activos están afiliados a alguna organización sindical y de
éstas la mayoría no son sino sindicatos de protección patronal. Aunque
se ha insistido en que la reforma laboral de 2019 llevó la democracia
sindical a los trabajadores, una ley no sustituye la acción organizada
de los trabajadores.
Lo que se requiere hoy es que los
trabajadores tomen la iniciativa. Desde las políticas a seguir en
materia de salud, investigación científica o producción de alimentos,
hasta las políticas energética, de telecomunicaciones o laboral, se
requiere escuchar y tomar en cuenta las opiniones y propuestas de los
trabajadores. Sin embargo, hasta el momento se hace caso omiso a las
peticiones de los sindicatos y a sus propuestas, lo que no ocurre con
los patrones.
En el entorno más cercano de los
trabajadores, las medidas de difusión, de organización de las
actividades urgentes y hasta la verificación del cumplimiento de las
medidas de mitigación emitidas por las entidades sanitarias, debieran
contar en los sindicatos, en los integrantes de las comisiones de
seguridad y los secretarios de previsión social, con sus primeros
organizadores.
En un plano más amplio, se requiere de
organizaciones de trabajadores capaces de analizar y proponer medidas no
solo para evitar los estragos de una pandemia, sino para construir un
mundo mejor en el que se tengan las condiciones para una vida mejor. Lo
que la actual situación está sacando a flote debiera llamar a la
reflexión. . . y a la acción.
Los documentos emitidos en estos días por la
Confederación de Trabajadores Universitarios de las Américas y la
Internacional de Servicios Públicos, por la Nueva Central de
Trabajadores y otras organizaciones, así como la propuesta de reunión
con el gobierno presentada por la Unión Nacional de Trabajadores, la
Confederación Internacional de Trabajadores y otras centrales
sindicales, deben ser tomados en cuenta.
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