A la Mitad del Foro
César proclama gran victoria pírrica y sus compañeros de viaje queman las naves antes de llegar a puerto. En Palacio ruedan cabezas de los validos de don Felipe. No hay Conde-Duque de Olivares, ni un discreto Pérez que atienda a la concertación del imperio en el que nunca sale el sol. Se va el abogado penalista y llega un peninsular al que quiso y no pudo hacer procurador general de la República. Los cortesanos tiemblan. Los pretorianos no tenían prisa, pero el poder no admite vacíos.
No hay parábolas en la apretada crónica de una victoria electoral que se funda en las derrotas y la generosa entrega del poder donde no se atrevieron a contender solos. Ya no digamos bajo una bandera y con un programa político y de gobierno propios. Don César toma la calle y grita: ¡Voto por voto, casilla por casilla! Y Jesús Ortega marcha al son que le tocan Manuel Camacho y las monedas contantes y sonantes de la participación garantizada al conservar el registro local de partido. Ah, en cuanto las coaliciones fueron mediáticamente rentables, llevaron al sinaloense Malova, al poblano Rafael Moreno Valle y al oaxaqueño Gabino Cué al escenario de las alianzas que no cesan, a la firma del triunvirato que se compromete a compartir ideas y propósitos sin perder la individualidad ni lesionar la respectiva soberanía estatal.
Y pensar que el doctorcito Zedillo engolaba la voz para presumir del “nuevo federalismo”. Cómo estará el infierno que vuelve Ulises criollo a Oaxaca y el todavía gobernador cita a Bolívar para decir ante cámaras y micrófonos que el arte de la victoria se aprende en las derrotas; y añade de su cosecha que es preferible perder honradamente que vencer a costa de traicionar principios. Resulta que a la manera del ya antiguo manifiesto comunista, un espectro recorre México. No el fantasma del comunismo, sino el amplio espectro de los megahertz, las telecomunicaciones y la tríada de televisión, Internet banda ancha y telefonía. Concentración de poder para la oligarquía que ve el riesgo de naufragio y llama a abandonar la nave.
Que Calderón dejó la Presidencia para asumir la conducción del PAN, dice Claudio X. González. No el de los pañuelos sanitarios, sino el que dirige la Fundación Televisa. Un fantasma recorre México. Y se pasea alegremente con la exención fiscal aprobada con el voto ponderado de senadores que debieran ser de madurez y serenidad semejantes a las de Catón, el romano a quien Julio César tuvo que enviar a la cárcel para evitar que prolongara su discurso de oposición a la reforma agraria juliana. Tras de Catón salió un gran número de senadores: “Prefiero la compañía de Catón en la cárcel que la de César en el Senado”, dijo uno de ellos.
Ya no hay de esos. A los de “izquierda” que aprobaron la exención les gritó Pablo Gómez: ¡Rajones! En los primeros días de noviembre de 2009, sesenta y seis senadores votaron a favor de exenciones fiscales para Televisa y socios, un ahorrito de algo así como 5 mil millones de pesos en el pago de derechos de varias bandas del espectro radiofónico. Entre esos 66, estuvo Gabino Cué. El buen hombre, cuyo buen nombre es reconocido y pregonado por el mismísimo Andrés Manuel López Obrador y por Manuel Camacho, por los validos de Palacio y del partido en el poder, tanto los enviados al ostracismo como los recién arribados a la cercanía que da influencia. No juzgo ni condeno al senador, ni a la empresa dominante del ágora electrónica. Simplemente ratifico que la política hace extraños compañeros de lecho y el poder no se comparte. Así sea poder fáctico, de un grupo de poder real.
Ya dirimirán Ulises y Gabino el falso litigio por la transición del gobierno, la disputa por el instante en que han de instalarse los grupos a cargo de la entrega-recepción. Los que llegan tienen siempre más prisa que los que se van. De ahí que Ulises, el del “cacicazgo de 80 años”, tuviera que recordarle a Gabino, el de la coalición del cambio, que su gobierno termina hasta la medianoche del último día de noviembre, y el de él empieza hasta el primero de diciembre. Los que llegan dicen que Ruiz busca ganar tiempo y acusan: “la casa está sucia y necesita limpiarla”. Por lo pronto, la limpieza de los establos queda pendiente de que el buen hombre dé algo de luz del cómo y cuándo podrá conciliar y reconciliar a José Murat y Diódoro Carrasco, a López Obrador y Marcelo Ebrard. A los del ágora electrónica con los de la higuera del milagro.
Y a todos ellos con el nuevo inquilino de la casona de Bucareli. Y, quizás, con quien reciba la encomienda de ser enlace del titular del Ejecutivo con los gobernadores, con los diputados y senadores del Congreso de la Unión. Porque al presentar al relevo de Fernando Gómez Mont, el de Los Pinos habló de sus logros en el combate al crimen organizado y el mantenimiento del orden. José Francisco Blake fue diputado federal, compañero de legislatura de Felipe Calderón, quien al llegar al poder lo propuso como procurador general de la República. Sin aval del Senado, Blake volvió a Baja California y era secretario de Gobierno del primer estado que eligió a un panista, a Ernesto Ruffo, en 1989. Y 21 años después, pierden las elecciones en los cinco municipios, Tijuana, Tecate, Ensenada, Rosarito y Mexicali, la capital del estado; y el PRI obtuvo la mayoría en el Congreso local.
Con razón ponderó su amigo y jefe la mano dura aplicada para reducir las estadísticas de crímenes. Se habló, desde luego, de conciliar, de la convocatoria al diálogo, del enlace con los estados, con el Legislativo y los partidos políticos del sistema plural. Y ese ha sido el discurso del señor Blake en el tour de televisoras, estaciones de radio y en el Internet de usuarios innumerables. De hacer política y de lo electoral, poco y ya muy sabido.
En Palacio cunde el pánico por el recambio de validos. Y si en Gobernación lleva cuatro secretarios en cuatro años, de Los Pinos salió Mouriño, el primer relevo; y de la secretaría particular salió César Nava, quien firmó acuerdos en Bucareli y expuso en el PAN sus desacuerdos con Fernando Gómez Mont en versión tarasca de la política florentina. Y también de ahí salió Gerardo Ruiz Mateos, deslenguado y desaforado secretario de Economía, a quien devuelve al redil el jefe y amigo, para sustituirlo en Economía con el signore Ferrari García de Alba, licenciado en Derecho Canónico, con estudios en integración familiar y otras artes virtuosas avaladas en las aulas romanas de Letrán. Ave María Purísima.
La cercanía que da influencia se disputa en los corredores de Palacio. Cortesanos o santos, entre unos y otras no hay pared de cal y canto que impida las puñaladas. Del despacho del jefe de la Oficina de la Presidencia salió Mouriño, a quien automáticamente proclamaron delfín de Felipillo santo; de ahí salió Ruiz Mateos y ahora vuelve a remplazar a su remplazante: doña Patricia Flores Elizondo, llamada “la vicepresidenta” por los cortesanos, y elevada al gabinete... para elogiarla como autora intelectual del golpe contra el SME y despedirla con ostentación gemela a la de la toma de posesión de Emilio Chuayffet en Palacio Nacional.
Abril en Portugal, a la hora 11 del sexenio corto. Con los bárbaros a la puerta: 24 mil 826 asesinados en cuatro años, dice el procurador Chávez Chávez. Y la guerra en vías de “democratización”, a la manera de la de Colombia. Y la impaciencia inevitable de los pretorianos.
Fuente
No hay parábolas en la apretada crónica de una victoria electoral que se funda en las derrotas y la generosa entrega del poder donde no se atrevieron a contender solos. Ya no digamos bajo una bandera y con un programa político y de gobierno propios. Don César toma la calle y grita: ¡Voto por voto, casilla por casilla! Y Jesús Ortega marcha al son que le tocan Manuel Camacho y las monedas contantes y sonantes de la participación garantizada al conservar el registro local de partido. Ah, en cuanto las coaliciones fueron mediáticamente rentables, llevaron al sinaloense Malova, al poblano Rafael Moreno Valle y al oaxaqueño Gabino Cué al escenario de las alianzas que no cesan, a la firma del triunvirato que se compromete a compartir ideas y propósitos sin perder la individualidad ni lesionar la respectiva soberanía estatal.
Y pensar que el doctorcito Zedillo engolaba la voz para presumir del “nuevo federalismo”. Cómo estará el infierno que vuelve Ulises criollo a Oaxaca y el todavía gobernador cita a Bolívar para decir ante cámaras y micrófonos que el arte de la victoria se aprende en las derrotas; y añade de su cosecha que es preferible perder honradamente que vencer a costa de traicionar principios. Resulta que a la manera del ya antiguo manifiesto comunista, un espectro recorre México. No el fantasma del comunismo, sino el amplio espectro de los megahertz, las telecomunicaciones y la tríada de televisión, Internet banda ancha y telefonía. Concentración de poder para la oligarquía que ve el riesgo de naufragio y llama a abandonar la nave.
Que Calderón dejó la Presidencia para asumir la conducción del PAN, dice Claudio X. González. No el de los pañuelos sanitarios, sino el que dirige la Fundación Televisa. Un fantasma recorre México. Y se pasea alegremente con la exención fiscal aprobada con el voto ponderado de senadores que debieran ser de madurez y serenidad semejantes a las de Catón, el romano a quien Julio César tuvo que enviar a la cárcel para evitar que prolongara su discurso de oposición a la reforma agraria juliana. Tras de Catón salió un gran número de senadores: “Prefiero la compañía de Catón en la cárcel que la de César en el Senado”, dijo uno de ellos.
Ya no hay de esos. A los de “izquierda” que aprobaron la exención les gritó Pablo Gómez: ¡Rajones! En los primeros días de noviembre de 2009, sesenta y seis senadores votaron a favor de exenciones fiscales para Televisa y socios, un ahorrito de algo así como 5 mil millones de pesos en el pago de derechos de varias bandas del espectro radiofónico. Entre esos 66, estuvo Gabino Cué. El buen hombre, cuyo buen nombre es reconocido y pregonado por el mismísimo Andrés Manuel López Obrador y por Manuel Camacho, por los validos de Palacio y del partido en el poder, tanto los enviados al ostracismo como los recién arribados a la cercanía que da influencia. No juzgo ni condeno al senador, ni a la empresa dominante del ágora electrónica. Simplemente ratifico que la política hace extraños compañeros de lecho y el poder no se comparte. Así sea poder fáctico, de un grupo de poder real.
Ya dirimirán Ulises y Gabino el falso litigio por la transición del gobierno, la disputa por el instante en que han de instalarse los grupos a cargo de la entrega-recepción. Los que llegan tienen siempre más prisa que los que se van. De ahí que Ulises, el del “cacicazgo de 80 años”, tuviera que recordarle a Gabino, el de la coalición del cambio, que su gobierno termina hasta la medianoche del último día de noviembre, y el de él empieza hasta el primero de diciembre. Los que llegan dicen que Ruiz busca ganar tiempo y acusan: “la casa está sucia y necesita limpiarla”. Por lo pronto, la limpieza de los establos queda pendiente de que el buen hombre dé algo de luz del cómo y cuándo podrá conciliar y reconciliar a José Murat y Diódoro Carrasco, a López Obrador y Marcelo Ebrard. A los del ágora electrónica con los de la higuera del milagro.
Y a todos ellos con el nuevo inquilino de la casona de Bucareli. Y, quizás, con quien reciba la encomienda de ser enlace del titular del Ejecutivo con los gobernadores, con los diputados y senadores del Congreso de la Unión. Porque al presentar al relevo de Fernando Gómez Mont, el de Los Pinos habló de sus logros en el combate al crimen organizado y el mantenimiento del orden. José Francisco Blake fue diputado federal, compañero de legislatura de Felipe Calderón, quien al llegar al poder lo propuso como procurador general de la República. Sin aval del Senado, Blake volvió a Baja California y era secretario de Gobierno del primer estado que eligió a un panista, a Ernesto Ruffo, en 1989. Y 21 años después, pierden las elecciones en los cinco municipios, Tijuana, Tecate, Ensenada, Rosarito y Mexicali, la capital del estado; y el PRI obtuvo la mayoría en el Congreso local.
Con razón ponderó su amigo y jefe la mano dura aplicada para reducir las estadísticas de crímenes. Se habló, desde luego, de conciliar, de la convocatoria al diálogo, del enlace con los estados, con el Legislativo y los partidos políticos del sistema plural. Y ese ha sido el discurso del señor Blake en el tour de televisoras, estaciones de radio y en el Internet de usuarios innumerables. De hacer política y de lo electoral, poco y ya muy sabido.
En Palacio cunde el pánico por el recambio de validos. Y si en Gobernación lleva cuatro secretarios en cuatro años, de Los Pinos salió Mouriño, el primer relevo; y de la secretaría particular salió César Nava, quien firmó acuerdos en Bucareli y expuso en el PAN sus desacuerdos con Fernando Gómez Mont en versión tarasca de la política florentina. Y también de ahí salió Gerardo Ruiz Mateos, deslenguado y desaforado secretario de Economía, a quien devuelve al redil el jefe y amigo, para sustituirlo en Economía con el signore Ferrari García de Alba, licenciado en Derecho Canónico, con estudios en integración familiar y otras artes virtuosas avaladas en las aulas romanas de Letrán. Ave María Purísima.
La cercanía que da influencia se disputa en los corredores de Palacio. Cortesanos o santos, entre unos y otras no hay pared de cal y canto que impida las puñaladas. Del despacho del jefe de la Oficina de la Presidencia salió Mouriño, a quien automáticamente proclamaron delfín de Felipillo santo; de ahí salió Ruiz Mateos y ahora vuelve a remplazar a su remplazante: doña Patricia Flores Elizondo, llamada “la vicepresidenta” por los cortesanos, y elevada al gabinete... para elogiarla como autora intelectual del golpe contra el SME y despedirla con ostentación gemela a la de la toma de posesión de Emilio Chuayffet en Palacio Nacional.
Abril en Portugal, a la hora 11 del sexenio corto. Con los bárbaros a la puerta: 24 mil 826 asesinados en cuatro años, dice el procurador Chávez Chávez. Y la guerra en vías de “democratización”, a la manera de la de Colombia. Y la impaciencia inevitable de los pretorianos.
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