La SC ignoró el llamado a preservar archivo histórico de Nuevo Necaxa
FERMÍN ALEJANDRO GARCÍA
Más allá de que haya dejado de existir la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC), la relevancia de la presa de Nuevo Necaxa es que fue la primera hidroeléctrica de América Latina destinada a la venta de energía eléctrica a particulares, construida por algunos de los ingenieros civiles más destacados en Estados Unidos y Europa, por lo que es parte fundamental del patrimonio edificado. Pese a su importancia, los cinco archivos que relatan el surgimiento de esta obra de infraestructura de principios del siglo XX están extraviados o dañados. Y a eso ha contribuido la Secretaría de Cultura (SC) de Puebla.
Hace cuatro años la Unidad Regional de Culturas Populares le habría mandado un oficio al titular de la SC, Alejandro Montiel Bonilla, advirtiéndole del mal estado del techo de una bodega ubicada en el parque Rafaela Padilla, en donde se había resguardado un importante archivo, que entre otros documentos, contenía unas 10 carpetas con documentos originales relacionados con la creación de la hidroeléctrica de Nuevo Necaxa.
Nunca se hizo caso a ese llamado, y ahora se sabe, por versiones extraoficiales, que muchas piezas de ese archivo se mojaron y acabaron destruidas.
La versión de que los expedientes de Nuevo Necaxa sí se destruyeron cobra vigencia por la actitud autoritaria, cómplice, arbitraria, de Isabel León de la Cruz, la responsable de la unidad de Culturas Populares y representante de Conaculta en el estado, que a lo largo de los dos últimos días ha impedido que un reportero de La Jornada de Oriente entre a la bodega en cuestión o pueda ver los documentos de los que se tiene sospecha que fueron dañados por la filtración de agua de lluvia.
Si la Secretaría de Cultura no tuviera nada que ocultar, la mejor manera de desmentir que se dañó el archivo en cuestión es permitir que se constate por la prensa que está en buen estado.
¿Qué se presume que había en ese archivo relacionado con Nuevo Necaxa?
Quienes alguna vez pudieron consultarlo, señalan que había, entre otros documentos, un decreto por el cual el entonces presidente Porfirio Díaz había enajenado los terrenos en que se construyó la presa y en el cual establecía que si en los siguientes 120 años se perdía la causa de utilidad pública de la presa, entonces se debían regresar los predios a sus dueños originales.
También estaban en ese acervo varias fotografías originales que databan de 1892, de cuando se construyó la presa.
Había otras fotografías y planos de un túnel, que se construyó con capital francés, que quedó en el olvido, debido a que la obra estuvo mal orientada, y entonces se abandonó.
Se contaban con planos originales firmados por Frederick Stark Pearson, el constructor de Nuevo Necaxa, quien a finales del siglo XIX era uno de los ingenieros de mayor prestigio en Estados Unidos, Canadá y Brasil, en donde hizo grandes obras de infraestructura.
Y había una importante curiosidad, una serie de fotografías del concurso “la india más bonita”, que era un certamen de belleza que se organizó entre los núcleos agrarios de la zona de Nuevo Necaxa, también a principios del siglo XX.
Todo eso se pudo haber perdido por la negligencia de la SC de no mandar a tapar unas goteras o buscar una bodega que no tenga dañado el techo.
Es decir, se habría perdido un archivo de un valor fundamental para el estudio del patrimonio edificado por el comportamiento absurdo de la burocracia que domina a la Secretaría de Cultura.
Los archivos de la fundación de Nuevo Necaxa estaban ubicados en cinco sitios, los cuales son:
Uno era el Archivo General de la Nación (AGN), en donde se dice que la mayor parte fue extraído y mandado a la presidencia de la República un año antes de que se emitiera el decreto de extinción de LFC.
Al parecer, quitar de la consulta pública esos documentos en el AGN era parte de la estrategia para intentar nulificar todo lo que estuviera relacionado con esa paraestatal. Y es creíble, dado el grado de paranoia del presidente Felipe Calderón Hinojosa y su secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, que tratan a los trabajadores de LFC como la peor escoria del país.
Otros dos archivos estaban en la sede central de LFC, en la ciudad de México, y el otro en Nuevo Necaxa. Cuando la Policía Federal ocupó ambas instalaciones se cree que se perdieron los documentos o fueron destruidos.
Uno más está en una comunidad de Hidalgo, del que se ignora cómo se encuentre.
Y el que estaba en la bodega del parque Rafaela Padilla, que se habría destruido por el absurdo de un techo que no quiso arreglar la Secretaría de Cultura.
Fuente
Más allá de que haya dejado de existir la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC), la relevancia de la presa de Nuevo Necaxa es que fue la primera hidroeléctrica de América Latina destinada a la venta de energía eléctrica a particulares, construida por algunos de los ingenieros civiles más destacados en Estados Unidos y Europa, por lo que es parte fundamental del patrimonio edificado. Pese a su importancia, los cinco archivos que relatan el surgimiento de esta obra de infraestructura de principios del siglo XX están extraviados o dañados. Y a eso ha contribuido la Secretaría de Cultura (SC) de Puebla.
Hace cuatro años la Unidad Regional de Culturas Populares le habría mandado un oficio al titular de la SC, Alejandro Montiel Bonilla, advirtiéndole del mal estado del techo de una bodega ubicada en el parque Rafaela Padilla, en donde se había resguardado un importante archivo, que entre otros documentos, contenía unas 10 carpetas con documentos originales relacionados con la creación de la hidroeléctrica de Nuevo Necaxa.
Nunca se hizo caso a ese llamado, y ahora se sabe, por versiones extraoficiales, que muchas piezas de ese archivo se mojaron y acabaron destruidas.
La versión de que los expedientes de Nuevo Necaxa sí se destruyeron cobra vigencia por la actitud autoritaria, cómplice, arbitraria, de Isabel León de la Cruz, la responsable de la unidad de Culturas Populares y representante de Conaculta en el estado, que a lo largo de los dos últimos días ha impedido que un reportero de La Jornada de Oriente entre a la bodega en cuestión o pueda ver los documentos de los que se tiene sospecha que fueron dañados por la filtración de agua de lluvia.
Si la Secretaría de Cultura no tuviera nada que ocultar, la mejor manera de desmentir que se dañó el archivo en cuestión es permitir que se constate por la prensa que está en buen estado.
¿Qué se presume que había en ese archivo relacionado con Nuevo Necaxa?
Quienes alguna vez pudieron consultarlo, señalan que había, entre otros documentos, un decreto por el cual el entonces presidente Porfirio Díaz había enajenado los terrenos en que se construyó la presa y en el cual establecía que si en los siguientes 120 años se perdía la causa de utilidad pública de la presa, entonces se debían regresar los predios a sus dueños originales.
También estaban en ese acervo varias fotografías originales que databan de 1892, de cuando se construyó la presa.
Había otras fotografías y planos de un túnel, que se construyó con capital francés, que quedó en el olvido, debido a que la obra estuvo mal orientada, y entonces se abandonó.
Se contaban con planos originales firmados por Frederick Stark Pearson, el constructor de Nuevo Necaxa, quien a finales del siglo XIX era uno de los ingenieros de mayor prestigio en Estados Unidos, Canadá y Brasil, en donde hizo grandes obras de infraestructura.
Y había una importante curiosidad, una serie de fotografías del concurso “la india más bonita”, que era un certamen de belleza que se organizó entre los núcleos agrarios de la zona de Nuevo Necaxa, también a principios del siglo XX.
Todo eso se pudo haber perdido por la negligencia de la SC de no mandar a tapar unas goteras o buscar una bodega que no tenga dañado el techo.
Es decir, se habría perdido un archivo de un valor fundamental para el estudio del patrimonio edificado por el comportamiento absurdo de la burocracia que domina a la Secretaría de Cultura.
Los archivos de la fundación de Nuevo Necaxa estaban ubicados en cinco sitios, los cuales son:
Uno era el Archivo General de la Nación (AGN), en donde se dice que la mayor parte fue extraído y mandado a la presidencia de la República un año antes de que se emitiera el decreto de extinción de LFC.
Al parecer, quitar de la consulta pública esos documentos en el AGN era parte de la estrategia para intentar nulificar todo lo que estuviera relacionado con esa paraestatal. Y es creíble, dado el grado de paranoia del presidente Felipe Calderón Hinojosa y su secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, que tratan a los trabajadores de LFC como la peor escoria del país.
Otros dos archivos estaban en la sede central de LFC, en la ciudad de México, y el otro en Nuevo Necaxa. Cuando la Policía Federal ocupó ambas instalaciones se cree que se perdieron los documentos o fueron destruidos.
Uno más está en una comunidad de Hidalgo, del que se ignora cómo se encuentre.
Y el que estaba en la bodega del parque Rafaela Padilla, que se habría destruido por el absurdo de un techo que no quiso arreglar la Secretaría de Cultura.
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