México: Desaforadamente

Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)


En algún lugar sombrío, junto al sepulcro de los ideales nacionalistas, en una cripta decadente yacen las letras muertas de la legislación mexicana; y ahí, bajo la lápida del olvido reposa el espíritu de la justicia...

Dicen los que saben, que la teoría y la práctica están separadas por un rango sinuoso y ambiguo, que en ese lapso esquivo deambulan ansias perniciosas y ambiciones perversas, que por eso, en el trayecto del pensamiento a la acción suelen distorsionarse los ideales y que es ahí donde se derrumban las utopías.


El fuero constitucional, el aura legal que actualmente protege a los legisladores ha sido alterado por el mal uso de ese privilegio. Originalmente, el fuero protegía al recinto legislativo y lo hizo inviolable para garantizar el ejercicio libre y pleno de la libertad de expresión de todos los integrantes del Congreso. Gracias al fuero, todos los legisladores podían externar sus opiniones, debatir y expresar sus ideas aunque fueran contrarias al criterio dominante, sin el temor de represalias o castigos. El motivo primigenio del fuero es la defensa y custodia de la libertad de expresión, y en esa lógica, únicamente las ideas trascienden el ámbito judicial, porque el fuero es una burbuja intangible que ampara y protege elementos abstractos como las convicciones y los idearios partidistas; luego entonces, los actos u omisiones de los legisladores tipificados como delitos, por su naturaleza concreta y deleznable no deben incursionar en el ámbito del fuero.


La interpretación tendenciosa de esta figura legal propició el mal uso, el abuso y el exceso del fuero constitucional: hoy por hoy, los legisladores no proponen, no debaten, no argumentan en el Congreso, porque el libre ejercicio de la libertad de expresión ha degenerado en arengas vulgares, en peroratas soeces y diatribas estériles, que deberían castigarse. Llevan el fuero al extremo opuesto de su significado: desaforar significa excederse, eludir todas las medidas y mesuras; así, desaforadamente, los flamantes legisladores ejercen la beligerancia, abusan de sus privilegios, alegan sin control y reducen las funciones legislativas a episodios exacerbados.


Un alegato que se ha extendido a niveles esquizofrénicos es el desafuero del diputado Julio César Godoy Toscano, sobre quien pende la acusación de asociación delictuosa y lavado de dinero. Sus compañeros de bancada, que eludieron las medidas de seguridad para que Godoy Toscano rindiera protesta como diputado, se deslindaron de este polémico personaje y lo expulsaron del partido que lo llevó a la curul, pero ejerciendo desaforadamente el fuero no le retiraron esa protección.


Si alguna vez en la teoría política, el fuero propició la libertad de pensamiento y expresión, ahora en la práctica, es el refugio de una mediocre minoría con escasa autoridad moral que viola, elude y sepulta las leyes en la cripta decadente donde yacen las letras muertas y reposa el espíritu de la justicia…


Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.

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