Se acerca el fin neoliberal

Octavio Quintero (especial para ARGENPRESS.info)


Por tercer año consecutivo el premio Nobel de economía ha sido adjudicado a estudios que se apartan de conceptos dominantes bajo el libre mercado. Los galardonados Peter Diamond, Dale Mortensen y Christopher Pissarides, lo fueron por las investigaciones adelantadas en los últimos años sobre las relaciones que existen entre la producción, la demanda interna y el desempleo.

La teoría del libre mercado, esa que está ahora más cuestionada que nunca, sostiene que las ofertas y las demandas laborales se igualan. Y en virtud de esa teoría, es que se ha introducido una legislación laboral flexible y de salarios pauperizados y se redujeron las conquistas laborales de todo el siglo pasado, con el pretexto de generar empleo.


Pues, bien, los nuevos Nobeles de economía se apartan de esa teoría y, por el contrario, encuentran al cabo de sus largas investigaciones que el desempleo no es el resultado de salarios altos y “rigideces” laborales como las denominan los expertos neoliberales, entre ellos, casi todos los que conforman hoy el equipo económico y social de la administración Santos, empezando por sus ministros de Hacienda, Juan Carlos Echeverri y, Mauricio Santamaría, de Protección Social.


Ojalá este par de altos funcionarios le echaran una mirada a estos estudios de los Nobeles, antes de ir a tomar decisiones sobre el particular, siguiendo la teoría neoliberal que sólo ha contribuido a exacerbar más la situación social de Colombia que se ahoga en el más alto desempleo de los países latinoamericanos, con una tasa de pobreza e indigencia que da vergüenza confesar: 60 por ciento de la población nacional.


En su tradicional columna de El Espectador, la más leída de todas en Colombia en su género, Sarmiento, refiriéndose a la tesis galardonada por la academia noruega, considera que el hecho de que el desempleo no sea un problema de rigideces deja sin piso las soluciones de bajar los costos empresariales, como reprimir los salarios, entregar subsidios al capital, abrir exenciones tributarias o propiciar la revaluación como ha sido el caso de Colombia en la última década, cuando estas políticas se aplicaron en forma intensiva y el desempleo y la informalidad aumentaron. En su lugar, se abren camino las políticas expansivas que aumentan las vacantes, entre las cuales no se descarta la elevación del salario mínimo y la aplicación de subsidios al empleo y la formalización.


Seguramente a la administración Santos le debe caer tan mal Eduardo Sarmiento como a todas las anteriores administraciones, desde el ex presidente Gaviria en adelante (1990-1994), que lo sacaron a gorrazos de la decanatura de los Andes, y le quisieron decretar la muerte intelectual por haberse atrevido desde entonces a cuestionar la teoría del libre mercado.


Pues, hoy en día, para Sarmiento debe ser motivo de gran orgullo intelectual, que sus tesis coincidan con los últimos Nobeles de economía.


Es una lástima que tan excelso investigador colombiano, un ingeniero que por empirismo ha llegado a dominar como el que más la ciencia económica, no hubiera tenido el apoyo institucional de la academia colombiana para haber impulsado en el campo internacional su pensamiento, plasmado ya en cerca de 18 libros publicados desde entonces. Por el contrario, si algo ha buscado el establecimiento colombiano, dominado por esa cosecha neoliberal que surgió a la sombra del ‘chicagoboy’ Rodrigo Botero, el ministro de Hacienda de la administración López Michelsen (1974-1978), es acallar a Sarmiento; relegarlo, ridiculizarlo y borrarlo de la faz académica nacional.


No han podido, y ya no pudieron. Para rabia de la cobarde envidia, Sarmiento es hoy en día el pensador social de más vasta proyección internacional, como se lo reconocen ya plataformas académicas de la altura de las que anualmente se congregan en Cuba y Argentina.


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