Ecos de la marcha; el aplauso rompió el silencio

María Luisa Vivas


MÉXICO, D.F., 9 de mayo (apro).- Alrededor de las 16:00 horas los aplausos rompieron el silencio de la Marcha por la Paz convocada por el poeta Javier Sicilia. Habían pasado cuatro días, desde que un contingente no mayor al medio millar de personas partió de Cuernavaca, Morelos, con destino a la Ciudad de México para exigir un cambio en la fallida estrategia anticrimen impulsada por el presidente Felipe Calderón.
A lo largo de los 89 kilómetros que separan a la capital de Morelos con el Distrito Federal cientos de personas se fueron uniendo al contingente. Ayer domingo, miles llegaron al zócalo de la Ciudad de México --80 mil según cifras oficiales del gobierno local--, quienes con sus aplausos terminaron con el murmullo silencioso que no necesitó de arengas para hacerse escuchar no sólo en la Plaza de la Constitución, sino en más de 20 ciudades del país y en 17 metrópolis del extranjero.
Encabezada por el poeta Javier Sicilia, cuyo hijo Juan Francisco fue ejecutado junto con seis personas más en Temixco, Morelos, el pasado 28 de marzo, la marcha de ayer domingo unió a familias completas que salieron a las calles, la mayoría vestidas de blanco, para apoyar la protesta y una sola petición: No más sangre.
No hubo tortas ni refrescos al finalizar la caminata, ni listas de asistencia que confirmar; quienes asistieron a la marcha lo hicieron por voluntad propia, convocados por el hartazgo y el temor contra la inseguridad; hubo quien desde su casa llevó cargando un costal de naranjas para repartirlas entre la multitud que caminó bajo los rayos de sol, sin importar que los niveles de radicación solares estuvieran elevados.
Amigos, familiares y personalidades como el sacerdote Alejandro Solalinde, el activista Julián Lebarón, un mormón del estado de Chihuahua, o el periodista y escritor Vicente Leñero, acompañaron al poeta Javier Sicilia y su esposa en tramos del trayecto al Zócalo.
No todos partieron de Ciudad Universitaria a las ocho de la mañana. Varios se fueron sumando a lo largo del camino, sobre avenida Universidad, en el circuito interior y en el Eje Central.
Afuera de las estaciones del metro por las que pasó la marcha, algunos esperaban para unirse a la movilización.
Con pancartas improvisadas en cartulinas, en hojas de papel, incluso en la ropa que sirvió de lienzo la gente plasmó sus demandas: “No + sangre”, “Ni un muerto más”, “¡Estamos hasta la madre!” “Ni una bala más. Mi propuesta, más cultura y educación” “Los niñ@s en México exigimos: No + sangre”, entre muchas otras.
No importó el nivel social ni educativo. Permeó la diversidad y también la tolerancia. Estaban presentes los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), los de México Unido Contra la Delincuencia; “la gente bien” junto a los no tan afortunados, bajo el mismo sol, con la misma consigna: “¡Estamos hasta la madre!”
Se trató de una expresión ciudadana, había familias completas, abuelas tomadas de las manos con sus nietos, pancarta en mano y, eso sí, con sombrero o gorra para mermar un poco el calor.
Hubo quienes no marcharon y sólo caminaron un tramo, otros se adelantaron a la vanguardia de la marcha y al llegar al zócalo se retiraron antes de que ésta arribara a la plancha.
También estuvieron los que desde las azoteas de sus casas, edificio, balcón o ventana lanzaron palabras de apoyo a la movilización, a Javier Sicilia y cada una de ellas fue agradecida con un aplauso, con un gesto de gratitud y con el puño levantado.

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