México: Después del debate
miércoles, 9 de mayo de 2012
¿Quién
ganó el debate? Tal es la interrogante que permanece a la orden del día
y las respuestas están determinadas en buena medida por la simpatía y
hasta cercanía que tenga el encuestado con uno u otro de los candidatos
presidenciales y sus partidos, o con ninguno.
Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)
Lo
trascendente, me parece, es la movilización y las giras mediáticas que
hacen los candidatos y sus equipos de campaña para posicionar en el
imaginario colectivo la idea de que su abanderado salió mejor librado.
Mas el juicio que mejor permeará en la ciudadanía tendrá relación
directa con las cantidades de dinero que también se inyecten a los
grandes consorcios de la comunicación televisiva, radiofónica e impresa,
tanto por vías lícitas como ilícitas. Y algunos de los propagandistas
de uno de los cuatro candidatos son expertos en el manejo de dinero en
efectivo, en forma nada transparente a la hora de rendir cuentas al
jefe.
Posicionada la
idea de que el debate lo ganó fulano o zutana, sigue la valoración vía
las encuestas que empezarán a conocerse el viernes 10 –no las
superficiales muestras telefónicas que hicieron algunos diarios con tal
de “ganar la de ocho”–, para dar paso a lo que más debería importar:
¿Cuántos puntos porcentuales perdió el candidato puntero Enrique Peña
Nieto, como incluso los intelectuales orgánicos de Televisa ya prevén.
¿A la cuenta de quién se abonarán? Voces diversas ya se los cargan al
candidato de la presidenta vitalicia del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación y propietaria del Partido Nueva Alianza,
enseguida de que se reveló como un extraordinario conservador la noche
del 6, y ahora anuncia sin inmutarse: “Me da vergüenza el sindicalismo”.
Por lo visto se la aguanta muy bien y no precisamente por razones
ambientalistas.
Justamente
de quitarle puntos porcentuales a Peña Nieto se trataba la tarea
principal de las 20 a las 22 horas del domingo. No tanto de mostrar las
cualidades intelectuales, las dotes como expositor, la pertinencia de
las propuestas programáticas y la capacidad de persuasión. Menos todavía
si, como ya se estima, el debate apenas alcanzó los 10 puntos de
rating, superior al juego de futbol que tanto interesaba en términos
monetarios a Ricardo Salinas Pliego, pero inferior al primer debate de
2000 y de 2006. Es decir, básicamente pudo ser visto por el “circulo
rojo”, los enterados e informados de la ciudadanía.
El
candidato o la candidata que repunte en las preferencias ciudadanas y
tenga la capacidad y la maquinaria partidista para aprovecharlo, así sea
por uno o dos puntos porcentuales, será el ganador del todavía más
importante posdebate, pero ello estará determinado por su capacidad
económica y comunicacional para convencer a los electores a través de
los medios. Y éste no es el caso del candidato de la temida y temible
Elba Esther Gordillo.
Los
contundentes golpes de Andrés Manuel López Obrador dirigidos al
candidato del Partido Revolucionario Institucional –“Ponce está en la
cárcel desde hace ocho años, Bejarano estuvo en la cárcel y usted está
aquí”, además de la exhibición de sus vínculos orgánicos con el Grupo
Atlacomulco, Carlos Salinas y Televisa–, evidenciaron también que
Enrique Peña no es sólo uno de los productos de la dictadura mediática
que obstruye el desarrollo nacional, sino un destacado actor político en
pleno aprendizaje y desenvolvimiento. Tanto es así que Leo Zuckermann
preguntó en su programa televisivo La Hora de Opinar: “¿Por qué no lo
sueltan?”. La pregunta adecuada es quién lo tiene “amarrado”.
Los
opositores de Peña Nieto aún están a tiempo de revisar la caricatura
que hicieron de él. Es sabido que subestimar al adversario constituye un
gravísimo error político.
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