Traición a conquistas laborales
Ignominia legislativa
Martín Esparza Flores
Revista Siempre!
Sería pertinente que la mayoría de los
legisladores, sobre todo del PRI y del PAN, incluyeran en su dieta
cotidiana una porción de la realidad nacional para entender las
consecuencias que sus irresponsables decisiones tienen sobre la vida de
millones de mexicanos.
Es hora de preguntarnos: ¿en qué momento
se extravió la dignidad y la vergüenza legislativa en nuestro país?
¿Cómo es posible que los supuestos representantes del pueblo acuchillen
por la espalda y a mansalva a quiénes han depositado en ellos su
confianza para la salvaguarda del bienestar de sus familias?
Quienes desde su privilegiado espacio
parlamentario han alentado la contrarreforma laboral de Felipe Calderón
han puesto de rodillas a millones de trabajadores ante la clase
empresarial, y les han negado un futuro laboral, basado en la seguridad
social, a millones de jóvenes. Es lamentable y vergonzoso que nuestro
país haya retrocedido cien años en sus conquistas sociales por la
ignominiosa decisión de un puñado de lacayos que han olvidado la función
esencial de un legislador, y que ni por asomo recuerdan o han leído
siquiera la valentía y honestidad de auténticos representantes del
pueblo como Belisario Domínguez y otros tantos que dieron a México una
Constitución como la de 1917.
Aniquilar los postulados sociales del
artículo 123 es pisotear la memoria de miles de obreros que en el siglo
pasado pagaron con su sangre las conquistas laborales que ahora, en
aras de la defensa de un modelo neoliberal que intenta cargar los costos
de la crisis económica a los que menos tienen, son borradas por una
caterva de pillos que ni siquiera en charlas de sobremesa han oído
hablar de las sangrientas huelgas de Cananea y Río Blanco.
Hace casi cien años, durante los
trabajos del constituyente de 1917, en Querétaro, un diputado
guanajuatense, Luis Fernández Martínez, dejó plasmadas en el diario de
los debates, algunas palabras que hoy deberían ser motivo de vergüenza
para los que hicieron trizas los derechos laborales de la clase
trabajadora, plasmados en el artículo 123 por esos legisladores que
supieron cumplir a cabalidad con su papel en la historia.
Fernández, señaló entonces: “…los que
hemos estado al lado de esos seres que trabajan, de esos seres que
gastan sus energías, que gastan su vida para alimentar a sus hijos; los
que hemos visto esos sufrimientos, esas lágrimas, tenemos la obligación
imprescindible de venir aquí, ahora que tenemos la oportunidad, a
dictar una ley y a cristalizar en esa ley los anhelos y las esperanzas
del pueblo de México”.
Y así como la historia plasmó en letras
de oro la labor patriótica de los constituyentes del 17, los nombres de
quienes ahora han traicionado al pueblo, de manera artera y cobarde,
deben ser exhibidos en las plazas públicas para que quienes resulten
afectados con sus arbitrarias decisiones conozcan el rostro de sus
verdugos.
El 20 de junio pasado, el todavía
candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, se comprometió con líderes afines
a su partido a “no legislar a espaldas de los intereses de los
trabajadores” y respetar sus conquistas cuando enviara su iniciativa
laboral. Los hechos muestran todo lo contrario: a ningún trabajador se
le tomó parecer, y los priistas terminaron por avalar una iniciativa
panista, pensado erróneamente que los electores les dieron un cheque en
blanco para aniquilar las conquistas sociales de la clase trabajadora.
Ahora tendrán que atenerse no sólo al
juicio de la historia sino al repudio y a la movilización de millones de
trabajadores, pues su desaseado proceder sólo tiene un nombre: traición
a la patria.
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