Calderón y Peña, inmersos en la ilegitimidad

Calderón y Peña, inmersos en la  ilegitimidad
Es muy obvio que Peña Nieto no se andará con medias tintas para lograr los fines que tiene programados junto con la oligarquía

Revista EMET


El sexenio de Felipe Calderón termina del mismo modo que comenzó: con temor a la ciudadanía por la ilegitimidad de su asunción al poder. Tal temor ahora está justificado, al finalizar su sangrienta gestión, por los resultados pero no porque el pueblo agraviado pretendiera tomar justicia. No hay indicios de que una cosa así pudiera llegar a suceder. A menos que se tuviera información de actos de provocación, que no provendrían del pueblo.
          
Tal decisión, que Jesús Murillo Karam achaca a autoridades federales, patentiza el divorcio entre el “gobierno” de Calderón y la sociedad mayoritaria, pero también refleja igual actitud del nuevo ocupante de Los Pinos. A menos que no tenga todavía una mínima posibilidad de tomar decisiones que ya le competen, lo que se antoja inaceptable. El hecho contundente es que la clase política en el poder se sabe muy distante de la población y toma sus providencias, de conformidad con lo que le dicta su torcida conciencia.
          
Como quiera que sea, nada justifica el cerco tan aberrante a la Cámara de Diputados que afecta a miles de ciudadanos en varios kilómetros a la redonda. Sí en cambio demuestra el gravísimo retroceso histórico del país luego de tres décadas de férreo conservadurismo. Estamos reviviendo hechos de hace una centuria, como si el tiempo se hubiera detenido en el porfiriato. Tal realidad es improcedente porque México es otro país muy distinto, aunque sólo en su estructura social y económica, no en el modo de ejercer el poder.
          
Si la orden de cercar el recinto camaral vino de Calderón o de Peña Nieto es irrelevante, pues lo definitivo es que ambos están inmersos en las consecuencias y para los afectados da lo mismo uno que otro. Aunque desde luego es más preocupante que la orden viniera del equipo de quien tomará posesión el sábado primero de diciembre: estaría demostrando el estilo que adoptará en sus relaciones con las clases mayoritarias. Así se confirmaría que no hay empacho en tomar decisiones de corte fascista, al fin que lo que importan son los resultados, no los medios para alcanzarlos.
          
Es muy obvio que Peña Nieto no se andará con medias tintas para lograr los fines que tiene programados junto con la oligarquía. Lo dijo muy claro en el artículo que con su firma apareció en el diario conservador estadounidense “The Washington Post”, en el que hizo hincapié en demostrar su estrategia entreguista: “Tenemos que fortalecer y ampliar nuestros profundos vínculos económicos, sociales y culturales. Es un error limitar nuestra relación a preocupaciones de drogas y seguridad. Nuestros intereses mutuos son demasiado vastos y complejos para ser limitados de esta manera de corto alcance”.
          
Pero profundizar una estrategia de largo alcance como la que presupone, sólo podrá lograrse mediante una plena disposición para actuar conforme a las directrices de la Casa Blanca, motivo por el que se compromete a “abrir el sector energético de México a la inversión privada nacional y extranjera”, tal como en sus tiempos lo hizo Porfirio Díaz para asegurar el apoyo a su régimen de las principales potencias de la época. Luego así procederían, con ese mismo impulso entreguista, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, usando los recursos naturales del país como patrimonio propio y moneda de cambio para mantenerse en el poder.
          
Calderón ya hizo su parte y se va, tal como llegó, por la puerta de atrás de la Cámara de Diputados, habiendo disfrutado hasta el último minuto de su mandato a extremos inauditos, una extraordinaria riqueza que al paso del tiempo se irá conociendo, y con un irrefrenable deseo de prolongar el sexenio como lo demuestra su incansable afán de aparecer en la televisión inaugurando obras inconclusas, haciendo recomendaciones a Peña Nieto, recibiendo los interesados aplausos de su cada vez  más reducido número de incondicionales.
          
Lo más extraordinario es que el país todavía aguante otro “gobierno” más de prevaricación y traiciones impunes, pues Peña Nieto ya dijo: “daremos la bienvenida a nuevas tecnologías, nuevas asociaciones y nuevas inversiones. Junto con Estados Unidos Y Canadá, esto muy bien podrá contribuir a garantizar la independencia energética de América del Norte”. Por supuesto, la de Estados Unidos y Canadá, a costa de una mayor dependencia de México que desgraciadamente no garantizará ni siquiera un menor número de pobres en el país, sino todo lo contrario.

Como el futuro del país se mira sombrío, el grupo en el poder toma sus providencias y se protegerá con todos los recursos a su alcance, tal como lo demuestra con su pánico inexplicable a una turba que sería incapaz de organizarse para hacerse justicia. Aun así, en los años venideros veremos que las fuerzas represivas serán un escudo firme, no porque Peña Nieto suponga que sufrirá ataques del pueblo, sino porque así se lo dicta su conciencia.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
 

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