EL FÚTBOL Y LA FAMILIA
La sociedad creó una barrera individualista y personalizada que obstaculiza la comunicación y convivencia familiar, resaltó Ricardo Trujillo Correa, de la Facultad de Psicología.
Boletín UNAM-DGCS-365 / Ciudad Universitaria / 17 de junio de 2010
Hace poco más de un mes, el sudafricano Bigboy Cherevere llegó a casa con ganas de ver el partido del Barcelona-Arsenal y encontró a sus hijos frente al televisor; furioso porque no lo dejaban presenciar los históricos cuatro goles que Lionel Messi anotó en esa jornada, tuvo tal disputa con su esposa que todo acabó en divorcio.
“Muchos podrían decir que el fútbol aleja a las familias y a las parejas, pero es injusto culpar al deporte en sí; esto se debe más bien a la creciente tendencia individualista que experimenta la sociedad posmoderna que, como si portara un iPod con todo y audífonos, ha comenzado a crear una barrera que obstaculiza la comunicación y convivencia en el núcleo familiar”, señaló Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La familia, desde hace más de 50 años, se encuentra en un lento proceso de fragmentación, pero no por el balompié ni por los entretenimientos, sino porque puso de lado al espacio público, que en un primer momento eran la calle y la plaza, para descender en una espiral cada vez más cerrada en la que, incluso, la intimidad de la sala del hogar no proporciona el suficiente aislamiento, añadió.
Antes, ir al estadio era una experiencia vinculante, comunitaria y familiar, y los padres, hijos, amigos y parejas esperaban con ansías el domingo para disfrutar del juego. Hoy, por el contrario, se disparan en el mundo las ventas de televisores de plasma y lcd, pues los aficionados actuales prefieren espacios cerrados que simulen la experiencia de “estar en medio del partido”, pero con “sonido envolvente” y en “alta definición”.
“Un ejemplo en el que el promocional se adelanta a la realidad es ese comercial de cerveza que caricaturiza a los hombres al dibujarlos como seres capaces de romper con sus parejas durante el mes que dura la Copa. Esto evidencia la capacidad actual de desvinculación por el entretenimiento, y pese a ello, el comercial irónicamente termina diciendo: ‘El fútbol nos une’”, expuso.
“Al no existir ya lo común (menos con audio y video), sólo aspiramos a portar nuestra propia experiencia individualizada, porque la máxima reza: “Cada quien es dueño de hacer su propia vida”. Por eso, si no te gusta lo que estás viendo, sólo tienes que ir a tu cuarto para sintonizar la transmisión de tu gusto, o en el caso de Bigboy, cambiar de familia”.
El problema, por tanto no es el fútbol, sino el vínculo social que hemos establecido en el que predomina el individuo y la “privatización de la afectividad”, porque aunque los analistas digan que se trata de un deporte de masas, la realidad es que las “nuevas experiencias Hi-fi en tercera dimensión” son una suerte de estadios personalizados con palcos individuales, en vez de familiares.
Esto se puede constatar en otros espacios sociales, como el transporte público, donde cada quien mira hacia dentro: escuchando, leyendo y evitando en lo posible el contacto afectivo y físico, indicó.
Así como Bigboy Cherevere exigía ver el partido de Barcelona sin importarle que fuera la hora del programa favorito de sus hijos, el tiempo del fútbol se ha vuelto para muchos una suerte de espacio propio que no admite concesiones ni negociaciones; si alguien más se quiere integrar, debe plegarse a lo que dicte el dueño del control remoto, y si no le parece, pues es hora de buscar diversión en otra parte, subrayó Trujillo Correa.
“Si nadie quiere compartirlo contigo no hay problema, la sala de televisión es muy amplia, y oscura y la experiencia del home theater te hace sentir que estás en el estadio, en medio de la multitud vociferante, aunque en realidad estás solo”, acotó.
Para concluir, el profesor señaló que por más que se atribuya al fútbol la separación de las familias, o incluso a la cada vez más absorbente tecnología, en realidad la responsable es la tendencia cultural que nos aísla.
Por ello, el académico sugirió a la sociedad mantenerse alerta e invertir la espiral, es decir, regresar el espacio público y a la convivencia social, no vaya a ser que terminemos como Bigboy Cherevere, que se quedó sin familia, pero eso sí, al final pudo ver la histórica goleada de Messi contra el Arsenal.
Fuente
Boletín UNAM-DGCS-365 / Ciudad Universitaria / 17 de junio de 2010
Hace poco más de un mes, el sudafricano Bigboy Cherevere llegó a casa con ganas de ver el partido del Barcelona-Arsenal y encontró a sus hijos frente al televisor; furioso porque no lo dejaban presenciar los históricos cuatro goles que Lionel Messi anotó en esa jornada, tuvo tal disputa con su esposa que todo acabó en divorcio.
“Muchos podrían decir que el fútbol aleja a las familias y a las parejas, pero es injusto culpar al deporte en sí; esto se debe más bien a la creciente tendencia individualista que experimenta la sociedad posmoderna que, como si portara un iPod con todo y audífonos, ha comenzado a crear una barrera que obstaculiza la comunicación y convivencia en el núcleo familiar”, señaló Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La familia, desde hace más de 50 años, se encuentra en un lento proceso de fragmentación, pero no por el balompié ni por los entretenimientos, sino porque puso de lado al espacio público, que en un primer momento eran la calle y la plaza, para descender en una espiral cada vez más cerrada en la que, incluso, la intimidad de la sala del hogar no proporciona el suficiente aislamiento, añadió.
Antes, ir al estadio era una experiencia vinculante, comunitaria y familiar, y los padres, hijos, amigos y parejas esperaban con ansías el domingo para disfrutar del juego. Hoy, por el contrario, se disparan en el mundo las ventas de televisores de plasma y lcd, pues los aficionados actuales prefieren espacios cerrados que simulen la experiencia de “estar en medio del partido”, pero con “sonido envolvente” y en “alta definición”.
“Un ejemplo en el que el promocional se adelanta a la realidad es ese comercial de cerveza que caricaturiza a los hombres al dibujarlos como seres capaces de romper con sus parejas durante el mes que dura la Copa. Esto evidencia la capacidad actual de desvinculación por el entretenimiento, y pese a ello, el comercial irónicamente termina diciendo: ‘El fútbol nos une’”, expuso.
“Al no existir ya lo común (menos con audio y video), sólo aspiramos a portar nuestra propia experiencia individualizada, porque la máxima reza: “Cada quien es dueño de hacer su propia vida”. Por eso, si no te gusta lo que estás viendo, sólo tienes que ir a tu cuarto para sintonizar la transmisión de tu gusto, o en el caso de Bigboy, cambiar de familia”.
El problema, por tanto no es el fútbol, sino el vínculo social que hemos establecido en el que predomina el individuo y la “privatización de la afectividad”, porque aunque los analistas digan que se trata de un deporte de masas, la realidad es que las “nuevas experiencias Hi-fi en tercera dimensión” son una suerte de estadios personalizados con palcos individuales, en vez de familiares.
Esto se puede constatar en otros espacios sociales, como el transporte público, donde cada quien mira hacia dentro: escuchando, leyendo y evitando en lo posible el contacto afectivo y físico, indicó.
Así como Bigboy Cherevere exigía ver el partido de Barcelona sin importarle que fuera la hora del programa favorito de sus hijos, el tiempo del fútbol se ha vuelto para muchos una suerte de espacio propio que no admite concesiones ni negociaciones; si alguien más se quiere integrar, debe plegarse a lo que dicte el dueño del control remoto, y si no le parece, pues es hora de buscar diversión en otra parte, subrayó Trujillo Correa.
“Si nadie quiere compartirlo contigo no hay problema, la sala de televisión es muy amplia, y oscura y la experiencia del home theater te hace sentir que estás en el estadio, en medio de la multitud vociferante, aunque en realidad estás solo”, acotó.
Para concluir, el profesor señaló que por más que se atribuya al fútbol la separación de las familias, o incluso a la cada vez más absorbente tecnología, en realidad la responsable es la tendencia cultural que nos aísla.
Por ello, el académico sugirió a la sociedad mantenerse alerta e invertir la espiral, es decir, regresar el espacio público y a la convivencia social, no vaya a ser que terminemos como Bigboy Cherevere, que se quedó sin familia, pero eso sí, al final pudo ver la histórica goleada de Messi contra el Arsenal.
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