El Estado fallido y la intervención: legado de Calderón
Alejandro Robledo Flores
Hace algunas semanas, en Washington, la Secretaria de Estado de EUA Hillary Clinton hizo una declaración que causó polémica y tensó las relaciones binacionales entre aquel país y México: señaló que la violencia que se vive actualmente en nuestro país es similar a la que vivió Colombia en los años 80, y sugirió que al igual que en Colombia se debe combatir la “insurgencia de los cárteles”. Hubo quienes se escandalizaron por la comparación, a pesar de que la guerra contra la delincuencia organizada en México registra alrededor de 30 mil muertos, importantes pérdidas económicas y sobre todo, mantiene en un estado de miedo a la mayoría de los mexicanos.
Es verdad que estamos en una situación como Colombia: instituciones de seguridad infiltradas, la delincuencia, y sus ramificaciones, como fuente de empleo y la percepción que el Estado cada vez pierde más autoridad frente a los delincuentes que se han adueñado de ciudades enteras.
Pero lo más preocupante de las declaraciones de Hillary Clinton fue la aceptación tácita de algunas cuestiones que per se, son peligrosas: 1. El visto bueno y el apoyo a Calderón para que siga combatiendo problema del narcotráfico militarmente. 2. Encuadrar a la delincuencia con la disidencia clasificando como insurgentes a los grupos delictivos y 3. Por la comparación, reconoce que México se encamina a ser un Estado fallido; según Chomsky “Estado fallido es aquel que carecen de capacidad o voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia, incluso de la destrucción y se consideran más allá del alcance del derecho nacional e internacional; su grave déficit democrático priva a sus instituciones de auténtica sustancia.”
La guerra contra la delincuencia iniciada por Calderón parece no tener pies ni cabeza, son sólo tumbos de una política de seguridad equívoca que permite que siga creciendo la violencia. En este aumento, la población civil se ve afectada de manera directa, hay ataques “terroristas” y ciudades enteras dominadas por el crimen organizado. La estrategia ha sido señalada por expertos como errónea, parte de ese error es el hecho de utilizar al ejército para hacer labores de policía e investigación.
Pero no sólo el presidente arrastró a los mexicanos a una guerra sin estrategia, desde que inició su gobierno ha comprometido la soberanía del país, y cada vez se hace más latente la posibilidad de una intervención directa de “apoyo” a la lucha contra el narcotráfico por parte de EUA, hasta ahora ésta ha sido indirecta, con asesorías, recursos y entrenamiento, avalado esto por los acuerdos bilaterales que en los últimos años, sobre todo en los sexenios de Fox y Calderón, se han hecho, como el Plan Mérida y el Comando Norte.
En el año 2009 Obama visitó México, justo cuando estaba la crisis de la influenza, la agenda bilateral con Calderón giró en torno a la estrategia para mantener la esfera de seguridad de EUA. Obama anunció como parte de esta estrategia la movilización de 2 mil soldados de la guardia nacional a la frontera con México -equipados con armamento de alta tecnología e integradas en su mayoría por ex soldados de las guerras de Irak y Afganistán-, más fondos económicos para el Plan Mérida, y acordar la entrada de México al Comando Norte (CN).
El Comando Norte es una estrategia militar de seguridad dictada por EUA después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en la que se incluye a México en la esfera de seguridad. Incluye cooperación para la seguridad, venta de armamento, entrenamiento y “coordinación militar”, así como suministrar inteligencia y contrainteligencia, y lógicamente la subordinación del ejército mexicano al Pentágono. La entrada de México al Comando Norte fue aceptada por Vicente Fox y su canciller Jorge G. Castañeda, para que entrara en vigor en años posteriores. Ahora le corresponde a Calderón hacerlo realidad.
El Comando Norte fue creado por el Pentágono y la CIA en 2002 para “defender” a América del Norte de “enemigos” no convencionales. Los esquemas de seguridad de este plan contienen principios de guerra de cuarta generación, teoría en la que se contempla la “guerra preventiva” y la restricción de las libertades sociales como arma.
Parte de las fuerzas armadas mexicanas son adiestradas por CN en guerra irregular con la idea de que el enemigo puede ser cualquier civil, pues vive entre ellos. Las experiencias acumuladas en los combates urbanos en Irak son enseñadas en los adiestramientos a militares mexicanos. Por ello hemos visto como son más frecuentes los abusos del ejército y marina, y las muertes de civiles que son confundidos con delincuentes.
El entrenamiento de EUA a fuerzas militares mexicanas lo dio a conocer el jefe del Comando Norte, General Gene Renaut, además dijo que existen nuevos acuerdos de cooperación para el intercambio de inteligencia con la Secretaría de Defensa Nacional.
Otro de los acuerdo bajo los que ha estado actuando Calderón en la guerra es el Plan Mérida en su primera fase, es el mismo proyecto que el Plan Colombia, sólo cambia el tiempo. Es un plan intervencionista en el que lo más importante es lo militar: dotar de armamento a los ejércitos locales y coordinarlos, las acciones de Calderón están sustentadas en esta lógica, de ninguna manera se pretende combatir el narcotráfico con la cooperación para el desarrollo, ni como un problema de salud para erradicar la demanda de drogas.
Calderón nos lleva a transitar por el Plan Mérida que es un compendio de medidas reactivas diseñado para México como parte del espacio de seguridad de EUA, somete la soberanía nacional y la subordina a la seguridad interna de EUA. En la primera fase de este Plan se invertirán 1,600 millones de dólares en 3 años, para compra de armamento y tecnología militar.
Para darnos cuenta del destino y fracaso que tendrá el Plan Mérida en México sólo falta ver los resultados de su simil Plan Colombia en el cual se han invertido más de 5 mil millones de dólares en 10 años. El combate al narcotráfico en el país suramericano no se ganó, por el contrario, aumentó; según la Universidad Nacional con sede en Bogotá desde la implementación del Plan hace 10 años la producción de cocaína va en aumento en un 6% anual, la tierra para cultivarla aumentó en 27%, por ello el 90% de la cocaína que se consume en EUA es producida en Colombia.
Una de las líneas del Plan Colombia, y objetivos reales desde su implementación en el gobierno de Andrés Pastrana y hasta Álvaro Uribe, fue combatir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más grande y antigua de América Latina y fuerza militar de oposición que siempre represento un peligro para el gobierno colombiano.
Poco antes de la implementación del Plan la situación de violencia era crítica, pues bajo el auspicio de los gobiernos neoliberales y de derecha se crearon en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupos paramilitares y de extrema derecha auspiciados por terratenientes y capos, y apoyados por el aparato de inteligencia del gobierno para realizar labores de contrainsurgencia contra organizaciones rebeldes de izquierda como las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Las AUC fueron utilizadas dentro del esquema del Plan Colombia, posteriormente fueron desmovilizadas a causa de la presión internacional, pero se permitió que naciera una generación nueva de grupos armados vinculados al narcotráfico. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) la mayor fuente de violencia en Colombia son los grupos paramilitares que están presentes ya en 29 de 32 departamentos (Estados) de Colombia. Entre estos grupos están las Águilas Negras y Rastrojos.
En el interés de combatir a los grupos rebeldes y de controlar la producción de la droga, Colombia vivió una guerra intestina entre gobierno y narco-paramilitares recrudecida por la intervención de militares estadounidenses y sus estrategias, en medio estaba la población civil sufriendo el mayor daño. Según el Ministerio de Planeación de Colombia hay 3 millones de desplazados a causa de la violencia y 210 mil desaparecidos muchos de los cuales se encuentran en fosas comunes como La Macarena, así lo hace constar un informe de Indepaz.
Colombia en pocos años gracias al Plan ha multiplicado la capacidad de fuego del ejército por 10, pero los índices de marginación y pobreza no han bajado y las condiciones de vida de millones de colombianos se volvieron más precarias.
En México ya se registran grupos de este tipo en algunas regiones de la República, inclusive se promueven desde el poder, tal como lo hizo el alcalde de San Pedro, Nuevo León, Mauricio Fernández al crear su “Grupo Rudo”, o en zonas de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde la permisividad del gobierno federal, su estrategia equivocada y su aceptación de tratados injerencistas de “seguridad regional”, crean las condiciones para que pase en México lo que Colombia empezó a vivir hace un par de décadas.
Calderón nos conduce a una guerra sin cuartel que tiene implícitos motivos políticos, el querer legitimarse, pues al inicio de su gestión y hasta el momento millones de mexicanos lo consideran espurio. Calderón ha aprovechado la situación de inseguridad y el estado de sitio en el que está el país en beneficio suyo y de su partido para golpear y someter organizaciones obreras y sindicales como el SME, así como para sacar ventajas electorales y políticas como lo es el caso del Michoacanazo.
Con el PAN en el gobierno federal la relación bilateral ha sido transformada ya en una relación de protectorado.
Apoyándose en convenios y planes militares que sólo beneficia a EUA, Calderón quiere encaminar al país a un conflicto de largo plazo que permita mantener la militarización; ya lo han anunciado los mandos castrenses -el ejército podría estar entre 5 y 10 años más en la calle “encabezando” la guerra contra la delincuencia- que ha tenido un alto costo, donde la sociedad civil pone muchos de los muertos, EUA pone las armas para los bandos, y Felipe Calderón su empecinamiento por sostener esta estrategia, después de que su gobierno perdió avasalladoramente la guerra contra la pobreza y la marginación...
e-mail: alexrobledof@hotmail.com
twitter. @alexrobledof
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Hace algunas semanas, en Washington, la Secretaria de Estado de EUA Hillary Clinton hizo una declaración que causó polémica y tensó las relaciones binacionales entre aquel país y México: señaló que la violencia que se vive actualmente en nuestro país es similar a la que vivió Colombia en los años 80, y sugirió que al igual que en Colombia se debe combatir la “insurgencia de los cárteles”. Hubo quienes se escandalizaron por la comparación, a pesar de que la guerra contra la delincuencia organizada en México registra alrededor de 30 mil muertos, importantes pérdidas económicas y sobre todo, mantiene en un estado de miedo a la mayoría de los mexicanos.
Es verdad que estamos en una situación como Colombia: instituciones de seguridad infiltradas, la delincuencia, y sus ramificaciones, como fuente de empleo y la percepción que el Estado cada vez pierde más autoridad frente a los delincuentes que se han adueñado de ciudades enteras.
Pero lo más preocupante de las declaraciones de Hillary Clinton fue la aceptación tácita de algunas cuestiones que per se, son peligrosas: 1. El visto bueno y el apoyo a Calderón para que siga combatiendo problema del narcotráfico militarmente. 2. Encuadrar a la delincuencia con la disidencia clasificando como insurgentes a los grupos delictivos y 3. Por la comparación, reconoce que México se encamina a ser un Estado fallido; según Chomsky “Estado fallido es aquel que carecen de capacidad o voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia, incluso de la destrucción y se consideran más allá del alcance del derecho nacional e internacional; su grave déficit democrático priva a sus instituciones de auténtica sustancia.”
La guerra contra la delincuencia iniciada por Calderón parece no tener pies ni cabeza, son sólo tumbos de una política de seguridad equívoca que permite que siga creciendo la violencia. En este aumento, la población civil se ve afectada de manera directa, hay ataques “terroristas” y ciudades enteras dominadas por el crimen organizado. La estrategia ha sido señalada por expertos como errónea, parte de ese error es el hecho de utilizar al ejército para hacer labores de policía e investigación.
Pero no sólo el presidente arrastró a los mexicanos a una guerra sin estrategia, desde que inició su gobierno ha comprometido la soberanía del país, y cada vez se hace más latente la posibilidad de una intervención directa de “apoyo” a la lucha contra el narcotráfico por parte de EUA, hasta ahora ésta ha sido indirecta, con asesorías, recursos y entrenamiento, avalado esto por los acuerdos bilaterales que en los últimos años, sobre todo en los sexenios de Fox y Calderón, se han hecho, como el Plan Mérida y el Comando Norte.
En el año 2009 Obama visitó México, justo cuando estaba la crisis de la influenza, la agenda bilateral con Calderón giró en torno a la estrategia para mantener la esfera de seguridad de EUA. Obama anunció como parte de esta estrategia la movilización de 2 mil soldados de la guardia nacional a la frontera con México -equipados con armamento de alta tecnología e integradas en su mayoría por ex soldados de las guerras de Irak y Afganistán-, más fondos económicos para el Plan Mérida, y acordar la entrada de México al Comando Norte (CN).
El Comando Norte es una estrategia militar de seguridad dictada por EUA después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en la que se incluye a México en la esfera de seguridad. Incluye cooperación para la seguridad, venta de armamento, entrenamiento y “coordinación militar”, así como suministrar inteligencia y contrainteligencia, y lógicamente la subordinación del ejército mexicano al Pentágono. La entrada de México al Comando Norte fue aceptada por Vicente Fox y su canciller Jorge G. Castañeda, para que entrara en vigor en años posteriores. Ahora le corresponde a Calderón hacerlo realidad.
El Comando Norte fue creado por el Pentágono y la CIA en 2002 para “defender” a América del Norte de “enemigos” no convencionales. Los esquemas de seguridad de este plan contienen principios de guerra de cuarta generación, teoría en la que se contempla la “guerra preventiva” y la restricción de las libertades sociales como arma.
Parte de las fuerzas armadas mexicanas son adiestradas por CN en guerra irregular con la idea de que el enemigo puede ser cualquier civil, pues vive entre ellos. Las experiencias acumuladas en los combates urbanos en Irak son enseñadas en los adiestramientos a militares mexicanos. Por ello hemos visto como son más frecuentes los abusos del ejército y marina, y las muertes de civiles que son confundidos con delincuentes.
El entrenamiento de EUA a fuerzas militares mexicanas lo dio a conocer el jefe del Comando Norte, General Gene Renaut, además dijo que existen nuevos acuerdos de cooperación para el intercambio de inteligencia con la Secretaría de Defensa Nacional.
Otro de los acuerdo bajo los que ha estado actuando Calderón en la guerra es el Plan Mérida en su primera fase, es el mismo proyecto que el Plan Colombia, sólo cambia el tiempo. Es un plan intervencionista en el que lo más importante es lo militar: dotar de armamento a los ejércitos locales y coordinarlos, las acciones de Calderón están sustentadas en esta lógica, de ninguna manera se pretende combatir el narcotráfico con la cooperación para el desarrollo, ni como un problema de salud para erradicar la demanda de drogas.
Calderón nos lleva a transitar por el Plan Mérida que es un compendio de medidas reactivas diseñado para México como parte del espacio de seguridad de EUA, somete la soberanía nacional y la subordina a la seguridad interna de EUA. En la primera fase de este Plan se invertirán 1,600 millones de dólares en 3 años, para compra de armamento y tecnología militar.
Para darnos cuenta del destino y fracaso que tendrá el Plan Mérida en México sólo falta ver los resultados de su simil Plan Colombia en el cual se han invertido más de 5 mil millones de dólares en 10 años. El combate al narcotráfico en el país suramericano no se ganó, por el contrario, aumentó; según la Universidad Nacional con sede en Bogotá desde la implementación del Plan hace 10 años la producción de cocaína va en aumento en un 6% anual, la tierra para cultivarla aumentó en 27%, por ello el 90% de la cocaína que se consume en EUA es producida en Colombia.
Una de las líneas del Plan Colombia, y objetivos reales desde su implementación en el gobierno de Andrés Pastrana y hasta Álvaro Uribe, fue combatir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más grande y antigua de América Latina y fuerza militar de oposición que siempre represento un peligro para el gobierno colombiano.
Poco antes de la implementación del Plan la situación de violencia era crítica, pues bajo el auspicio de los gobiernos neoliberales y de derecha se crearon en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupos paramilitares y de extrema derecha auspiciados por terratenientes y capos, y apoyados por el aparato de inteligencia del gobierno para realizar labores de contrainsurgencia contra organizaciones rebeldes de izquierda como las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Las AUC fueron utilizadas dentro del esquema del Plan Colombia, posteriormente fueron desmovilizadas a causa de la presión internacional, pero se permitió que naciera una generación nueva de grupos armados vinculados al narcotráfico. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) la mayor fuente de violencia en Colombia son los grupos paramilitares que están presentes ya en 29 de 32 departamentos (Estados) de Colombia. Entre estos grupos están las Águilas Negras y Rastrojos.
En el interés de combatir a los grupos rebeldes y de controlar la producción de la droga, Colombia vivió una guerra intestina entre gobierno y narco-paramilitares recrudecida por la intervención de militares estadounidenses y sus estrategias, en medio estaba la población civil sufriendo el mayor daño. Según el Ministerio de Planeación de Colombia hay 3 millones de desplazados a causa de la violencia y 210 mil desaparecidos muchos de los cuales se encuentran en fosas comunes como La Macarena, así lo hace constar un informe de Indepaz.
Colombia en pocos años gracias al Plan ha multiplicado la capacidad de fuego del ejército por 10, pero los índices de marginación y pobreza no han bajado y las condiciones de vida de millones de colombianos se volvieron más precarias.
En México ya se registran grupos de este tipo en algunas regiones de la República, inclusive se promueven desde el poder, tal como lo hizo el alcalde de San Pedro, Nuevo León, Mauricio Fernández al crear su “Grupo Rudo”, o en zonas de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde la permisividad del gobierno federal, su estrategia equivocada y su aceptación de tratados injerencistas de “seguridad regional”, crean las condiciones para que pase en México lo que Colombia empezó a vivir hace un par de décadas.
Calderón nos conduce a una guerra sin cuartel que tiene implícitos motivos políticos, el querer legitimarse, pues al inicio de su gestión y hasta el momento millones de mexicanos lo consideran espurio. Calderón ha aprovechado la situación de inseguridad y el estado de sitio en el que está el país en beneficio suyo y de su partido para golpear y someter organizaciones obreras y sindicales como el SME, así como para sacar ventajas electorales y políticas como lo es el caso del Michoacanazo.
Con el PAN en el gobierno federal la relación bilateral ha sido transformada ya en una relación de protectorado.
Apoyándose en convenios y planes militares que sólo beneficia a EUA, Calderón quiere encaminar al país a un conflicto de largo plazo que permita mantener la militarización; ya lo han anunciado los mandos castrenses -el ejército podría estar entre 5 y 10 años más en la calle “encabezando” la guerra contra la delincuencia- que ha tenido un alto costo, donde la sociedad civil pone muchos de los muertos, EUA pone las armas para los bandos, y Felipe Calderón su empecinamiento por sostener esta estrategia, después de que su gobierno perdió avasalladoramente la guerra contra la pobreza y la marginación...
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