Reflexiones sobre las alianzas del PRD
“Nadie puede razonablementeesperar que un arbolito, una vez
transformado en un palo de golf,
continúe echando hojas.”
Martin Buber
La decisión del PRD mexiquense para aliarse con el PAN en las elecciones del Estado de México es, sin duda, un enunciado largo y difícil de pronunciar. El partido que hace más de una década clausurara las expectativas de revolución radical y anticapitalista, sustituyéndolas por el dogma institucional, corruptible, y legaloide de la reforma, como única vía para transformar el mundo, ha quedado sellado por una alianza que termina por quebrar lo que hace décadas fuera la figura, el símbolo de la oposición.
Todo esto tiene serias consecuencias sobre el escenario político en México, donde este evento se mezcla con la debilidad de un Estado militarizado y en plena crisis económica y política, con la degradación ética de la sociedad, lo cual trae consigo el peligro de estar naturalizando, aun más, la violencia y la miseria. En este ambiente la descomposición del PRD es sólo otro engrane más de la descomposición del país. La degeneración política del régimen, expresada en las tácticas del PRI, el PAN y el PRD, definitivamente está tocando fondo mediante alianzas políticas en donde se deja de lado toda normatividad ética para la política, en donde los principios se ven anulados por una perspectiva mercantil y pragmática.
Aunque es una desgracia esta alianza, el hecho de que sea precisamente en el Estado de México la hace especialmente visible. Y en ese sentido reavivará y detonará con mayor intensidad las relaciones dentro del PRD y dentro del movimiento social, en donde la figura de Nueva Izquierda será un obstáculo, el enemigo común de una lucha legítima y popular contra la ofensiva neoliberal, una lucha que, a diferencia de la estrategia perredista, debe sostenerse sobre valores coherentes y dignos que por supuesto Jesús Ortega desconoce.
Esta alianza hará cimbrar nuevamente la conciencia de miles de militantes que pondrán en cuestión su proyecto de lucha, más aun, los principios que la rigen. Porque debemos ser consientes que las alianzas electorales en el PRD hace mucho que abandonaron el campo táctico para trasladarse a un debate abiertamente estratégico, aun más, a un debate sobre el proyecto histórico que proponemos y sobre la ética que supone ser de izquierda. La alianza podrá ser una fractura encargada de despejar nuevos caminos para un movimiento unitario que luche por un cambio verdaderamente popular.
En su evaluación de las revueltas de 1905 Rosa Luxemburgo se encargó de construir una reflexión profundamente política sobre la evolución de la lucha por el socialismo. En primer lugar criticó toda tentativa de derrocar al sistema capitalista a través de reformas porque, como ahora sucede con el PRD, el monstruo es más hábil de lo que a veces creemos y, de querer acabar con él, deberemos enfrentarlo abiertamente, en las calles, en los sindicatos, sin dejarnos tragar por la dinámica electoral. En una metáfora esplendida, Toni Negri, afirma que habrá que desgarrar las entrañas de la ballena que nos tragó. Desgarrarla hasta sus últimas consecuencias.
Marx aseguraba que el Estado no puede ser simplemente ocupado por los trabajadores y puesto a trabajar para sus propios intereses, ya que su lógica está ligada inevitablemente a la lógica del capital. Es decir, no podemos pensar que entrando al gobierno y haciendo reformas es posible construir un cambio profundo. Y este es precisamente el debate estratégico incrustado en toda América Latina. No basta tomar el gobierno. Los movimientos tienen que refundar el Estado, es decir acabar con el estado capitalista, demolerlo y construir sus propias instituciones sobre la base de la solidaridad y la pluralidad.
La refundación del Estado es un tema especialmente fuerte en la región. No basta paralizar las calles, ganar elecciones, tomar escuelas y fabricas porque con eso simplemente no se esfuma el Estado y la lógica en que este gestiona la vida social en el territorio. Los oprimidos deben preparar estrategias para tomar el Estado y para transformarlo radicalmente, para ello requieren fuerza, y esa fuerza solo podrá provenir de un proyecto claro, fundado sobre la base de principios sólidos, un proyecto ético y coherente con sus objetivos; esto es precisamente lo que se define en esta alianza que debe hacernos cuestionar, hasta sus últimas consecuencias, la ética de un partido de “izquierda” capaz de aliarse con un partido que ha provocado una guerra de exterminio, con un partido de asesinos.
Por eso la alianza podrá resultar clarificadora para muchísima gente de izquierda. Cuando Luxemburgo analizaba las jornadas de 1905 apuntaba, con acierto, que los sujetos políticos sólo lograrían alcanzar su más alta definición en la lucha política, en el conflicto de clases. Para ella, la clase obrera sólo alcanzaría la conciencia revolucionaria en el combate. Y en ese sentido la alianza perredista podría desembocar en un aumento considerable de madurez y radicalidad entre amplios sectores subalternos que aprenderán a desconfiar de las estrategias puramente electorales, totalmente impregnadas por el pragmatismo institucional; aprenderemos que la única vía para construir un cambio en México es la lucha frontal contra el sistema.
Por su puesto la definición y maduración de bloques históricos y de sujetos políticos no son siempre alcanzan sincronizaciones plenas con la cuestión de clase. El ejemplo más nítido de la cuestión la podemos encontrar en América Latina, en donde el periodo de lucha se caracteriza por un desarrollo en el cual las clases se entremezclan animadas por un espíritu antiimperialista y antineoliberal para dar como resultado bloques y sujetos que entrecruzan el camino de las clases subalternas con el de sectores burgueses nacionalistas, como es el caso del movimiento de López Obrador. Esto confirma la compleja y caótica dialéctica de la lucha antineoliberal-anticapitalista.
Como se ve, el tema de las alianzas en el PRD nos conduce a discusiones profundísimas relacionadas con el proyecto histórico, con la estrategia política y con la ética de la política. Uno de los descréditos o de las acusaciones más severas a la política apela precisamente a su degeneración ética, capaz de intercambiar un bien pasajero por los principios que se supone le caracterizan. Basta recordar los múltiples escándalos de corrupción de funcionarios del PAN, PRI y PRD. Pero la política de las clases subalternas, a contrapelo de esta degeneración, debe quebrar a toda costa estas deformaciones, construyendo un modo distinto de hacer política.
La política de los explotados debe ser un llamado a la reconstrucción de la política como campo de recomposición del tejido social, como un momento primordial de rehumanización del individuo que logra encontrarse en la solidaridad más plena mediante la acción política comunitaria. Por eso, la política de los explotados debe descansar en una ética sólida, capaz de combatir el pragmatismo francamente descompuesto de la izquierda reformista que, con el objetivo de ganar momentáneamente unos cuantos votos, es capaz de aliarse con asesinos.
Un cambio verdadero para el país implica la consolidación de una política incorruptible frente a la seducción del mercantilismo electoral. Y es que la alianza confirma el deceso del PRD como instrumento de lucha para las clases subalternas. Y en esa medida la posibilidad y la necesidad de reorganizar identidades alternas ante esta situación se convierten en algo fundamental. En este sentido debe reconocerse el acierto de AMLO al llevar adelante una postura que sostiene la imposibilidad de aliarse con el PAN.
Otra de las grandes limitantes del movimiento social en México es la división entre los referentes más radicales y significativos de la lucha sindical (CNTE, SME y mineros) y el movimiento ciudadano encabezado por López Obrador. Pero hoy esta alianza no es sólo urgente, es una cuestión de sobrevivencia, la creciente tensión entre el movimiento obradorista y el PRD, detonada por la alianza con el PAN, ocasionará que este movimiento requiera el apoyo del movimiento sindical, y de los movimientos sociales en general.
Así mismo, las luchas sindicales y sociales no pueden, o no deben, quedarse al margen de la pugna que se avecina en 2012, en donde se jugará mucho más que una simple contienda electoral, para los sindicatos se trata de luchar en contra de la ofensiva brutal del Estado y el capital, se trata de luchar en contra la reforma laboral y en contra de la represión política que está poniendo en cuestión incluso el derecho a la organización sindical.
En este escenario subyace un dilema para los distintos referentes de la izquierda anticapitalista que deben saber abrir y sumar frentes de lucha amplios en contra de la ofensiva estatal, siendo capaces de comprometerse con una lucha unitaria, pues esta será la única forma de frenar la brutalidad gubernamental. Los militantes de la izquierda socialista debemos enfocar nuestras fuerzas en la construcción de referentes amplios que tiendan a la consolidación de un referente político que aglutine a los movimientos sociales en México, el cual sea capaz de intervenir para unir y radicalizar las luchas sociales en México.
El barco perredista muestra, de nueva cuenta, señales de haberse hundido hace ya bastante tiempo. El PRD no es hoy una opción coherente de lucha si lo que pretendemos es una lucha, ya no digamos radical, por lo menos ética en contra la descomposición y la pauperización social que ha devastado al país durante las últimas décadas.
Ante este panorama la última palabra sobre un cambio radical en nuestro país la tienen las clases subalternas pues, como lo evidencia toda América Latina, todo cambio en su favor no puede ser obra más que de sus propias convicciones, de su propia capacidad política para frenar la ofensiva neoliberal y para abrir la posibilidad de un futuro distinto, un futuro más allá del capitalismo.
Fuente
transformado en un palo de golf,
continúe echando hojas.”
Martin Buber
La decisión del PRD mexiquense para aliarse con el PAN en las elecciones del Estado de México es, sin duda, un enunciado largo y difícil de pronunciar. El partido que hace más de una década clausurara las expectativas de revolución radical y anticapitalista, sustituyéndolas por el dogma institucional, corruptible, y legaloide de la reforma, como única vía para transformar el mundo, ha quedado sellado por una alianza que termina por quebrar lo que hace décadas fuera la figura, el símbolo de la oposición.
Todo esto tiene serias consecuencias sobre el escenario político en México, donde este evento se mezcla con la debilidad de un Estado militarizado y en plena crisis económica y política, con la degradación ética de la sociedad, lo cual trae consigo el peligro de estar naturalizando, aun más, la violencia y la miseria. En este ambiente la descomposición del PRD es sólo otro engrane más de la descomposición del país. La degeneración política del régimen, expresada en las tácticas del PRI, el PAN y el PRD, definitivamente está tocando fondo mediante alianzas políticas en donde se deja de lado toda normatividad ética para la política, en donde los principios se ven anulados por una perspectiva mercantil y pragmática.
Aunque es una desgracia esta alianza, el hecho de que sea precisamente en el Estado de México la hace especialmente visible. Y en ese sentido reavivará y detonará con mayor intensidad las relaciones dentro del PRD y dentro del movimiento social, en donde la figura de Nueva Izquierda será un obstáculo, el enemigo común de una lucha legítima y popular contra la ofensiva neoliberal, una lucha que, a diferencia de la estrategia perredista, debe sostenerse sobre valores coherentes y dignos que por supuesto Jesús Ortega desconoce.
Esta alianza hará cimbrar nuevamente la conciencia de miles de militantes que pondrán en cuestión su proyecto de lucha, más aun, los principios que la rigen. Porque debemos ser consientes que las alianzas electorales en el PRD hace mucho que abandonaron el campo táctico para trasladarse a un debate abiertamente estratégico, aun más, a un debate sobre el proyecto histórico que proponemos y sobre la ética que supone ser de izquierda. La alianza podrá ser una fractura encargada de despejar nuevos caminos para un movimiento unitario que luche por un cambio verdaderamente popular.
En su evaluación de las revueltas de 1905 Rosa Luxemburgo se encargó de construir una reflexión profundamente política sobre la evolución de la lucha por el socialismo. En primer lugar criticó toda tentativa de derrocar al sistema capitalista a través de reformas porque, como ahora sucede con el PRD, el monstruo es más hábil de lo que a veces creemos y, de querer acabar con él, deberemos enfrentarlo abiertamente, en las calles, en los sindicatos, sin dejarnos tragar por la dinámica electoral. En una metáfora esplendida, Toni Negri, afirma que habrá que desgarrar las entrañas de la ballena que nos tragó. Desgarrarla hasta sus últimas consecuencias.
Marx aseguraba que el Estado no puede ser simplemente ocupado por los trabajadores y puesto a trabajar para sus propios intereses, ya que su lógica está ligada inevitablemente a la lógica del capital. Es decir, no podemos pensar que entrando al gobierno y haciendo reformas es posible construir un cambio profundo. Y este es precisamente el debate estratégico incrustado en toda América Latina. No basta tomar el gobierno. Los movimientos tienen que refundar el Estado, es decir acabar con el estado capitalista, demolerlo y construir sus propias instituciones sobre la base de la solidaridad y la pluralidad.
La refundación del Estado es un tema especialmente fuerte en la región. No basta paralizar las calles, ganar elecciones, tomar escuelas y fabricas porque con eso simplemente no se esfuma el Estado y la lógica en que este gestiona la vida social en el territorio. Los oprimidos deben preparar estrategias para tomar el Estado y para transformarlo radicalmente, para ello requieren fuerza, y esa fuerza solo podrá provenir de un proyecto claro, fundado sobre la base de principios sólidos, un proyecto ético y coherente con sus objetivos; esto es precisamente lo que se define en esta alianza que debe hacernos cuestionar, hasta sus últimas consecuencias, la ética de un partido de “izquierda” capaz de aliarse con un partido que ha provocado una guerra de exterminio, con un partido de asesinos.
Por eso la alianza podrá resultar clarificadora para muchísima gente de izquierda. Cuando Luxemburgo analizaba las jornadas de 1905 apuntaba, con acierto, que los sujetos políticos sólo lograrían alcanzar su más alta definición en la lucha política, en el conflicto de clases. Para ella, la clase obrera sólo alcanzaría la conciencia revolucionaria en el combate. Y en ese sentido la alianza perredista podría desembocar en un aumento considerable de madurez y radicalidad entre amplios sectores subalternos que aprenderán a desconfiar de las estrategias puramente electorales, totalmente impregnadas por el pragmatismo institucional; aprenderemos que la única vía para construir un cambio en México es la lucha frontal contra el sistema.
Por su puesto la definición y maduración de bloques históricos y de sujetos políticos no son siempre alcanzan sincronizaciones plenas con la cuestión de clase. El ejemplo más nítido de la cuestión la podemos encontrar en América Latina, en donde el periodo de lucha se caracteriza por un desarrollo en el cual las clases se entremezclan animadas por un espíritu antiimperialista y antineoliberal para dar como resultado bloques y sujetos que entrecruzan el camino de las clases subalternas con el de sectores burgueses nacionalistas, como es el caso del movimiento de López Obrador. Esto confirma la compleja y caótica dialéctica de la lucha antineoliberal-anticapitalista.
Como se ve, el tema de las alianzas en el PRD nos conduce a discusiones profundísimas relacionadas con el proyecto histórico, con la estrategia política y con la ética de la política. Uno de los descréditos o de las acusaciones más severas a la política apela precisamente a su degeneración ética, capaz de intercambiar un bien pasajero por los principios que se supone le caracterizan. Basta recordar los múltiples escándalos de corrupción de funcionarios del PAN, PRI y PRD. Pero la política de las clases subalternas, a contrapelo de esta degeneración, debe quebrar a toda costa estas deformaciones, construyendo un modo distinto de hacer política.
La política de los explotados debe ser un llamado a la reconstrucción de la política como campo de recomposición del tejido social, como un momento primordial de rehumanización del individuo que logra encontrarse en la solidaridad más plena mediante la acción política comunitaria. Por eso, la política de los explotados debe descansar en una ética sólida, capaz de combatir el pragmatismo francamente descompuesto de la izquierda reformista que, con el objetivo de ganar momentáneamente unos cuantos votos, es capaz de aliarse con asesinos.
Un cambio verdadero para el país implica la consolidación de una política incorruptible frente a la seducción del mercantilismo electoral. Y es que la alianza confirma el deceso del PRD como instrumento de lucha para las clases subalternas. Y en esa medida la posibilidad y la necesidad de reorganizar identidades alternas ante esta situación se convierten en algo fundamental. En este sentido debe reconocerse el acierto de AMLO al llevar adelante una postura que sostiene la imposibilidad de aliarse con el PAN.
Otra de las grandes limitantes del movimiento social en México es la división entre los referentes más radicales y significativos de la lucha sindical (CNTE, SME y mineros) y el movimiento ciudadano encabezado por López Obrador. Pero hoy esta alianza no es sólo urgente, es una cuestión de sobrevivencia, la creciente tensión entre el movimiento obradorista y el PRD, detonada por la alianza con el PAN, ocasionará que este movimiento requiera el apoyo del movimiento sindical, y de los movimientos sociales en general.
Así mismo, las luchas sindicales y sociales no pueden, o no deben, quedarse al margen de la pugna que se avecina en 2012, en donde se jugará mucho más que una simple contienda electoral, para los sindicatos se trata de luchar en contra de la ofensiva brutal del Estado y el capital, se trata de luchar en contra la reforma laboral y en contra de la represión política que está poniendo en cuestión incluso el derecho a la organización sindical.
En este escenario subyace un dilema para los distintos referentes de la izquierda anticapitalista que deben saber abrir y sumar frentes de lucha amplios en contra de la ofensiva estatal, siendo capaces de comprometerse con una lucha unitaria, pues esta será la única forma de frenar la brutalidad gubernamental. Los militantes de la izquierda socialista debemos enfocar nuestras fuerzas en la construcción de referentes amplios que tiendan a la consolidación de un referente político que aglutine a los movimientos sociales en México, el cual sea capaz de intervenir para unir y radicalizar las luchas sociales en México.
El barco perredista muestra, de nueva cuenta, señales de haberse hundido hace ya bastante tiempo. El PRD no es hoy una opción coherente de lucha si lo que pretendemos es una lucha, ya no digamos radical, por lo menos ética en contra la descomposición y la pauperización social que ha devastado al país durante las últimas décadas.
Ante este panorama la última palabra sobre un cambio radical en nuestro país la tienen las clases subalternas pues, como lo evidencia toda América Latina, todo cambio en su favor no puede ser obra más que de sus propias convicciones, de su propia capacidad política para frenar la ofensiva neoliberal y para abrir la posibilidad de un futuro distinto, un futuro más allá del capitalismo.
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