El soundtrack de Calderón suena igualito: un país de ensueño
Arturo Cano
Periódico La Jornada
Lunes 29 de noviembre de 2010, p. 10
La llegada del PAN al poder ha regalado a México la consolidación de la democracia, la década de la salud, el sexenio de la infraestructura y, por el tono del discurso de Felipe Calderón, está por obsequiarle un tercer mandato presidencial.
“Vamos por más, mexicanos. Porque México no merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido y mucho menos la tragedia de regresar a lo antiguo, a lo autoritario, a lo irresponsable”, afirma el Presidente en un acto realizado en el Auditorio Nacional, convocado por su partido pero presentado como el “encuentro ciudadano” con motivo de su cuarto año de gobierno.
La hora de los acuerdos, de la convocatoria para realizar las reformas siempre indispensables para el país, ha terminado. Al comenzar el último tercio de su mandato, Calderón Hinojosa dibuja un país de ensueño, apenas empañado por las balas de una guerra que es responsabilidad única y exclusiva de “los violentos”, de la delincuencia organizada.
En el escenario del Auditorio Nacional, un centenar de beneficiarios de programas sociales del gobierno la hace de escenografía para el Presidente. Los invitados son gobernadores, diputados, funcionarios de todos los rangos y panistas de infantería. Un público a modo que celebra con aplausos y a ratos ovaciona los logros de 10 años de “gobiernos humanistas”, que palmea por las carreteras y las becas, por las reservas internacionales y las clínicas, pero que sobre todo festeja la bravura de su líder.
“¡Duro, duro, duro!”, toman prestada los panistas la consigna sindical para alentar la guerra de los 30 mil muertos. Una guerra que para Calderón no es sino herencia: “El crimen encontró campo fértil en lo que era el corazón del viejo sistema. En la complicidad, en la impunidad, en la corrupción, en la opacidad”.
“¡Falta El Chapo!”
Calderón está en el segmento más aplaudido de su discurso, el noveno de los “10 grandes cambios”, de las “10 grandes realidades” que presume, como el aporte singular de su partido al país, la lanzadera de su nueva campaña electoral hacia 2012. El tema es, naturalmente, la guerra contra la delincuencia organizada. Si todo el largo discurso, de casi hora y media, recibe cuatro decenas de aplausos, la guerra se lleva más de una decena, incluidas dos ovaciones de pie.
Como en otros discursos presidenciales, los capos son protagonistas de la historia de México, que invoca para probar la eficacia de sus acciones: El Mochomo, Coronel, El Grande, La Barbie, Tony Tormenta. Y el auditorio ruge. “¡Y vamos por más!”, gritan por ahí. “¡Falta El Chapo!”, completa un panista mexiquense, más para apoyar a su equipo que para hacer una crítica desde gayola.
Ni siquiera la lista de los padres de la actual democracia mexicana merece similar desbordamiento del público. Porque, poco antes, Calderón habla de las generaciones de mexicanos que en una lucha de décadas lograron que el país arribara a la democracia. Y suelta su lista: Francisco I. Madero, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Luis Álvarez, Manuel Clouthier y Carlos Castillo Peraza. ¿Y Vicente Fox?, se preguntan en los pasillos del auditorio.
Los brincos de Calderón
Antes de la llegada de Calderón, un par de conductores socarrones animan la reunión. Hacen desfilar por el micrófono a varios de los beneficiarios de diversos programas del gobierno: un joven que gracias a una beca hizo una tesis premiada, una niña que libró el cáncer gracias al Seguro Popular, una señora que venció el alcoholismo y aprendió a leer, una empresaria poblana de “snacks saludables”.
¿Un cambio de terreno en las prioridades del gobierno? ¿En el último trecho Calderón se vuelve Salinas y convierte en bandera principal su política social? Los más puntillosos ven ahí abajo, en el centenar de mexicanos beneficiados, a los representantes de las redes que el PAN ha tejido desde el gobierno federal para la siguiente lid electoral. En las representantes de las 9 mil guarderías creadas por este gobierno a precios de regalo, por ejemplo. O en el subidón de 2.5 a 6.5 millones en las familias beneficiarias de Oportunidades.
Como demora el inicio oficial del acto, los conductores ordenan a los asistentes ponerse de pie y hacer ejercicio, saludar al de al lado, darse abrazos y masajitos, para evitar que alguien esté dormido, dicen, a la hora del discurso.
En las pantallas desfilan los rostros de los gobernadores del PAN, de Ernesto Ruffo a los más recientes. Las caras de Luis Reynoso y Sergio Estrada Cajigal, los dos que han dejado de ser panistas, provocan abucheos.
El desaguisado es rápidamente resuelto con la aparición de un jovencísimo Felipe Calderón en un largo video que se remonta a sus orígenes de dirigente juvenil y se solaza en la campaña por la Presidencia. El público disfruta, sobre todo, las frases elegidas para la ocasión: “Con estas manos limpias voy a entrar a la Presidencia de la República”; “Mientras más altas me pongan las trancas, más alto pego el brinco y me las salto”; “Soy un todoterreno, soy un 4x4”; “No te revientes reata, que es el último jalón”.
Renovado jefe de campaña de su partido, Felipe Calderón elige también la siguiente frase para celebrar sus cuatro años en el poder: “Ya llegamos a echarle a perder su fiestecita a los tabasqueños”.
Fox y los grandes árboles
Vicente Fox merece una mención, apenas de pasadita.
Lo importante para Calderón es informar al país que hoy, pese a los malintencionados, todos vivimos mejor.
Las “10 grandes realidades” lo dicen todo. Una, la primera que destaca Calderón, es “la década de la salud”, obsequio panista para 93 millones de mexicanos, aunque nada se diga de la calidad de la atención. La segunda, la cobertura universal en educación básica (que algún despistado creía ya conseguida años atrás), con más becas que nunca. Y no para Calderón, cuelgue y cuelgue estrellitas a su gobierno: menos pobreza, más vivienda popular que nunca y sin corrupción, recuperación del salario y, claro, más carreteras que nunca gracias al “sexenio de la infraestructura”.
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Periódico La Jornada
Lunes 29 de noviembre de 2010, p. 10
La llegada del PAN al poder ha regalado a México la consolidación de la democracia, la década de la salud, el sexenio de la infraestructura y, por el tono del discurso de Felipe Calderón, está por obsequiarle un tercer mandato presidencial.
“Vamos por más, mexicanos. Porque México no merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido y mucho menos la tragedia de regresar a lo antiguo, a lo autoritario, a lo irresponsable”, afirma el Presidente en un acto realizado en el Auditorio Nacional, convocado por su partido pero presentado como el “encuentro ciudadano” con motivo de su cuarto año de gobierno.
La hora de los acuerdos, de la convocatoria para realizar las reformas siempre indispensables para el país, ha terminado. Al comenzar el último tercio de su mandato, Calderón Hinojosa dibuja un país de ensueño, apenas empañado por las balas de una guerra que es responsabilidad única y exclusiva de “los violentos”, de la delincuencia organizada.
En el escenario del Auditorio Nacional, un centenar de beneficiarios de programas sociales del gobierno la hace de escenografía para el Presidente. Los invitados son gobernadores, diputados, funcionarios de todos los rangos y panistas de infantería. Un público a modo que celebra con aplausos y a ratos ovaciona los logros de 10 años de “gobiernos humanistas”, que palmea por las carreteras y las becas, por las reservas internacionales y las clínicas, pero que sobre todo festeja la bravura de su líder.
“¡Duro, duro, duro!”, toman prestada los panistas la consigna sindical para alentar la guerra de los 30 mil muertos. Una guerra que para Calderón no es sino herencia: “El crimen encontró campo fértil en lo que era el corazón del viejo sistema. En la complicidad, en la impunidad, en la corrupción, en la opacidad”.
“¡Falta El Chapo!”
Calderón está en el segmento más aplaudido de su discurso, el noveno de los “10 grandes cambios”, de las “10 grandes realidades” que presume, como el aporte singular de su partido al país, la lanzadera de su nueva campaña electoral hacia 2012. El tema es, naturalmente, la guerra contra la delincuencia organizada. Si todo el largo discurso, de casi hora y media, recibe cuatro decenas de aplausos, la guerra se lleva más de una decena, incluidas dos ovaciones de pie.
Como en otros discursos presidenciales, los capos son protagonistas de la historia de México, que invoca para probar la eficacia de sus acciones: El Mochomo, Coronel, El Grande, La Barbie, Tony Tormenta. Y el auditorio ruge. “¡Y vamos por más!”, gritan por ahí. “¡Falta El Chapo!”, completa un panista mexiquense, más para apoyar a su equipo que para hacer una crítica desde gayola.
Ni siquiera la lista de los padres de la actual democracia mexicana merece similar desbordamiento del público. Porque, poco antes, Calderón habla de las generaciones de mexicanos que en una lucha de décadas lograron que el país arribara a la democracia. Y suelta su lista: Francisco I. Madero, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Luis Álvarez, Manuel Clouthier y Carlos Castillo Peraza. ¿Y Vicente Fox?, se preguntan en los pasillos del auditorio.
Los brincos de Calderón
Antes de la llegada de Calderón, un par de conductores socarrones animan la reunión. Hacen desfilar por el micrófono a varios de los beneficiarios de diversos programas del gobierno: un joven que gracias a una beca hizo una tesis premiada, una niña que libró el cáncer gracias al Seguro Popular, una señora que venció el alcoholismo y aprendió a leer, una empresaria poblana de “snacks saludables”.
¿Un cambio de terreno en las prioridades del gobierno? ¿En el último trecho Calderón se vuelve Salinas y convierte en bandera principal su política social? Los más puntillosos ven ahí abajo, en el centenar de mexicanos beneficiados, a los representantes de las redes que el PAN ha tejido desde el gobierno federal para la siguiente lid electoral. En las representantes de las 9 mil guarderías creadas por este gobierno a precios de regalo, por ejemplo. O en el subidón de 2.5 a 6.5 millones en las familias beneficiarias de Oportunidades.
Como demora el inicio oficial del acto, los conductores ordenan a los asistentes ponerse de pie y hacer ejercicio, saludar al de al lado, darse abrazos y masajitos, para evitar que alguien esté dormido, dicen, a la hora del discurso.
En las pantallas desfilan los rostros de los gobernadores del PAN, de Ernesto Ruffo a los más recientes. Las caras de Luis Reynoso y Sergio Estrada Cajigal, los dos que han dejado de ser panistas, provocan abucheos.
El desaguisado es rápidamente resuelto con la aparición de un jovencísimo Felipe Calderón en un largo video que se remonta a sus orígenes de dirigente juvenil y se solaza en la campaña por la Presidencia. El público disfruta, sobre todo, las frases elegidas para la ocasión: “Con estas manos limpias voy a entrar a la Presidencia de la República”; “Mientras más altas me pongan las trancas, más alto pego el brinco y me las salto”; “Soy un todoterreno, soy un 4x4”; “No te revientes reata, que es el último jalón”.
Renovado jefe de campaña de su partido, Felipe Calderón elige también la siguiente frase para celebrar sus cuatro años en el poder: “Ya llegamos a echarle a perder su fiestecita a los tabasqueños”.
Fox y los grandes árboles
Vicente Fox merece una mención, apenas de pasadita.
Lo importante para Calderón es informar al país que hoy, pese a los malintencionados, todos vivimos mejor.
Las “10 grandes realidades” lo dicen todo. Una, la primera que destaca Calderón, es “la década de la salud”, obsequio panista para 93 millones de mexicanos, aunque nada se diga de la calidad de la atención. La segunda, la cobertura universal en educación básica (que algún despistado creía ya conseguida años atrás), con más becas que nunca. Y no para Calderón, cuelgue y cuelgue estrellitas a su gobierno: menos pobreza, más vivienda popular que nunca y sin corrupción, recuperación del salario y, claro, más carreteras que nunca gracias al “sexenio de la infraestructura”.
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