Europa para los europeos
miércoles 7 de diciembre de 2011
Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
En Europa la crisis se localiza alrededor de las deudas soberanas que se originaron debido al encarecimiento de la gestión estatal y el gasto público, destinados a financiar, no sólo las frivolidades de la burguesía y las aventuras de los gobiernos, sino también la bonanza de los estados de bienestar. Durante años Hace años los gastos superaron consistentemente a los ingresos generándose grandes déficits.
Para cubrir las diferencias entre lo cobrado y lo gastado, los gobiernos emitieron obligaciones, (bonos), pidieron préstamos a la banca privada y a las organizaciones crediticias internacionales y por ese camino llegaron a un punto en el cual la noria de pedir para pagar dejó de funcionar y apareció la opción de cesar los pagos.
Además de no ser aceptable para los acreedores, la cesación de pagos no resuelve el problema porque no se trata de no pagar, sino de ingresar más y gastar menos. Por otra parte, debido a que semejante opción trastornaría a la economía global, los países y organizaciones más solventes idearon las operaciones de salvamento que no son otra cosa que nuevos préstamos que deberán ser pagados y cobrados.
En los países de economía liberal, en los cuales los estados no cuentan con medios de producción, bancos, tierras ni capacidad jurídica para hacer negocios y en donde el sector público de la economía genera más gastos que beneficios; la única vía para incrementar los ingresos es el aumento de los impuestos, que es la medida más impopular que gobierno alguno puede promover.
La otra opción es limitar los costos mediante la reducción de la plantilla de empleados públicos y la rebaja de los salarios, la disminución de los presupuestos militares, cesar las obras públicas y reducir prestaciones sociales (pensiones, seguridad y asistencia social, seguros de desempleo y otras contingencias y subsidios). En todos los casos, las medidas que reducen el gasto público incrementan el desempleo y deterioran las economías de familias y personas, afectando sobre todo a los sectores más vulnerables.
Para los europeos las reducciones significan la virtual renuncia al confort alcanzados bajos los estados de bienestar que no fueron dadivas sino conquistas logradas con trabajo y ahorro en largos procesos civilizatorios e intensas luchas obreras y sociales.
Ante los pueblos, las élites y los líderes se plantea la disyuntiva de que ninguno puede salvarse si no se salvan los demás. Reflotar el sistema del que todos se han beneficiado debería ser una tarea de todos, cosa que ninguna capa social acepta. En el momento en que el sistema necesita más unidad y cohesión es cuando se encuentra más desunido. Es la tragedia del capitalismo, que lleva dentro los gérmenes de su destrucción.
¿Qué hacer? Y ¿Qué es mejor? Son preguntas que requieren respuestas. Tal vez las haya, quizás no. Allá nos vemos.
Fuente
Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
En Europa la crisis se localiza alrededor de las deudas soberanas que se originaron debido al encarecimiento de la gestión estatal y el gasto público, destinados a financiar, no sólo las frivolidades de la burguesía y las aventuras de los gobiernos, sino también la bonanza de los estados de bienestar. Durante años Hace años los gastos superaron consistentemente a los ingresos generándose grandes déficits.
Para cubrir las diferencias entre lo cobrado y lo gastado, los gobiernos emitieron obligaciones, (bonos), pidieron préstamos a la banca privada y a las organizaciones crediticias internacionales y por ese camino llegaron a un punto en el cual la noria de pedir para pagar dejó de funcionar y apareció la opción de cesar los pagos.
Además de no ser aceptable para los acreedores, la cesación de pagos no resuelve el problema porque no se trata de no pagar, sino de ingresar más y gastar menos. Por otra parte, debido a que semejante opción trastornaría a la economía global, los países y organizaciones más solventes idearon las operaciones de salvamento que no son otra cosa que nuevos préstamos que deberán ser pagados y cobrados.
En los países de economía liberal, en los cuales los estados no cuentan con medios de producción, bancos, tierras ni capacidad jurídica para hacer negocios y en donde el sector público de la economía genera más gastos que beneficios; la única vía para incrementar los ingresos es el aumento de los impuestos, que es la medida más impopular que gobierno alguno puede promover.
La otra opción es limitar los costos mediante la reducción de la plantilla de empleados públicos y la rebaja de los salarios, la disminución de los presupuestos militares, cesar las obras públicas y reducir prestaciones sociales (pensiones, seguridad y asistencia social, seguros de desempleo y otras contingencias y subsidios). En todos los casos, las medidas que reducen el gasto público incrementan el desempleo y deterioran las economías de familias y personas, afectando sobre todo a los sectores más vulnerables.
Para los europeos las reducciones significan la virtual renuncia al confort alcanzados bajos los estados de bienestar que no fueron dadivas sino conquistas logradas con trabajo y ahorro en largos procesos civilizatorios e intensas luchas obreras y sociales.
Ante los pueblos, las élites y los líderes se plantea la disyuntiva de que ninguno puede salvarse si no se salvan los demás. Reflotar el sistema del que todos se han beneficiado debería ser una tarea de todos, cosa que ninguna capa social acepta. En el momento en que el sistema necesita más unidad y cohesión es cuando se encuentra más desunido. Es la tragedia del capitalismo, que lleva dentro los gérmenes de su destrucción.
¿Qué hacer? Y ¿Qué es mejor? Son preguntas que requieren respuestas. Tal vez las haya, quizás no. Allá nos vemos.
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