Programas de lucha de los trabajadores: máximos, mínimos y de transición
Programas de lucha de los trabajadores: máximos, mínimos y de transición
Pedro Echeverría V.
1. Hasta los años sesenta y setenta discutíamos en las organizaciones de izquierda
acerca de los programas máximos, mínimos y de transición. Los dos primeros quizá los
heredamos del marxismo y del leninismo y el tercero del trotskismo; éste criticaba a
los primeros por se presentaban separados y sin punto de unión. El primero era la
lucha por el socialismo y el segundo por la democracia dentro del sistema
capitalista; pero como en México vivíamos desde 1929 la dictadura de un solo partido
-del PNR, PRM, PRI- que, al mismo tiempo determinaba acerca de la política, la
economía y la ideología en el país, pues todos los militantes de la izquierda nunca
votaban y sólo pensaban en el programa máximo, es decir, en la revolución
socialista. El PAN derechista era casi inexistente, pero como participaba en todos
los procesos electorales, recibía muchos subsidios de parte del Estado.
2. La izquierda radical, por el contrario, se burlaba de los procesos electorales;
el PAN en cambio, por su derechismo, no hacía otra cosa que participar en las
elecciones aunque sólo tuviera un 4 o 5 por ciento de la votación. El PRI se ponía
muy contento con el PAN porque su participación demostraba en el mundo que había
“oposición” y “democracia” en México y el mismo PRI inflaba su participación;
incluso ganaba el PAN una o dos diputaciones como regalo. Sin embargo en los sesenta
el PRI siempre tuvo el 100 por ciento de los gobernadores, senadores, secretarios de
Estado y el 99 por ciento de los diputados y presidentes municipales. Obvio, en 1976
al no tener “oposición” panista López Portillo, abrió las puertas. La izquierda
nunca votó y después que el gobierno abrió sus puertas en 1977 para que ingresara
todo el oportunismo como parte del oficialismo, tampoco sufragó.
3. Nunca se discutía en la izquierda las políticas de reformas, es decir, el
programa mínimo; se tenía la convicción que la única manera de lograr que el
gobierno burgués aumentara los salarios y prestaciones de los trabajadores era
mediante la movilización y la huelga, y que incluso cualquier mejora económica de
los obreros desaparecía con el aumento inmediato de los precios. Por ello nuestras
luchas nunca fueron economicistas o gremiales, es decir por “un buen aumento”, sino
para que los obreros y campesinos obtuvieran conciencia socialista. Eso precisamente
nos enseñó a nunca luchar por intereses particulares, individuales, gremiales o de
uno mismo porque toda lucha tenía que ser por la revolución y por el socialismo o no
tenía caso. Por ello muchos izquierdistas de entonces sonreímos o no nos
ilusionábamos, cuando participamos en luchas reformistas.
4. A partir de 1977 (y la clase política debería levantar monumentos a López
Portillo y Reyes Heroles, presidente de la República y secretario de Gobernación,
como sus héroes por haberles abierto las puertas al poder) los partidos de derecha
como el PAN y socialdemócratas como los que antecedieron al PRD, comenzaron a
recibir miles de millones de pesos del presupuesto público para el pago de locales,
empleados, asesores, gastos en propaganda, periódicos, imprentas, aviones, además de
gigantescos salarios para sus gobernadores, senadores y diputados. El año de 1977 es
el cambio radical histórico al aprobarse la llamada reforma político-electoral que
dio origen a eso que se llama la “partidocracia” que no es otra cosa que el total
dominio de la clase política sobre la población. Pero también es el año en que la
izquierda radical fue aplastada por eso que se llama programa mínimo o democrático.
5. Se comenzó a extender la consigna de los políticos oportunistas que decían:
“primero la democracia y después el socialismo; primero una etapa y después la
otra”. Por ello, se dijo, surgió el programa de transición para ayudar a los
trabajadores a encontrar el puente entre la reivindicaciones actuales y el programa
de la revolución socialista: “debe consistir en un sistema de reivindicaciones
transitorias partiendo de las condiciones actuales y la conciencia actual de la
clase obrera hacia la conquista del poder por el proletariado”. Entre las
reivindicaciones se planteaba “la escala móvil de salarios”, es decir, aumento
automático de los salarios correlativamente con la elevación de precios de los
artículos de consumo. La realidad era clara: la burguesía tuvo la habilidad para
comprar y mediatizar al oportunismo desesperado por el poder. “¿Se imaginan después
de tanto luchar no gozar de las mieles del poder?”
6. Decíamos entonces que el programa mínimo era la lucha democrática y pacífica
porque sus demandas eran como estas: La lucha contra los salarios miserables, por la
repartición de tierras o créditos a los campesinos, el respeto a las culturas
indígenas, la lucha contra el narcotráfico o la delincuencia, la democracia en los
sindicatos, democracia y más presupuesto en las escuelas, el respeto electoral, eso
que se llama “alternancia política”, la batalla contra la corrupción institucional;
a llamada transparencia y muchas más reivindicaciones que corresponden a las
demandas mínimas, democráticas, economicistas que en los países del alto capitalismo
están resueltos o en el camino a superarlos. Este tipo de demandas en vez de acabar
con el capitalismo lo perfecciona para que siga funcionando de mejor manera para los
capitalistas. En la actualidad son el tipo de demandas que se presentan, entienden y
entretienen a los trabajadores.
7. ¿Cómo lograr que los trabajadores de todas las empresas, los campesinos, los
indígenas logren romper, desligarse de esa ideología burguesa que le nubla la vista,
le bloquea el pensamiento, lo paraliza en sus acciones, le impide pensar en que es
un explotado, un miserable y que sus hijos y demás descendientes van a ser lo mismo?
¿O será que la gran masa -aunque diga que es igual a los demás- piensa que es
inferior a los que lo engañan y explotan? No se explica -como diría el filósofo De
la Boetie- cómo un pueblo que es el 95 por ciento de la población se deja aplastar
por unos cuantos miles de ricos explotadores. Obvio, De la Boetie que vivió hace 400
años, no conoció el potencial de la televisión que -mantenida por empresarios y
políticos- está metida en todos los hogares derramando un veneno que resulta
suficiente para mantener a la población con la boca abierta y la mente sumisa.
(10/II/13)
Consultar: http://pedroecheverriav.wordpress.com
pedroe@cablered.net.mx
Fuente
Pedro Echeverría V.
1. Hasta los años sesenta y setenta discutíamos en las organizaciones de izquierda
acerca de los programas máximos, mínimos y de transición. Los dos primeros quizá los
heredamos del marxismo y del leninismo y el tercero del trotskismo; éste criticaba a
los primeros por se presentaban separados y sin punto de unión. El primero era la
lucha por el socialismo y el segundo por la democracia dentro del sistema
capitalista; pero como en México vivíamos desde 1929 la dictadura de un solo partido
-del PNR, PRM, PRI- que, al mismo tiempo determinaba acerca de la política, la
economía y la ideología en el país, pues todos los militantes de la izquierda nunca
votaban y sólo pensaban en el programa máximo, es decir, en la revolución
socialista. El PAN derechista era casi inexistente, pero como participaba en todos
los procesos electorales, recibía muchos subsidios de parte del Estado.
2. La izquierda radical, por el contrario, se burlaba de los procesos electorales;
el PAN en cambio, por su derechismo, no hacía otra cosa que participar en las
elecciones aunque sólo tuviera un 4 o 5 por ciento de la votación. El PRI se ponía
muy contento con el PAN porque su participación demostraba en el mundo que había
“oposición” y “democracia” en México y el mismo PRI inflaba su participación;
incluso ganaba el PAN una o dos diputaciones como regalo. Sin embargo en los sesenta
el PRI siempre tuvo el 100 por ciento de los gobernadores, senadores, secretarios de
Estado y el 99 por ciento de los diputados y presidentes municipales. Obvio, en 1976
al no tener “oposición” panista López Portillo, abrió las puertas. La izquierda
nunca votó y después que el gobierno abrió sus puertas en 1977 para que ingresara
todo el oportunismo como parte del oficialismo, tampoco sufragó.
3. Nunca se discutía en la izquierda las políticas de reformas, es decir, el
programa mínimo; se tenía la convicción que la única manera de lograr que el
gobierno burgués aumentara los salarios y prestaciones de los trabajadores era
mediante la movilización y la huelga, y que incluso cualquier mejora económica de
los obreros desaparecía con el aumento inmediato de los precios. Por ello nuestras
luchas nunca fueron economicistas o gremiales, es decir por “un buen aumento”, sino
para que los obreros y campesinos obtuvieran conciencia socialista. Eso precisamente
nos enseñó a nunca luchar por intereses particulares, individuales, gremiales o de
uno mismo porque toda lucha tenía que ser por la revolución y por el socialismo o no
tenía caso. Por ello muchos izquierdistas de entonces sonreímos o no nos
ilusionábamos, cuando participamos en luchas reformistas.
4. A partir de 1977 (y la clase política debería levantar monumentos a López
Portillo y Reyes Heroles, presidente de la República y secretario de Gobernación,
como sus héroes por haberles abierto las puertas al poder) los partidos de derecha
como el PAN y socialdemócratas como los que antecedieron al PRD, comenzaron a
recibir miles de millones de pesos del presupuesto público para el pago de locales,
empleados, asesores, gastos en propaganda, periódicos, imprentas, aviones, además de
gigantescos salarios para sus gobernadores, senadores y diputados. El año de 1977 es
el cambio radical histórico al aprobarse la llamada reforma político-electoral que
dio origen a eso que se llama la “partidocracia” que no es otra cosa que el total
dominio de la clase política sobre la población. Pero también es el año en que la
izquierda radical fue aplastada por eso que se llama programa mínimo o democrático.
5. Se comenzó a extender la consigna de los políticos oportunistas que decían:
“primero la democracia y después el socialismo; primero una etapa y después la
otra”. Por ello, se dijo, surgió el programa de transición para ayudar a los
trabajadores a encontrar el puente entre la reivindicaciones actuales y el programa
de la revolución socialista: “debe consistir en un sistema de reivindicaciones
transitorias partiendo de las condiciones actuales y la conciencia actual de la
clase obrera hacia la conquista del poder por el proletariado”. Entre las
reivindicaciones se planteaba “la escala móvil de salarios”, es decir, aumento
automático de los salarios correlativamente con la elevación de precios de los
artículos de consumo. La realidad era clara: la burguesía tuvo la habilidad para
comprar y mediatizar al oportunismo desesperado por el poder. “¿Se imaginan después
de tanto luchar no gozar de las mieles del poder?”
6. Decíamos entonces que el programa mínimo era la lucha democrática y pacífica
porque sus demandas eran como estas: La lucha contra los salarios miserables, por la
repartición de tierras o créditos a los campesinos, el respeto a las culturas
indígenas, la lucha contra el narcotráfico o la delincuencia, la democracia en los
sindicatos, democracia y más presupuesto en las escuelas, el respeto electoral, eso
que se llama “alternancia política”, la batalla contra la corrupción institucional;
a llamada transparencia y muchas más reivindicaciones que corresponden a las
demandas mínimas, democráticas, economicistas que en los países del alto capitalismo
están resueltos o en el camino a superarlos. Este tipo de demandas en vez de acabar
con el capitalismo lo perfecciona para que siga funcionando de mejor manera para los
capitalistas. En la actualidad son el tipo de demandas que se presentan, entienden y
entretienen a los trabajadores.
7. ¿Cómo lograr que los trabajadores de todas las empresas, los campesinos, los
indígenas logren romper, desligarse de esa ideología burguesa que le nubla la vista,
le bloquea el pensamiento, lo paraliza en sus acciones, le impide pensar en que es
un explotado, un miserable y que sus hijos y demás descendientes van a ser lo mismo?
¿O será que la gran masa -aunque diga que es igual a los demás- piensa que es
inferior a los que lo engañan y explotan? No se explica -como diría el filósofo De
la Boetie- cómo un pueblo que es el 95 por ciento de la población se deja aplastar
por unos cuantos miles de ricos explotadores. Obvio, De la Boetie que vivió hace 400
años, no conoció el potencial de la televisión que -mantenida por empresarios y
políticos- está metida en todos los hogares derramando un veneno que resulta
suficiente para mantener a la población con la boca abierta y la mente sumisa.
(10/II/13)
Consultar: http://pedroecheverriav.wordpress.com
pedroe@cablered.net.mx
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