La Covid-19 y la responsabilidad de la gente
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Está
claro que ningún gobierno enfrentó la aparición del nuevo virus
SARS-CoV2 con más certezas que dudas en relación a las estrategias
empleadas para intentar minimizar sus consecuencias mortales. La
Covid-19, como se nombra a la enfermedad, tomó por sorpresa a todas las
naciones: primermundistas, tercermundistas y socialistas. Las
estrategias generales a nivel mundial para intentar contener al virus
han emanado de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero han sido
adaptadas de acuerdo a la realidad social y económica de las naciones
de acuerdo con las estrategias de cada gobierno. Los resultados
obtenidos por los países podrán ser valorados y comparados en algunos
años, cuando la pandemia haya sido controlada y todos los daños causados
puedan ser contabilizados y analizados.
Por lo pronto, hoy que la pandemia ha
cobrado más de 500 mil vidas en todo el mundo, sabemos que los regímenes
“socialistas” como China, Rusia y Cuba, entre otros, han minimizado los
efectos mortales de la enfermedad como consecuencia del mayor control
que ejercen sus gobiernos sobre los ciudadanos. También hemos entendido,
a más de 6 meses de desatada la crisis sanitaria, que el poderío
económico de las naciones occidentales capitalistas no ha sido un factor
determinante para minimizar la mortandad de sus poblaciones. Con más de
10 millones de contagiados a nivel mundial, hemos visto cómo aquellos
países con sistemas de salud mayormente privados, como Estados Unidos,
han tenido resultados muy desfavorables en la contención de los decesos.
Por el contrario, naciones que tienen mayor participación del Estado en
el sector salud, como es el caso de Alemania, han contenido de mejor
manera la propagación de la enfermedad y los desenlaces fatales.
Hoy que las cifras de contagios y
muertes son abrumadoras por su tamaño, pero que han dejado de ser la
nota alarmante por su constante presencia, sabemos que para una nación,
cualquiera, es fundamental contar con un gobierno que accione ante lo
inesperado, pues hemos visto cómo países que dejaron la mayor parte de
la responsabilidad de evitar los contagios en sus ciudadanos, como se
hizo en Suecia e Inglaterra o que determinaron dejar discurrir los
efectos de la pandemia sin restricciones sociales a la movilidad y a la
socialización como en un principio hizo Brasil, hoy están pagando un
alto costo de mortandad en relación al tamaño de sus poblaciones.
Por otro lado, tenemos ejemplos de
sociedades muy disciplinadas como la koreana y la japonesa que de la
mano de gobiernos no socialistas han contenido con gran éxito la
propagación del virus, resultados que contrastan con los obtenidos por
las sociedades Italiana y española, que en su momento desoyeron los
llamados de sus gobiernos a la inmovilidad social con los desafortunados
resultados que ya conocemos.
En México, después de un confinamiento
“voluntario” de 100 días, empezamos a apropiarnos del espacio público de
nueva cuenta y en este proceso estamos empezando a entender la manera
de sobrevivir con este virus sin permanecer aislados del resto de
nuestros conciudadanos. En nuestro país se contabilizan más de 305 mil
contagios y tenemos más de 36 mil muertos, y con estos resultados
parciales hemos constatado que la devastación de nuestro sistema de
salud es una realidad, situación que apenas con la llegada del gobierno
federal de la Cuarta Transformación y, por desgracia en medio de la
crisis sanitaria que nos azota, se está comenzando a corregir.
Hoy que se reabren poco a poco las
actividades laborales y recreativas, vedadas por el temor a la
propagación de los contagios, debemos tener en claro que éstos no se van
a dejar de dar y que los decesos seguirán ocurriendo; pues el criterio
rector para permitir las actividades sociales es el de tener un sistema
hospitalario capaz de atender a todos los contagiados por la Covid-19
sin sufrir una saturación. En cada estado y municipio, incluso en
aquellos donde la pandemia va en ascenso, la apertura de las actividades
estará supeditada a la capacidad hospitalaria libre. De acuerdo con el
gobierno federal, cuando se llegue al 65 por ciento de ocupación
hospitalaria, se podrán revertir las aperturas de determinadas
actividades e inclusive regresar al confinamiento voluntario en casa.
Los expertos en salud y epidemiología
deben tener un cálculo de los enfermos y de las muertes que se darán en
los próximos meses, así que desde la reapertura social y laboral, gran
parte de la responsabilidad para contener la propagación del virus es de
nosotros, la gente, y depende de que respetemos y ejerzamos las nuevas
reglas de convivencia social en el espacio público y en el privado: la
sana distancia, el uso de cubrebocas, el estornudo de etiqueta, el
lavado de manos, evitar las reuniones multitudinarias; así como ser
honestos en cuanto al padecimiento de síntomas de la enfermedad para el
autoconfinamiento y/o para la atención médica temprana. Esperemos estar
preparados ya para una complicada y riesgosa convivencia con el nuevo
coronavirus en la pandemia más larga y letal de los últimos 100 años.
Roberto Galindo*Escritor, maestro en apreciación y creación literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm
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