Júbilo del público envuelve recital de la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Viernes 24 de septiembre de 2010, p. 4
Pocos recuerdan una interpretación tan emotiva y conmovedora del Huapango de José Pablo Moncayo como la que ofreció la noche del miércoles la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) para cerrar el concierto con el que se conmemoró el centenario de la máxima casa de estudios, cumplido ese día.
El público, impulsado por una especie de frenesí que se extendió entre los 40 mil metros cúbicos de la sala Nezahualcóyotl y sus 2 mil 300 butacas, se puso de pie en cuanto concluyó esa emblemática pieza y, durante tres minutos, reconoció con estridentes ovaciones a la orquesta universitaria y al director Alun Francis, quien con esta presentación concluyó de manera formal su cargo como titular de la grupación.
Varios momentos climáticos se vivieron a lo largo de los poco más de 60 minutos de la velada, la cual fue antecedida por un mensaje en el que el rector José Narro reconoció a los actores que a lo largo de un siglo han colocado a la UNAM entre las 100 mejores instituciones de educación superior del mundo, y afirmó que para esta institución “el futuro ya comenzó” y por ello su “porvenir lo construimos hoy”.
Antes, la OFUNAM había interpretado el Himno Nacional. Desde ese momento se percibía el júbilo entre los concurrentes a este acto conmemorativo, entre ellos personajes de la política nacional, integrantes del cuerpo diplomático acreditado en el país, representantes de otras universidades nacionales y extranjeras, artistas y deportistas destacados, así como ex rectores, funcionarios, investigadores, académicos y alumnos de esa casa de estudios.
De entre los políticos, pudo verse al gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto; al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard; a la lideresa del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes, en butaca contigua a la del petista Porfirio Muñoz Ledo, con quien intercambiaba comentarios.
Espontaneidad del Goya
Lo festivo marcó el tono del programa, al incluir las versiones orquestales de la Marcha Zacatecas, de Genaro Codina, y Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, con un bellísimo y acariciante arreglo.
El plato fuerte de la noche llegó con el estreno mundial de la sinfonía Conmemorativa, obra que las autoridades universitarias encargaron ex profeso a Federico Ibarra.
Integrada por cuatro movimientos, si bien entre el tercero y el último no hay pausa que los diferencie, esta pieza del compositor mexicano es de profundo contenido dramático y emotivo, al pasar de lo grandilocuente a lo sutil, del fulgor festivo a una densa oscuridad y luego, para concluir, a la redención, con una música que transita entre lo onírico, lo marcial y lo apoteósico.
Se trata de una obra provocativa, en el mejor de los sentidos, que invita a reflexionar, como explicó el autor en una entrevista publicada en estas páginas el pasado martes, cuando precisó que ésta es una sinfonía para conmemorar, no para celebrar, pues la historia de la UNAM está llena de vicisitudes, según afirmó.
Este aspecto es sobre todo patente en el tercer y el cuarto movimientos, primero con una marcha fúnebre, de una hondura emocional que cala en los sentimientos más nobles, a lo que luego se liga una parte coral brillante y redentora a cargo del Coro Filarmónico Universitario.
En este último movimiento, Federico Ibarra musicalizó fragmentos de un poema de Justo Sierra en el que se pondera las virtudes del libro y la educación para liberar y desarrollar el alma y la mente humanas.
La recepción del público a esa obra fue entusiasta, con bravos y aplausos prolongados, atronadores, cuyos decibeles se incrementaron cuando el compositor subió al escenario para agradecer ese reconocimiento.
La atmósfera emocional en ese momento era distinta a la de dos piezas anteriores, acaso la de una alegría más racional. La fiesta retomó su cauce con el Huapango de Moncayo, que la filarmónica universitaria llevó a nuevos derroteros con una interpretación fresca, vigorosa, armónica, con el ánimo y el gusto a flor de piel, guiada por un Alun Francis sonriente y entregado.
Concluyó la pieza y con ello este concierto conmemorativo del centenario de la UNAM. En la sala se percibía y vivía el gusto por la ocasión.
De manera espontánea estalló en la Sala Nezahualcóyotl la emblemática porra universitaria del goya, al término de la cual la sección de contrabajos de la OFUNAM, también de forma natural, se arrancó con las tradicionales Mañanitas.
Fuente
Periódico La Jornada
Viernes 24 de septiembre de 2010, p. 4
Pocos recuerdan una interpretación tan emotiva y conmovedora del Huapango de José Pablo Moncayo como la que ofreció la noche del miércoles la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) para cerrar el concierto con el que se conmemoró el centenario de la máxima casa de estudios, cumplido ese día.
El público, impulsado por una especie de frenesí que se extendió entre los 40 mil metros cúbicos de la sala Nezahualcóyotl y sus 2 mil 300 butacas, se puso de pie en cuanto concluyó esa emblemática pieza y, durante tres minutos, reconoció con estridentes ovaciones a la orquesta universitaria y al director Alun Francis, quien con esta presentación concluyó de manera formal su cargo como titular de la grupación.
Varios momentos climáticos se vivieron a lo largo de los poco más de 60 minutos de la velada, la cual fue antecedida por un mensaje en el que el rector José Narro reconoció a los actores que a lo largo de un siglo han colocado a la UNAM entre las 100 mejores instituciones de educación superior del mundo, y afirmó que para esta institución “el futuro ya comenzó” y por ello su “porvenir lo construimos hoy”.
Antes, la OFUNAM había interpretado el Himno Nacional. Desde ese momento se percibía el júbilo entre los concurrentes a este acto conmemorativo, entre ellos personajes de la política nacional, integrantes del cuerpo diplomático acreditado en el país, representantes de otras universidades nacionales y extranjeras, artistas y deportistas destacados, así como ex rectores, funcionarios, investigadores, académicos y alumnos de esa casa de estudios.
De entre los políticos, pudo verse al gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto; al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard; a la lideresa del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes, en butaca contigua a la del petista Porfirio Muñoz Ledo, con quien intercambiaba comentarios.
Espontaneidad del Goya
Lo festivo marcó el tono del programa, al incluir las versiones orquestales de la Marcha Zacatecas, de Genaro Codina, y Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, con un bellísimo y acariciante arreglo.
El plato fuerte de la noche llegó con el estreno mundial de la sinfonía Conmemorativa, obra que las autoridades universitarias encargaron ex profeso a Federico Ibarra.
Integrada por cuatro movimientos, si bien entre el tercero y el último no hay pausa que los diferencie, esta pieza del compositor mexicano es de profundo contenido dramático y emotivo, al pasar de lo grandilocuente a lo sutil, del fulgor festivo a una densa oscuridad y luego, para concluir, a la redención, con una música que transita entre lo onírico, lo marcial y lo apoteósico.
Se trata de una obra provocativa, en el mejor de los sentidos, que invita a reflexionar, como explicó el autor en una entrevista publicada en estas páginas el pasado martes, cuando precisó que ésta es una sinfonía para conmemorar, no para celebrar, pues la historia de la UNAM está llena de vicisitudes, según afirmó.
Este aspecto es sobre todo patente en el tercer y el cuarto movimientos, primero con una marcha fúnebre, de una hondura emocional que cala en los sentimientos más nobles, a lo que luego se liga una parte coral brillante y redentora a cargo del Coro Filarmónico Universitario.
En este último movimiento, Federico Ibarra musicalizó fragmentos de un poema de Justo Sierra en el que se pondera las virtudes del libro y la educación para liberar y desarrollar el alma y la mente humanas.
La recepción del público a esa obra fue entusiasta, con bravos y aplausos prolongados, atronadores, cuyos decibeles se incrementaron cuando el compositor subió al escenario para agradecer ese reconocimiento.
La atmósfera emocional en ese momento era distinta a la de dos piezas anteriores, acaso la de una alegría más racional. La fiesta retomó su cauce con el Huapango de Moncayo, que la filarmónica universitaria llevó a nuevos derroteros con una interpretación fresca, vigorosa, armónica, con el ánimo y el gusto a flor de piel, guiada por un Alun Francis sonriente y entregado.
Concluyó la pieza y con ello este concierto conmemorativo del centenario de la UNAM. En la sala se percibía y vivía el gusto por la ocasión.
De manera espontánea estalló en la Sala Nezahualcóyotl la emblemática porra universitaria del goya, al término de la cual la sección de contrabajos de la OFUNAM, también de forma natural, se arrancó con las tradicionales Mañanitas.
Fuente
Comentarios