Yo tenía 10 perritos y cinco ex presidentes... el otro paseo de los huesos
RAMÓN BELTRÁN
Llegó por fin ese tan esperado día de celebrar el bicentenario, de hacer tañer la campana de Dolores ante un zócalo repleto, de repetir el Grito del cura Hidalgo en el balcón central de Palacio. Un grito que aunque ha sido modificado una y otra vez, al antojo de cada presidente, de cada nuevo tlatoani, pero que hoy, hoy, hoy, por supuesto, tenía que ser lo más parecido al original. Bueno, casi igual, pero sin mencionar ahora a los odiados gachupines del pasado. Esos eran, simplemente, otros. Y también hubo dos gritos oficiales (y conste que no incluyo entre estos al grito alterno, al grito de Marcelo Ebrard), los dos gritos efectivos, macizos, fueron el de Tenochtitlan y el de Dolores Hidalgo.
Y en esta ocasión el nuevo huey tlatoani, Felipe Calderón, también invitó a los ex presidentes vivos. A todos. Solamente que la mayoría no acudió a su llamado. Quedan cinco: Echeverría, De La Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo y por supuesto, Vicente Fox y su “pareja presidencial”, la inolvidable Martita.
¿Habrán meditado bien el presidente y sus asesores antes de hacerlo? ¿Habrán medido las consecuencias? ¿Habrán intentado siquiera imaginar el escenario y sus probabilidades?
Echeverría está viejo e inmerso en sus problemas familiares, de salud, personales y políticos. Acaba de ser demandado por su abogado defensor (o uno de ellos); por aquel que lo ha sido desde hace 10 años. Y es ese, el mismo que acusa a sus hijas de negarse a pagarle sus honorarios mientras intentan vender un terrenito en Quintana Roo con valor de ¡130 millones de dólares! Una bicoca. ¿Tendrán más? ¿Cuántos?
¿Habría una razón que lo llevara a Palacio después de 34 años de haber dejado el poder? Llevar a Palacio como invitado a aquel que pretendió ser secretario general de la ONU, o cuando menos líder de los pueblos del tercer mundo, o de a perdida Premio Nobel de la Paz. ¿Cómo simple invitado de piedra?
No acudió, por supuesto.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan cuatro...
De la Madrid no podía asistir, de ninguna manera, porque ahí estaría aquel a quien había señalado hace pocos meses como el autor del robo a la partida secreta. Todos los millones y millones que puede manejar a su entera discreción el tlatoani. Por supuesto que no podía departir ni convivir con el innombrable, con aquel que le respondió de mala manera pero sin aclarar ninguna de las acusaciones; cómo codearse con aquel que sin preocuparse ni sonrojarse por ser el objetivo de graves señalamientos lanzados por un ex presidente contra otro ex presidente, hecho inédito en nuestra historia moderna, se conformó con limitarse a poner en duda las facultades mentales del acusador. Sin embargo, las acusaciones quedaron sin respuesta, y como hecho digno de pasar a la historia fue que alguien, algunos, obligaron a De La Madrid a desdecirse.
Y como aquí no pasa nada, para no variar, no pasó nada...
¿Podía acudir a Palacio Nacional para convivir con aquel a quien había señalado como ladrón y que lo había doblegado posteriormente hasta hacerlo retractarse públicamente de lo que había dicho? Para quedar finalmente como senil, como mentiroso o calumniador, como...
Por supuesto que tampoco acudió.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan tres...
Salinas de Gortari acudió, presuroso y sonriente, sabedor de que todavía parte, reparte y comparte las mieles del poder. Mientras se lo sigan permitiendo los mexicanos y la debilidad de nuestras instituciones. Como parte de un proyecto transexenal que no se frustró del todo. Porque parte de ese todo está unido a la red de complicidades forjadas al amparo del último presidencialismo absoluto. Y se movió como pez en el agua, enamorado de los reflectores, las entrevistas y el control sutil, bajo el agua, sabedor de que jamás desperdiciaría una oportunidad como esa. Llegó, vio y venció. Opacó a todos los que asistieron...Y se placeó...Y se lució... Y demostró que todavía las puede. Y las puede mucho...Y pudo demostrar de manera muy evidente que la desmemoria, la amnesia del pueblo mexicano haría que se olvidaran sus múltiples agravios, y que los asesinatos, el de un candidato y el del (ex) cuñado incómodo quedarían en el pasado; que la desaparición per secula seculorum del diputado por Tamaulipas acusado de ser el autor intelectual de este último, también se olvidaría. Que podría convivir y conversar con Camacho Solís como si nunca hubiera existido el levantamiento en Chiapas; que tanto los presentes como los ausentes, ante su regia figura, perdonarían que sigue siendo la representación del absolutismo presidencial, encarnado en aquella frase inolvidable: “ni los veo ni los oigo”. Esa, por lo menos, no se olvida.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan dos...
Y seguía Zedillo, aquel causante del terrible “error de diciembre”. El que ahora vive en Estados Unidos, es catedrático de Harvard y que, además, rechazó la pensión vitalicia. ¡Que herejía! Un ex presidente sin pensión y trabajando en el extranjero. Aquel que no supo conducir –según Salinas– el país de primer mundo que le heredaron. Aquel que –según Salinas– lo persiguió y lo obligó a autoexiliarse, que inclusive lo obligó a llevar a cabo una huelga de hambre, tan real y tan efectiva como las del SME. Aquel que, además, se atrevió a encarcelar a su hermano.
Por supuesto que Ernesto Zedillo no podía asistir.
Yo tenía cinco y solo me queda uno...
Y ese, por supuesto, era uno: la pareja presidencial. Esos sí, ese sí, llegaron, como uno solo, Fox y Martita.
Y poco fue lo que llamaron la atención. Invitados a pesar de sus reiteradas críticas a Calderón, optaron por lucirse y recordar los días felices que pasaron Martita y su “pollito” en el Palacio. Recordar cuánto sufrieron porque no pudieron cristalizar los anhelos de que México tuviera a la primer mujer al frente del Poder Ejecutivo. Heredera del trono.
¿Acaso les habrán advertido: “vienes, comes y te vas”?
¿Habrán invitado también a los hijos de... Marta?
Patético desfile de presencias, presencias menos notables que las ausencias... Cinismo, cinismo y desfachatez...
¿Lo habrán pensado bien antes de hacerlo?
Fuente
Llegó por fin ese tan esperado día de celebrar el bicentenario, de hacer tañer la campana de Dolores ante un zócalo repleto, de repetir el Grito del cura Hidalgo en el balcón central de Palacio. Un grito que aunque ha sido modificado una y otra vez, al antojo de cada presidente, de cada nuevo tlatoani, pero que hoy, hoy, hoy, por supuesto, tenía que ser lo más parecido al original. Bueno, casi igual, pero sin mencionar ahora a los odiados gachupines del pasado. Esos eran, simplemente, otros. Y también hubo dos gritos oficiales (y conste que no incluyo entre estos al grito alterno, al grito de Marcelo Ebrard), los dos gritos efectivos, macizos, fueron el de Tenochtitlan y el de Dolores Hidalgo.
Y en esta ocasión el nuevo huey tlatoani, Felipe Calderón, también invitó a los ex presidentes vivos. A todos. Solamente que la mayoría no acudió a su llamado. Quedan cinco: Echeverría, De La Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo y por supuesto, Vicente Fox y su “pareja presidencial”, la inolvidable Martita.
¿Habrán meditado bien el presidente y sus asesores antes de hacerlo? ¿Habrán medido las consecuencias? ¿Habrán intentado siquiera imaginar el escenario y sus probabilidades?
Echeverría está viejo e inmerso en sus problemas familiares, de salud, personales y políticos. Acaba de ser demandado por su abogado defensor (o uno de ellos); por aquel que lo ha sido desde hace 10 años. Y es ese, el mismo que acusa a sus hijas de negarse a pagarle sus honorarios mientras intentan vender un terrenito en Quintana Roo con valor de ¡130 millones de dólares! Una bicoca. ¿Tendrán más? ¿Cuántos?
¿Habría una razón que lo llevara a Palacio después de 34 años de haber dejado el poder? Llevar a Palacio como invitado a aquel que pretendió ser secretario general de la ONU, o cuando menos líder de los pueblos del tercer mundo, o de a perdida Premio Nobel de la Paz. ¿Cómo simple invitado de piedra?
No acudió, por supuesto.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan cuatro...
De la Madrid no podía asistir, de ninguna manera, porque ahí estaría aquel a quien había señalado hace pocos meses como el autor del robo a la partida secreta. Todos los millones y millones que puede manejar a su entera discreción el tlatoani. Por supuesto que no podía departir ni convivir con el innombrable, con aquel que le respondió de mala manera pero sin aclarar ninguna de las acusaciones; cómo codearse con aquel que sin preocuparse ni sonrojarse por ser el objetivo de graves señalamientos lanzados por un ex presidente contra otro ex presidente, hecho inédito en nuestra historia moderna, se conformó con limitarse a poner en duda las facultades mentales del acusador. Sin embargo, las acusaciones quedaron sin respuesta, y como hecho digno de pasar a la historia fue que alguien, algunos, obligaron a De La Madrid a desdecirse.
Y como aquí no pasa nada, para no variar, no pasó nada...
¿Podía acudir a Palacio Nacional para convivir con aquel a quien había señalado como ladrón y que lo había doblegado posteriormente hasta hacerlo retractarse públicamente de lo que había dicho? Para quedar finalmente como senil, como mentiroso o calumniador, como...
Por supuesto que tampoco acudió.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan tres...
Salinas de Gortari acudió, presuroso y sonriente, sabedor de que todavía parte, reparte y comparte las mieles del poder. Mientras se lo sigan permitiendo los mexicanos y la debilidad de nuestras instituciones. Como parte de un proyecto transexenal que no se frustró del todo. Porque parte de ese todo está unido a la red de complicidades forjadas al amparo del último presidencialismo absoluto. Y se movió como pez en el agua, enamorado de los reflectores, las entrevistas y el control sutil, bajo el agua, sabedor de que jamás desperdiciaría una oportunidad como esa. Llegó, vio y venció. Opacó a todos los que asistieron...Y se placeó...Y se lució... Y demostró que todavía las puede. Y las puede mucho...Y pudo demostrar de manera muy evidente que la desmemoria, la amnesia del pueblo mexicano haría que se olvidaran sus múltiples agravios, y que los asesinatos, el de un candidato y el del (ex) cuñado incómodo quedarían en el pasado; que la desaparición per secula seculorum del diputado por Tamaulipas acusado de ser el autor intelectual de este último, también se olvidaría. Que podría convivir y conversar con Camacho Solís como si nunca hubiera existido el levantamiento en Chiapas; que tanto los presentes como los ausentes, ante su regia figura, perdonarían que sigue siendo la representación del absolutismo presidencial, encarnado en aquella frase inolvidable: “ni los veo ni los oigo”. Esa, por lo menos, no se olvida.
De los cinco que tenía ya nomás me quedan dos...
Y seguía Zedillo, aquel causante del terrible “error de diciembre”. El que ahora vive en Estados Unidos, es catedrático de Harvard y que, además, rechazó la pensión vitalicia. ¡Que herejía! Un ex presidente sin pensión y trabajando en el extranjero. Aquel que no supo conducir –según Salinas– el país de primer mundo que le heredaron. Aquel que –según Salinas– lo persiguió y lo obligó a autoexiliarse, que inclusive lo obligó a llevar a cabo una huelga de hambre, tan real y tan efectiva como las del SME. Aquel que, además, se atrevió a encarcelar a su hermano.
Por supuesto que Ernesto Zedillo no podía asistir.
Yo tenía cinco y solo me queda uno...
Y ese, por supuesto, era uno: la pareja presidencial. Esos sí, ese sí, llegaron, como uno solo, Fox y Martita.
Y poco fue lo que llamaron la atención. Invitados a pesar de sus reiteradas críticas a Calderón, optaron por lucirse y recordar los días felices que pasaron Martita y su “pollito” en el Palacio. Recordar cuánto sufrieron porque no pudieron cristalizar los anhelos de que México tuviera a la primer mujer al frente del Poder Ejecutivo. Heredera del trono.
¿Acaso les habrán advertido: “vienes, comes y te vas”?
¿Habrán invitado también a los hijos de... Marta?
Patético desfile de presencias, presencias menos notables que las ausencias... Cinismo, cinismo y desfachatez...
¿Lo habrán pensado bien antes de hacerlo?
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