La reforma energética, "clarín de arranque de una enloquecida carrera para el despojo", dice Galeano
Elio Henríquez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 16 de julio de 2015, p. 15
Jueves 16 de julio de 2015, p. 15
San Cristóbal de Las Casas, Chis.
“Se entiende que allá arriba todavía haya quien crea que en las reformas está la salvación de México, o que es sólo la venta del patrimonio nacional. Abajo debe quedar claro que el objetivo de las reformas es acabar de destruir lo poco que queda en pie (…) para que sea reconstruido y repoblado”, agregó en un comunicado.
Galeano –antes Marcos– señaló que en México los analistas de arriba se mesan sus cuidadas cabelleras viendo cómo las reformas tan aplaudidas por ellos, lo único que han logrado hasta ahora es desordenar más la ya caótica economía nacional, y se quejan de que la reforma energética no haya traído las mieles inmediatas que prometían, pero las reformas tenían el objetivo de desordenar y destruir.
Los servicios, plato fuerte
“La guerra urbana que ha modificado el ‘rostro’ de las
ciudades no sólo tiene como objetivo los terrenos y construcciones, los
servicios son el plato fuerte. El suministro de agua potable es manejado
con calculada perversidad: la escasez alienta el surgimiento de
empresas de pipas de agua que desplazan a las tradicionales y van
monopolizando paulatinamente el mercado, así como con el agua: el
transporte, las comunicaciones, la seguridad y hasta la basura.”
Expuso que el argumento falazque suele sostener la necesidad de la privatización de los servicios es que
así mejorarán, serán más baratos y de mejor calidad, pero
no hay un solo caso que respalde esa afirmación, pues
todos los servicios privatizados son más caros, de peor calidad y con pésima atención.
El dirigente zapatista aseveró que
acostumbrada a que la pobreza y la desgracia siempre pertenecían a otra geografía o a otro calendario, la mal llamada clase media comienza a darse cuenta de que su lugar está cada vez en las víctimas y no en los espectadores (en el papel de verdugo nunca, aunque suspire por estarlo).
Dijo que
Galeano se preguntó si los problemas sociales se deben a una falta de capacidad administrativa, de oficio político, de probidad, de visión de Estado o si son consecuencia ineludible de un sistema social.
Es decir, continuó, “las decisiones fundamentales, las que orientan el rumbo de una sociedad digamos nacional, ¿siguen en la esfera del Estado, del gobierno, de la administración pública? Incluso los paliativos, los consuelos del ‘corto plazo’, ¿son posibles?”
Afirmó que
Comentó que lo anterior plantea
Para poder conocer la respuesta, añadió,
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el proceso de urbanización, lento si fuera racional, es ahora una locura. Como si una guerra estuviera operando y, en lugar de blindados, fueran las maquinarias de construcción las que, paradójicamente, destruyeran. Si un razonamiento lógico sería: crea los servicios y después urbaniza, la realidad es lo contrario: urbaniza y ya luego ve lo de los servicios.
Galeano se preguntó si los problemas sociales se deben a una falta de capacidad administrativa, de oficio político, de probidad, de visión de Estado o si son consecuencia ineludible de un sistema social.
Es decir, continuó, “las decisiones fundamentales, las que orientan el rumbo de una sociedad digamos nacional, ¿siguen en la esfera del Estado, del gobierno, de la administración pública? Incluso los paliativos, los consuelos del ‘corto plazo’, ¿son posibles?”
Afirmó que
en buena parte del mundo, el problema ha sido ubicado en la administración pública. Y es casi unánime el diagnóstico de que se trata de un asunto de corrupción de los aparatos gubernamentales. Pero aquí, dijo, “el asunto es que, para disputar el combate a la corrupción no hay una bandera definida políticamente. Contra la corrupción administrativa está la derecha, la izquierda y la política ‘independiente’. Todos se afanan por ofrecer probidad y honestidad… y todos terminan por ser alcanzados por algún escándalo”.
Comentó que lo anterior plantea
una pregunta fundamental, pensamos nosotros, nosotras, zapatistas: el Estado-nación, es decir, el Estado tal y como lo conocíamos, ¿ha permanecido intocado en la guerra del sistema? ¿O estamos frente a un holograma, una imagen de lo que fue, una figura de cartón piedra donde distintos personajes ponen el rostro para la foto de temporada? ¿O ni una cosa ni la otra: el Estado nacional ya no es lo que era, pero mantiene alguna resistencia frente a los poderes supranacionales?
Para poder conocer la respuesta, añadió,
pensamos, necesitamos reconstruir la genealogía del Estado nación, y confrontar el resultado con la realidad actual.
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