Lo que emerge en la emergencia
El
presente artículo de opinión guarda una serie de diálogos, reflexiones y
sentires, de cuatro mujeres jóvenes que habitan y transitan diversas
realidades, desde Colombia, Costa Rica, Guatemala y México. Lugares en
los cuales se ha instalado una pandemia, suscitada por un virus nombrado
Covid-19, descubrimiento viral de la época que se ha tornado como punto
de quiebre de lo que se vivía cotidianamente, siendo también un tiempo
representado como un espacio suspendido desde las incertidumbres; sin
embargo que se presenta como una posibilidad para conversar
regionalmente. Con todo y las distancias geográficas, mas no históricas,
intentamos aproximarnos y sentirnos cercanas. Esto requiere de
paciencia, ternura, buena señal de internet y mucha escucha para
comprendernos y reconocernos, desde las vivencias situadas que nos están
doliendo, trastocando y, que sin duda, evidencian un momento histórico
que implica reorganización, pausa y reinvención de los procesos sociales
que luchan y apuestan a la transformación de sentidos, subjetividades y
dimensiones materiales de las realidades.
El despojo, concentración de bienes
comunes y de riqueza, la misoginia, racismo, odio, represión,
criminalización y judicialización a los cuerpos, formas, sentidos y
organizaciones de vida contrahegemónicas, son algunas de las
características comunes de Mesoamérica. Poblaciones enteras que
sobreviven día a día a desigualdades y violencias estructurales que
forman la base de los Estado-Nación que les empobrecen, expulsan y
asesinan. Sobre esas dinámicas se gobierna desde el control, la
militarización y/o securitización de la vida cotidiana, como mecanismos
de aleccionamiento contra la organización comunitaria y política.
La crisis sanitaria llegó a la región
importada desde los cuerpos que pueden movilizarse
extracontinentalmente. El norte mundial importó la Covid-19 al sur
latinoamericano, recordando a la época colonial y evidenciando que aún
sobrevivimos entre políticas coloniales, patriarcales, racistas,
misóginas y capitalistas. Hoy es la desigualdad la que explota en
nuestras caras, donde los Estados mesoamericanos, lejos de atenderlas,
acentúan esas diferencias al generar recetas uniformes a sociedades tan
desiguales.
¿Qué evidencia la crisis?
Desde estas aproximaciones regionales,
si algo nos hace entender esta pandemia es la magnitud de la inequidad
estructural en lo social, económico y político en la que vivimos. Muchos
estaban diciendo que el virus afecta a todas las personas por igual,
pero esto contiene diversas condiciones estructurales y para ello basta
echar una mirada a los barrios, comunidades y espacios sociales que
históricamente han sido desposeídos, siempre los más afectados, más aún
en Estados donde lo social nunca ha sido una prioridad en la política
pública. En ese sentido, la Covid-19 está alimentado por el capitalismo.
Con este temor, desde las realidades
latinoamericanas se están configurando medidas drásticas de control
social que se han implementado para “prevenir” su expansión desmedida;
sin embargo esta situación también responde a estrategias de represión
que continúan violentando con mayor agresividad los derechos humanos
individuales y colectivos. Las medidas más restrictivas en la región han
sido precedidas de movilizaciones importantes y señalamientos profundos
al ordenamiento social y el status quo. En Mesoamérica, propiamente, es un devenir autoritario el que dice prevenir a Covid-19, devenir legitimado por el miedo.
Lo anterior puede ser ejemplificado a
través de las diversas medidas y estrategias de represión comunes que se
están tomando en los diversos países latinoamericanos, evidenciando una
serie de problemáticas: las medidas como la cuarentena, el aislamiento
social preventivo, toque de queda o incluso estados de excepción, están
dando pie a una serie de reconfiguraciones sociales y desde la lógica
neoliberal se está mostrando una cara estatal asistencialista.
Es por ello que en términos
macroeconómicos se construyen fondos económicos a partir del
adelgazamiento de presupuestos de programas sociales, cobrando impuestos
llamados “solidarios”, que centran su peso en las personas empleadas
públicas, reduciendo las jornadas laborales, flexibilizando las
condiciones laborales y ampliando la deuda a nivel interno y externo.
Estas medidas, sin duda, van a impactar y a precarizar aún más la vida
de millones de personas a nivel regional.
En términos microeconómicos se visualiza
un gran número de personas trabajando en el sector informal, sin
contrato o seguridad social, dependiendo de los ingresos que pueden
generar a diario. Seis de cada 10 personas empleadas en la región están
en la informalidad; para ellas, un sólo día de cuarentena significa un
gran problema para su sustento y el de sus familias.
En el cotidiano, la pandemia también
está visibilizando la gestión de la vida y muerte. Existen muchos grupos
sociales que están siendo desprotegidos y olvidados, como las personas
que se encuentran en situación de calle, personas migrantes,
desplazadas, internas, defensoras y activistas u otras personas para
quienes la medida “Quédate en casa” puede sonar como una burla, un
asunto impensable, inhabitable. Lo mismo vale para las muchas mujeres y
la niñez que, más allá de desconocer cómo organizar clases virtuales
para sus hijas e hijos por falta de internet, están viviendo con sus
agresores en casa y para quienes una cuarentena puede resultar incluso
letal.
Los feminicidios y los asesinatos a
personas defensoras de tierra y territorio y defensoras de derechos
humanos no se van a cuarentena. Para muchas comunidades indígenas o
rurales abandonadas históricamente o afectadas por multinacionales, o en
muchos barrios periféricos de las ciudades, tan sólo las medidas de
saneamiento básico como lavarse las manos continuamente se complica por
la falta de agua constante.
La batalla contra la Covid-19 se empina
cuando se evidencia que la salud no ha sido prioridad política. Según
cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2017 América
Latina destinó a salud tres veces menos que los países de la Unión
Europea [1]. El desfalco a la salud pública corresponde a una crisis que
antecedió al virus; en ese sentido la emergencia sanitaria que vive la
región tiene raíces profundamente políticas: las inequidades entre los
sectores de salud privada y pública, así como las inequidades de acceso a
la salud que padecen las comunidades rurales, de pueblos originarios,
migrantes, mujeres, niñas y niños que no podrán ser resueltas con las
medidas emergentes en la coyuntura actual.
¿Qué impactos va a tener en los movimientos y organizaciones?
El llamado de atención frente a la
Covid-19 es claro: resulta fundamental que las organizaciones y
movimientos reflexionen y actúen hacia la materialización de sus
derechos y/o autonomía política y organizativa para el acceso a los
derechos más básicos. Si no tenemos salud, vida, ¿qué es lo que tenemos?
Así, la batalla contra la pandemia es una batalla por la vida;
horizonte que de por sí ha marcado la organización política, comunitaria
y originaria a lo largo de Mesoamérica.
En la dimensión comunitaria, Covid-19
también significa horizontes de posibilidades que se podrían aprovechar
para repensar las maneras en cómo nos relacionamos social y
naturalmente. Es una posibilidad al regreso de los saberes comunitarios y
ancestrales. Muestra de ello es la constelación de movimientos sociales
que ponen en común los procesos y espacios que apuestan a la
construcción de sentidos de realidad para el sostenimiento de la vida,
tal es el caso del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación
Mundial (EZLM) [2], forma organizativa que apela a la reagrupación de
diversas realidades que desde la autonomía y buen vivir hacen un
llamado mundial para ir construyendo respuestas individuales y
colectivas, articulando puentes de entendimiento desde diversas
geografías, ritmos y formas de vida.
¿Y después de la crisis?
Esta crisis no solamente nos invita a
cuestionar lo impuesto, sino articularnos y organizarnos para
transformar el hogar común, principalmente los movimientos sociales que
nos denominamos anticapitalistas, antipatriarcales y anticoloniales.
¿Cómo volveremos a la normalidad, la que antecedió a este virus y expuso
–aún más– los vacíos y las explotaciones?
Ante el aprovechamiento que realizan y
realizarán las élites político-económicas y los Estados, resulta volver a
la ancestralidad e identificar las prácticas que los pueblos
originarios de todo Abya Yala tenían para cuidarse desde la
colectividad, esas prácticas que fueron despojadas y destruidas
violentamente e hicieron que la visión del vivir fuera antropocéntrica.
Es de esta manera que podemos superar,
no solamente esta crisis, sino también el sistema desigual y normalizado
que beneficia a una minoría de la población, es tiempo de
deconstruirnos de manera individual y colectiva. ¿Acaso no son el
capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el racismo enfermedades
más letales que el Covid-19?, ¿acaso este virus no es un producto, una
mercancía más del sistema capitalista?
Por ahora quedan muchas preguntas que
aguardan silenciosamente, pero que habitan cada tiempo e invitan a
pensar subjetivamente, si es que se desea volver a la “normalidad” y la
eterna promesa del “esfuérzate y lo logras”; los días de encierro nos
confrontan y trastocan los modos y ritmos de vida que se tenían previos a
la emergencia. Un sentimiento nostálgico nos humaniza, nos encuentra
con las personas queridas y con nosotras y nosotros mismos, nos
apropiamos de los espacios privados, trasladando la solidaridad a los
espacios colectivos. El devenir de la emergencia es incierto, sin
embargo un mar de cuestionamientos encuentran un nodo común: ¿será que
estos momentos son para reorganizar los modos de relaciones sociales,
ahora basados desde el bien común?, ¿qué tenemos que cambiar individual y
colectivamente?, ¿qué exigencias le haremos a los Estados?, ¿cuál
tendría que ser su papel para garantizar una vida digna deseable?, ¿cómo
y desde dónde se debe de exigir una reconfiguración del modelo
económico?, ¿desde qué lugares políticos se tiene que transformar?,
¿generacionalmente qué desafíos tenemos? Descoser para reinventar la
vida y mirar escenarios posibles para re-existir.
Notas[1] Coronavirus: qué capacidad tienen realmente los países de América Latina para hacer frente a la epidemia del COVID: https://bbc.in/2xeYXqv
[2] Henríquez E. (21 mar 2020). “Dan a conocer el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Mundial (EZLM)”. La Jornada. Recuperado de https://bit.ly/33LsmVf.
Nery Chaves García (Costa Rica), Tanja Vultier (Colombia), Amy Roca Sinay (Guatemala) y Viridiana Martínez Ortiz*
*Colaboradora del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria
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