Las trampas fiscales de los más ricos
Para explicar por qué seguimos sumidos en la pobreza, Viridiana Ríos escribió el libro "No es normal. El juego oculto que alimenta la desigualdad mexicana y cómo cambiarlo" (Grijalbo/Random House, 2021), del que a continuación publicamos fragmentos del capítulo "Ricos más ricos".
México, un país geográfica y culturalmente privilegiado, debería ser rico. Pero no lo es, pese a que el mexicano es trabajador (la nuestra es la segunda nación de la OCDE que más horas labora, sólo superada por Colombia). Para explicar por qué seguimos sumidos en la pobreza, Viridiana Ríos escribió el libro No es normal. El juego oculto que alimenta la desigualdad mexicana y cómo cambiarlo (Grijalbo/Random House, 2021), del que a continuación publicamos fragmentos del capítulo “Ricos más ricos”.
Ricardo Salinas Pliego es el tercer hombre más rico de México: su fortuna se estima en 13 mil millones de dólares. Ha estado en el listado de millonarios de Forbes México desde 2012, es decir, desde el año en el que comenzó la lista. Su negocio es crear contenidos de televisión y vender electrodomésticos en “pagos chiquitos” a quienes no pueden comprarlos de contado. Con los paguitos, un refrigerador que costaría 14 mil pesos termina costando 27 mil, casi el doble. Otra parte de su negocio es Banco Azteca, famoso por cobrar comisiones por inactividad.
Un buen día Salinas Pliego tuvo a bien retar a Simón Levy, un emprendedor, a que ambos mostraran públicamente su declaración de impuestos para ver quién pagaba más. El altercado comenzó porque Levy sugirió que Salinas Pliego usaba “artilugios y subsidios” para reducir su carga fiscal.
El reto funcionó. En cuestión de horas las declaraciones de ambos estaban en línea.
Salinas Pliego fue celebrado por haber pagado casi 82 millones de pesos de impuestos al año, comparado con solo 510 mil que pagó Levy. “Deja callados a los habladores”, le aplaudían en redes. “Don Ricky, bien cumplido”, le decían otros. “Lo único que puedo decir es: ¡Ay, wey!”, concluyó un usuario.
Pero, ¿es así? ¿Realmente Salinas Pliego pagó más impuestos que Levy? No. De hecho, pagó menos. Mucho menos.
En la penúltima hoja de su declaración mostraba pérdidas y deducciones por cerca de 181 millones de pesos anuales, lo que se traducía en que su base gravable disminuyera 44%. Considerando esto y algunos impuestos que ya le habían sido cobrados durante el año, Salinas Pliego en realidad recibió dinero de vuelta de parte del gobierno mexicano: un total de 36 millones de pesos. Más aún, de su ingreso total, Salinas Pliego estaba pagando una tasa real de sólo 20%, es decir, lo que pagaría alguien que gana 150 mil pesos al año. Levy, en cambio, no reportaba pérdidas ni deducciones cuantiosas, por ello, el emprendedor terminó pagando 28% de sus ingresos como impuestos. Mucho más que Salinas Pliego.
Es común que en México los millonarios paguen menos impuestos que el estrato medio, como proporción de su ingreso, pero pocos lo saben, porque es muy raro que la información fiscal se muestre en público. A diferencia de otros países, México no permite que se conozca de manera anónima cuánto pagan de impuestos las personas. De hecho, de acuerdo con el wid, México tiene una calificación menor, en términos de transparencia, que muchos países latinoamericanos como Colombia o Uruguay.
La única excepción a la opacidad del sistema fiscal mexicano ocurrió momentáneamente en 2017 cuando por unos cuantos años la información de las declaraciones de impuestos se compartió públicamente. La base de datos era muy jugosa. Incluía las declaraciones de 46 millones de personas físicas y 931 mil empresas. En el caso de las empresas, están disponibles seis años de información, mientras que en el de las personas físicas están disponibles tres años.
Luego de ver el altercado entre Salinas Pliego y Levy, analicé estos datos. Usando los ingresos de personas similares a ellos, es decir, personas físicas y asalariadas, calculé cuántos impuestos pagó cada mexicano de 2013 a 2015, el año más reciente al que tuve acceso.
(…) Hay dos razones por las que los ricos-más-ricos podrían estar pagando tan pocos impuestos como proporción de su ingreso: la evasión y la elusión.
La evasión fiscal es una violación a la ley. Se refiere al ocultamiento de ingresos o al reporte falso de gastos o pérdidas para pagar menos impuestos. Al parecer esto es algo muy común. Se estima que a través de estas técnicas las personas físicas con actividad empresarial evaden 68% de los impuestos que deberían pagar.
Otras veces, los impuestos no se evaden, sino que simplemente se “eluden”. La elusión fiscal se refiere a utilizar estrategias contables para disminuir al extremo el pago de impuestos. Estas estrategias no son necesariamente ilegales, pero tampoco son del todo legales. Es decir, se juega con las áreas grises de los códigos fiscales o se explotan leyes o procesos que no están suficientemente regulados o que son sujetos a interpretarse ampliamente. La elusión fiscal requiere los conocimientos especializados de exclusivos despachos contables capaces de diseñar estrategias sofisticadas; por ello sólo está disponible para las personas de mayores ingresos.
(…) Es falso que quienes más evaden o eluden impuestos sean el tamalero, el tendero, el bolero u otras ocupaciones de ingresos bajo o medio. Los que no pagan son los más ricos. De hecho, de un total de 948 mil millones de pesos evadidos o eludidos cada año, 64% se explica por lo que dejan de pagar los estratos altos y ricos, es decir, un total de 610 mil millones de pesos. En cambio, las personas de niveles más bajos de ingreso evadieron 23 mil millones de pesos, 2% del total evadido.
Los ricos evaden y eluden ocho veces más de lo que lo hace el 50% más pobre, y el 9% que le sigue, 19 veces más. Un abuso sin par. Los 180 mil millones de pesos que eluden/evaden los más ricos serían suficientes para construir 95 hospitales generales en tan solo un año. Nuevamente, esto es consistente con lo que se ha encontrado en países como Estados Unidos, donde se estima que “los principales poseedores de riqueza tienen un ingreso fiscal que es aproximadamente la mitad o un poco menos de su ingreso económico real”.
Por todo esto, es absurdo que sigamos pensando que los trabajadores informales de estratos medio o bajo, los vendedores ambulantes u otros pequeños comerciantes son los principales evasores fiscales de México. No lo son. El corazón de la evasión fiscal se encuentra hasta arriba, entre las personas que más dinero ganan.
Por supuesto que es necesario que todos en México paguen sus impuestos, incluyendo el tamalero, el comerciante y el tendero. Hacerlo ayudará a la construcción de ciudadanía y a tener más recursos. Sin embargo, lo más importante, en términos de aumentar los ingresos del Estado mexicano, es impedir que los ricos se sigan haciendo más ricos con reglas fiscales que no les cobran lo que les toca.
Hay que demandar que nuestras autoridades analicen desde cero la política fiscal y revisen exhaustivamente todas las leyes para modificar aquellas que les han permitido a los más ricos crear esquemas de evasión y elusión sistémica. Tal es el caso de las empresas fantasma y el outsourcing. Se estima que tan solo la existencia de empresas fantasma provoca que se pierdan 6.2 puntos del PIB en recaudación, o 1.5 billones de pesos al año. El outsourcing implica mil 913 millones de pesos de pérdidas adicionales.
Sin embargo, no es suficiente con sólo evitar la elusión. Los ricos más ricos de México también deben pagar muchos más impuestos que los que pagan actualmente, y ello requiere gravar no sólo los ingresos que van generando, sino la absurda riqueza que han logrado acumular. Es decir, diseñar un impuesto para las más grandes fortunas de México.
Hablar de impuestos a la riqueza solía ser un tabú, pero hoy en día incluso el Fondo Monetario Internacional ha recomendado implementarlos para ayudar a financiar las necesidades económicas que creó la pandemia. Con esto se podrían recaudar hasta 0.6 puntos del PIB.
Poner en marcha un impuesto de esta naturaleza, sin duda, sería un reto: se tendría que resolver el problema de la evasión, mejorar los reportes de la riqueza neta de los individuos, así como tener cuidado de que la tasa no fuera tan alta que resultara contraproducente para la economía. El reto, sin embargo, no es imposible, y ya varios académicos tienen ideas concretas sobre cómo lograrlo. De hecho, el impuesto a la riqueza ya existe en Argentina, Honduras, Uruguay, Colombia y la República Dominicana, así como en 11 países de la OCDE. Estos impuestos toman formas distintas, pero en general se cobran sobre el valor total de los bienes de los individuos, las familias y las empresas. En Uruguay se cobra entre 0.3 y 0.6% del valor de los patrimonios mayores a 100 mil dólares, o 200 mil para las familias. Para las empresas la tasa es de 1.5% y para los bancos, de 2.8%. Además, para patrimonios agropecuarios hay una sobretasa de 0.7% a 1.5%. En Argentina se cobra una tasa que puede ir desde 0.5% hasta 1.25% a los patrimonios a partir de 30 mil dólares. En Colombia se cobra 1% sobre el valor líquido del patrimonio, siempre que éste sea superior a 1.3 millones de dólares. Solo se cobra a las personas o a las sociedades extranjeras no sujetas al ISR. Con estos impuestos, Colombia recauda 0.05 puntos del PIB; Argentina, 0.1 y Uruguay, 0.94.
¿Cuánto podría recaudar un impuesto de esta naturaleza en México? Una muy buena cantidad.
Un impuesto de tan sólo 1% sobre las fortunas de los millonarios de la lista de Forbes, México podría recaudar 28 mil millones de pesos al año, con lo que el presupuesto del programa de becas de educación primaria de la SEP podría aumentar 88%. Durante el primer año de la pandemia, los 13 billonarios de la lista Forbes tuvieron una ganancia combinada de 659 mil millones de pesos en su riqueza neta, lo que significó una fortuna combinada de 2.7 billones de pesos. A la par de ese crecimiento, al menos 4.6 millones de personas cayeron en la pobreza extrema en México. Con un impuesto de tan sólo 1.6% sobre la riqueza de esas 13 personas, que recaudaría 45 mil millones de pesos, las personas que cayeron en pobreza extrema habrían podido tener un ingreso mínimo asegurado durante la pandemia.
Otros estimados muestran que, si el cobro del impuesto a la riqueza se ampliara para abarcar a todo el 0.1% más rico de México, es decir, hogares que ganan en promedio 876 mil pesos al mes, se lograrían recaudar 100 mil millones de pesos al año. Finalmente, otros estimados dicen que la cantidad podría ser de hasta 114 mil millones de pesos al año, lo equivalente a duplicar el presupuesto de educación superior y de posgrados de la SEP, y todo el presupuesto de prestación de servicios públicos de la Ssa. Los estimados varían mucho porque no es posible conocer bien a bien las fortunas de las personas.
Independientemente de los impuestos a la riqueza, este gobierno está tomando medidas importantes para reducir la evasión fiscal y cobrar impuestos que se debían de años fiscales anteriores. Esta política es positiva y está enfocada en un grupo muy selecto de empresas: aquellas que deben más de 8 millones de pesos a la hacienda pública. Sólo las empresas más grandes tienen la capacidad de estar en este grupo. Por medio de esta iniciativa se logró que empresas como BBVA, Femsa y América Móvil, y más recientemente la farmacéutica Genomma Lab saldaran sus deudas con el fisco.
Además, el gobierno también está eliminando las condonaciones tan habituales en sexenios anteriores. Hasta la administración de Peña Nieto, era común que el sexenio comenzara con una gran condonación de impuestos. En 2013, por ejemplo, se implementó un programa llamado “Ponte al Corriente”, con el que se condonaron 166 mil millones de pesos, la mitad del dinero que se debía, a solo 36 empresas de un total de 41 mil. Entre 2014 y 2015, se llevó a cabo otro programa de condonaciones, en el cual se dejaron de pagar 2.4 mil millones de pesos, repartidos entre 481 contribuyentes: 94 personas físicas y 387 empresas. Otro más se realizó entre 2015 y 2016 con un total de 4.4 mil millones de pesos condonados: 96% de ellos se le exculpó a 10% de las empresas más ricas de la lista. De hecho, tan solo 10 personas morales recibieron 3.6 mil millones de pesos en condonaciones: 85% del total.
Sin embargo, aun con todos los esfuerzos que ha hecho el gobierno actual, la recaudación fiscal continúa sin un aumento importante.
No hay que conformarnos con ello. Los números son evidentes en mostrar que no hay un verdadero esfuerzo por cambiar las cosas, y me temo que no lo hay porque a algunas personas de ahí afuera les conviene evitarlo. Les conviene que el resto de nosotros nos hayamos acostumbrado a esta injusticia. Y que sigamos pensando que el problema es que una persona que vende tamales no paga sus impuestos. El engaño total.
Urge que como ciudadanos veamos la realidad y no la propaganda que nos han querido vender los de arriba. Es crítico que nos demos cuenta de que personas como “don Ricky”, aunque parecen estar pagando muchos impuestos en total, en realidad, como proporción de su ingreso, pagan poco, muy poco. A esas personas les conviene que tú y yo pensemos que la razón por la que en México no hay servicios públicos de calidad es porque el tendero, el tamalero, el afilador y el microempresario no pagan impuestos. Como han demostrado los datos, no es así.
Si bien todos los niveles de ingreso pagan menos de lo que deberían, los ricos-más-ricos pagan aún menos que el resto. La abrumadora mayoría de los que no pagan en México no pagan porque los estratos altos y ricos evaden o eluden impuestos. Las personas de bajos ingresos también eluden, pero mucho menos.
Esto debe cambiar. Las reglas actuales hacen más ricos a los más ricos. No hay que olvidar que las personas de altos ingresos tienen una responsabilidad especial con México, no sólo porque el país les ha dado mucho, sino porque día a día nuestro país les permite mantener sus negocios en pie. Gracias a las escuelas públicas es que tienen trabajadores para sus negocios; gracias a que hay carreteras es que sus productos pueden ser transportados; y gracias a las leyes del Estado es que pueden mantener sus fortunas aun en un país donde la gran mayoría de las personas no tienen ingresos suficientes. Los de arriba deben pagar lo que les corresponde porque sólo así se logrará tener un país más justo para todos.
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