¿Cómo celebrar algo que no existe?

Así es: el bicentenario no existe.

Si la historia no miente, en 1810 se inició la guerra contra el imperio español. Y se terminó con la entrada del ejército comandado por Guerrero e Iturbide en el año de 1821.

Es decir: si de territorio libre hablamos, es hasta dentro de ONCE años, en 2021 cuando se puede celebrar el BICENTENARIO de la lucha por la independencia del imperio español.

Pero que se luche por independizarse no quiere decir se sea uno independiente. La independencia conlleva muchas otras cosas, entre otras, un proyecto definido. Un proyecto de nación.

¿Tenemos un proyecto como nación? No.

Porque los proyectos mexicanos los marcan, los definen, los imponen los políticos cada seis años.

¿Cuál es el viejo, incluso ancestral, proyecto del pueblo mexicano? La justicia.

Con la justicia todo tiene su peso, su medida y su debida existencia.

Y un ejemplo de proyecto es exactamente el que definieron los políticos para este 2010: festejar el bicentenario de ser mexicanos.

¿Por qué esa urgencia de festejar doscientos años de independencia once años antes? Porque políticamente viste. Nada más.

Lo mismo sucedió cuando el festejo de los quinientos años de la llegada de Colón a las actuales Antillas: la caída, para nosotros, del imperio defensor, los Mexicas, en 1521, o sea que el rechazo y las protestas a la conquista española de hace 500 años todavía no cumple sus 500 ensangrentadas velitas.

Creo que hay que difundir con intensidad que la fecha del bicentenario es una conveniencia política y nada tenemos que festejar para favorecer la imagen de los políticos.

En todo caso, se puede festejar el inicio de la guerra por la independencia. Pero ¿qué tal si no se hubiera ganado? ¿Tendríamos algo que festejar en estos días? Nada. Es más, nadie se acordaría del intento. Así que, dejemos que el bicentenario llegue y cuando llegue ojalá sea una fiesta cívica y no una política.

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