La rebelión de los pueblos
miércoles 10 de agosto de 2011
Abel Samir (especial para ARGENPRESS.info)
Pensé ponerle el título “La rebelión de las masas”, pero no quiero que se confunda con el libro de Ortega y Gasset, porque no intento copiar las ideas de ese benemérito escritor. Al contrario, veo que muchos de sus postulados son equivocados: no corresponden a la realidad objetiva de hoy. Pero, sin duda, no puedo evitar referirme a su obra, ya que no puedo dejar de escribir de algo que está ocurriendo tanto en África como Europa, América y Oriente Medio: los pueblos cansados de ser atropellados y explotados se levantan y se movilizan en protestas masivas en las calles, protestas todas de carácter pacíficas. Pero que se desbandan cuando son sometidos a la represión policial.
Es una verdadera rebelión de las masas, de los pueblos del mundo del siglo XXI. Protestas de masas de personas de diferentes edades, pero sobre todo jóvenes, se alzan en distintas partes del mundo; en Europa desde España, las manifestaciones se han extendido como una infección venérea a Berlín, París, Budapest, Lisboa, Praga, Varsovia y Viene entre otras. Pero es una infección positiva que trae vientos nuevos. El poema de la joven Ayat al Qormozi leído en la plaza Manama de Bahréin, que representa el sentir de toda la juventud mundial lo dice todo:
Somos el pueblo
que matará a la humillación
y asesinará a la miseria.
¿No escuchan sus gritos?
¿No escuchan sus gritos?
Cuando leo este poema me recuerda al joven de Lisle que produjo la Marsellesa. Algo así debe haber sido ese grupo abigarrado que penetró en París en apoyo a la revolución. En la plaza del Sol, ahora allanada y despejada de manifestantes por las fuerzas del orden, quedó claro que hay descontento por la falta de empleo, de trabajo para los jóvenes. Y lógicamente, las protestan se vuelcan contra todo lo que signifique el status quo, la inmovilidad, lo mismo que motivó a las juventudes en Túnez, Marruecos, Egipto, Libia, Jordania, Yemen, etc. Una amiga mía no pudiendo entender todo este fenómeno, se hacía la siguiente pregunta: ¿Por qué ocurren estas protestas en el mundo árabe ahora y casi simultáneamente? Creía ver en ello la mano siniestra de la CIA, influenciada por lo que dice Gadafi o al Assad que intentan en vano encubrir la triste realidad que viven sus respectivos pueblos. También bajo la influencia de los analistas de izquierda que se han quedado estancados con sus criterios del siglo pasado. ¿Es que los pueblos necesitan de USA, de su organización terrorista, la CIA o del MI6 de Gran Bretaña para indignarse y protestar?
No hay ninguna duda que las rebeliones que han estallado en varios lugares de Europa, en especial en Inglaterra y España, es producto de la brutalidad policial y las protestas de los indignados de España tienen mucha semejanza con otras de Europa y de otras partes del mundo. La guerra civil en Libia no habría estallado si Gadafi hubiese escuchado las críticas que se le hacían en las manifestaciones, pero sintiéndose seguro recurrió a la represión violenta dando muerte a jóvenes desarmados. Todas estas rebeliones tienen en común la desocupación de gran parte de la juventud. Y desocupación significa pobreza, mala salud, drogadicción, aumento de la criminalidad. A todas luces es un fracaso del sistema capitalista neoliberal.
También en Londres las personas participantes en las manifestaciones que se han transformado en enfrentamientos violentos con la policía y la quema de muebles y hasta casas, es producto de todo un sentimiento de abandono y de indiferencia de los que detectan el poder político. Todo eso mezclado con la impotencia de no poder cambiar el rumbo de la política gubernamental.
Hasta aquí el sistema capitalista neoliberal, que le ha restado a la clase trabajadora muchos derechos adquiridos en duras luchas, se ha mantenido gracias a un ejército de trabajadores de reserva, de desempleados dispuestos a cubrir los puestos de los que son echados de sus trabajos por revoltosos. Así una gran parte de la clase trabajadora se mantiene sumisa y no se atreve a protestar. Los que ahora se levantan ya no son los trabajadores que tienen empleos, aunque éstos estén mal pagados; son en su mayoría los desempleados y los estudiantes secundarios. Claro está, para los políticos que quieren demostrar que el sistema es maravilloso, los que protestan son sólo un grupo de criminales que se aprovechan para asaltar negocios y robar. Claro está que cuando suceden protestas que terminan en enfrentamientos, siempre hay bandas de delincuentes que se aprovechan de la situación. Y también, es lógico que suceda, la indignación se puede desbordar cuando los gobiernos no quieren escuchar y recurren a la violencia institucionalizada. Hay que escuchar el sentir de las masas, sobre todo cuando despiertan y están dispuestas a la lucha. Lo dice la gente que vive en Tottenham (un lugar multicultural muy pobre que tiene una comunidad africana importante, además de turcos, pakistaníes y afrocaribeños, con un gran porcentaje de cesantes), en donde las demostraciones se han trasformado por obra policial en verdaderas batallas campales con numerosos heridos por ambos bandos. El estallido fue por la indignación que causó la muerte a manos de la policía del joven de esa localidad Mark Duggan, catalogado de delincuente profesional, no hace mucho. A esta gente le preocupa también los recortes de dinero en los servicios públicos y como lo dije anteriormente, la falta de empleo. Ahora las protestas han tomado otra forma y se han transformado en acciones violentas, que dejan muchos heridos, edificios arruinados y quemados y numerosos almacenes y negocios asaltados y destruidos.
Qué el sentir de la juventud de los diferentes países y lugares es en el fondo un solo pensamiento, lo demuestra con claridad las manifestaciones en Budapest. Allí los manifestantes, los indignados, protestaron frente a la embajada española apoyando a los indignados de España. Era un claro apoyo al movimiento 15-M. Algo similar ocurrió en otras capitales de la UE. Toda esa juventud aboga por una democracia real y desde luego una democracia participativa. No hay duda que entre ellos hay muchos de tendencia socialista, pero no todos. Y no solo ocurría en el continente, también se produjo en Londres frente a la embajada española.
A diferencia de esa obra en que Ortega y Gasset expresa que la masa no actúa por sí misma, estamos viendo otro panorama muy distinto. Aquí son las masas las que actúan y presionan a los gobiernos con peticiones que éstos tienen dificultad para aceptar. Y, algo muy especial, la mayoría de estos movimientos masivos no responden a un solo partido o agrupación política. Ni siquiera están representados los partidos políticos: es una masa sin un color político, aunque desde luego hay mucha gente que se ubica en la izquierda. Se trata, sí, de política, toda vez que política es una forma y un medio de relación entre personas y clases, entre el Estado y la sociedad civil. No se trata tampoco de un movimiento parecido al que ocurrió en el imperio ruso en 1905, en que encabezados por el cura Gapón terminaron por ser masacrados por los cosacos del zar de toda Rusia. Aunque se trata de movimientos pacíficos, no se quedan cruzados de brazos si la acción policial es brutal, son extremadamente combativos y no se dejan amedrentar ni por el empleo de matones ni por las fuerzas armadas. Ni siquiera por las masacres de los sátrapas como el sirio, el yemení, el egipcio o el libio.
Y muy distinto de lo que plantea Ortega y Gasset en esa obra, estas masas no precisan de una elite dirigente para reunirse y actuar. Y aquí se deja en evidencia que la teoría que planteó este filósofo que el hombre se ve forzado a buscar una instancia superior para actuar, está equivocada, es acientífica desde el punto de vista social. Ahora la técnica se impone para bien y para mal, ella proporciona los medios para organizarse y reunirse: internet y sus páginas sociales como Facebook, Twitter, Tagged, Youtube, etc. Las elites conductoras de las rebeliones han sido reemplazadas por los computadores y por miles de jóvenes de ambos sexos que están prontos a manifestarse por un mundo mejor, no sólo en el futuro, no en un tiempo que tendría que llegar, sino ahora. Ahora, porque vivimos en un tiempo apurado, y la juventud no tiempo que perder. La juventud se va y luego somos viejos, sobre todo ahora que se vive tan rápido.
También se equivocó Ortega y Gasset cuando determinó que la masa actúa de una sola manera, linchando a algunos de sus opositores. Al contrario, lo que estamos presenciando hoy es todo tan distinto: son los regímenes oprobiosos y que sólo se interesan en los dueños del capital o de los mandamases los que linchan a los manifestantes. Eso ocurre en varios países árabes como Siria, Marruecos y ocurrió en Egipto y Yemen. Y peor aún es en Libia, que las masacres hechas por las fuerzas del gobierno de Gadafi, terminó en una cruenta guerra civil que todavía está ocurriendo. Son los sátrapas los que se han visto sorprendidos y están temerosos del futuro que les depara este despertar de las masas. Muchos terminarán sus días exiliados, entre rejas o ejecutados por sus crímenes.
Todo empezó en Túnez y se fue extendiendo a los países árabes del norte de África provocando grandes sacudidas a los gobiernos de esa región. Luego se extendieron al Oriente Medio y de pronto, como nadie podía imaginárselo, pasó a Europa y lo vimos en Inglaterra, Francia y España. Y también a América del norte y del sur. Los pueblos despiertan de su letargo, y ya no se tragan los cuentos de los sátrapas de todos los continentes. Ni siquiera de los sátrapas elegidos en forma casi democrática, digo casi, porque todavía hay mucha gente que no puede votar por varias razones, sociales y políticas y no menos económicas. Además el uso de la Media en esos países llamados “democráticos” que desinforman y tergiversan la noticia.
La izquierda a nivel mundial se encuentra sorprendida y no ha sido capaz de asimilar lo que está sucediendo. Los militantes de los PC, sobre todo los que fueron seguidores a ciegas de lo que fue el PC soviético creen ver en estos movimientos a un despertar hacia el sistema que ellos llamaron “socialismo” y que se les vino abajo. No hay casi nada de eso. Ese sistema que parecía ser un futuro esplendor, está tan desprestigiado que las masas hoy no lo desean y lo que buscan es otra cosa. Otra sociedad que les permita vivir mejor y sin opresión, ninguna forma de opresión. Ninguna jaula de oro, pero jaula al fin. Libertad para vivir. Aire limpio para respirar, sin miedo a ser detenidos por no pensar como el sátrapa de turno. Además que exista trabajo y bien remunerado para que la familia pueda vivir y gozar de la vida, porque eso es lo que en el ínterin todos deseamos: vivir y ser felices. Vivir sin ver miserias de otros, sin niños tirados en la calle cubiertos de parásitos y muertos de hambre. Sin pequeños explotados despiadadamente, y sin padres o familiares que les den cariño y cuidado. Sin un mundo de extremo lujo al lado de la más cruenta miseria. Una juventud también que desea realizarse como seres humanos. Y no me refiero a unos pocos jóvenes de las clases altas y medias. Hablo en general de la justicia social, que debería habernos proporcionado el socialismo, tal vez que ha de llegar en algún momento aunque ahora no se ve cerca. Y no podrá estar cerca mientras haya gente en la izquierda que no sean capaces de ver lo que sucedió sin miedo y sean capaces de hablar por sí mismos y no por boca de partidos que se equivocaron tanto y que en sus “revoluciones” reprodujeron en gran parte la ideología clasista del sistema que queríamos cambiar.
Fuente
Abel Samir (especial para ARGENPRESS.info)
Pensé ponerle el título “La rebelión de las masas”, pero no quiero que se confunda con el libro de Ortega y Gasset, porque no intento copiar las ideas de ese benemérito escritor. Al contrario, veo que muchos de sus postulados son equivocados: no corresponden a la realidad objetiva de hoy. Pero, sin duda, no puedo evitar referirme a su obra, ya que no puedo dejar de escribir de algo que está ocurriendo tanto en África como Europa, América y Oriente Medio: los pueblos cansados de ser atropellados y explotados se levantan y se movilizan en protestas masivas en las calles, protestas todas de carácter pacíficas. Pero que se desbandan cuando son sometidos a la represión policial.
Es una verdadera rebelión de las masas, de los pueblos del mundo del siglo XXI. Protestas de masas de personas de diferentes edades, pero sobre todo jóvenes, se alzan en distintas partes del mundo; en Europa desde España, las manifestaciones se han extendido como una infección venérea a Berlín, París, Budapest, Lisboa, Praga, Varsovia y Viene entre otras. Pero es una infección positiva que trae vientos nuevos. El poema de la joven Ayat al Qormozi leído en la plaza Manama de Bahréin, que representa el sentir de toda la juventud mundial lo dice todo:
Somos el pueblo
que matará a la humillación
y asesinará a la miseria.
¿No escuchan sus gritos?
¿No escuchan sus gritos?
Cuando leo este poema me recuerda al joven de Lisle que produjo la Marsellesa. Algo así debe haber sido ese grupo abigarrado que penetró en París en apoyo a la revolución. En la plaza del Sol, ahora allanada y despejada de manifestantes por las fuerzas del orden, quedó claro que hay descontento por la falta de empleo, de trabajo para los jóvenes. Y lógicamente, las protestan se vuelcan contra todo lo que signifique el status quo, la inmovilidad, lo mismo que motivó a las juventudes en Túnez, Marruecos, Egipto, Libia, Jordania, Yemen, etc. Una amiga mía no pudiendo entender todo este fenómeno, se hacía la siguiente pregunta: ¿Por qué ocurren estas protestas en el mundo árabe ahora y casi simultáneamente? Creía ver en ello la mano siniestra de la CIA, influenciada por lo que dice Gadafi o al Assad que intentan en vano encubrir la triste realidad que viven sus respectivos pueblos. También bajo la influencia de los analistas de izquierda que se han quedado estancados con sus criterios del siglo pasado. ¿Es que los pueblos necesitan de USA, de su organización terrorista, la CIA o del MI6 de Gran Bretaña para indignarse y protestar?
No hay ninguna duda que las rebeliones que han estallado en varios lugares de Europa, en especial en Inglaterra y España, es producto de la brutalidad policial y las protestas de los indignados de España tienen mucha semejanza con otras de Europa y de otras partes del mundo. La guerra civil en Libia no habría estallado si Gadafi hubiese escuchado las críticas que se le hacían en las manifestaciones, pero sintiéndose seguro recurrió a la represión violenta dando muerte a jóvenes desarmados. Todas estas rebeliones tienen en común la desocupación de gran parte de la juventud. Y desocupación significa pobreza, mala salud, drogadicción, aumento de la criminalidad. A todas luces es un fracaso del sistema capitalista neoliberal.
También en Londres las personas participantes en las manifestaciones que se han transformado en enfrentamientos violentos con la policía y la quema de muebles y hasta casas, es producto de todo un sentimiento de abandono y de indiferencia de los que detectan el poder político. Todo eso mezclado con la impotencia de no poder cambiar el rumbo de la política gubernamental.
Hasta aquí el sistema capitalista neoliberal, que le ha restado a la clase trabajadora muchos derechos adquiridos en duras luchas, se ha mantenido gracias a un ejército de trabajadores de reserva, de desempleados dispuestos a cubrir los puestos de los que son echados de sus trabajos por revoltosos. Así una gran parte de la clase trabajadora se mantiene sumisa y no se atreve a protestar. Los que ahora se levantan ya no son los trabajadores que tienen empleos, aunque éstos estén mal pagados; son en su mayoría los desempleados y los estudiantes secundarios. Claro está, para los políticos que quieren demostrar que el sistema es maravilloso, los que protestan son sólo un grupo de criminales que se aprovechan para asaltar negocios y robar. Claro está que cuando suceden protestas que terminan en enfrentamientos, siempre hay bandas de delincuentes que se aprovechan de la situación. Y también, es lógico que suceda, la indignación se puede desbordar cuando los gobiernos no quieren escuchar y recurren a la violencia institucionalizada. Hay que escuchar el sentir de las masas, sobre todo cuando despiertan y están dispuestas a la lucha. Lo dice la gente que vive en Tottenham (un lugar multicultural muy pobre que tiene una comunidad africana importante, además de turcos, pakistaníes y afrocaribeños, con un gran porcentaje de cesantes), en donde las demostraciones se han trasformado por obra policial en verdaderas batallas campales con numerosos heridos por ambos bandos. El estallido fue por la indignación que causó la muerte a manos de la policía del joven de esa localidad Mark Duggan, catalogado de delincuente profesional, no hace mucho. A esta gente le preocupa también los recortes de dinero en los servicios públicos y como lo dije anteriormente, la falta de empleo. Ahora las protestas han tomado otra forma y se han transformado en acciones violentas, que dejan muchos heridos, edificios arruinados y quemados y numerosos almacenes y negocios asaltados y destruidos.
Qué el sentir de la juventud de los diferentes países y lugares es en el fondo un solo pensamiento, lo demuestra con claridad las manifestaciones en Budapest. Allí los manifestantes, los indignados, protestaron frente a la embajada española apoyando a los indignados de España. Era un claro apoyo al movimiento 15-M. Algo similar ocurrió en otras capitales de la UE. Toda esa juventud aboga por una democracia real y desde luego una democracia participativa. No hay duda que entre ellos hay muchos de tendencia socialista, pero no todos. Y no solo ocurría en el continente, también se produjo en Londres frente a la embajada española.
A diferencia de esa obra en que Ortega y Gasset expresa que la masa no actúa por sí misma, estamos viendo otro panorama muy distinto. Aquí son las masas las que actúan y presionan a los gobiernos con peticiones que éstos tienen dificultad para aceptar. Y, algo muy especial, la mayoría de estos movimientos masivos no responden a un solo partido o agrupación política. Ni siquiera están representados los partidos políticos: es una masa sin un color político, aunque desde luego hay mucha gente que se ubica en la izquierda. Se trata, sí, de política, toda vez que política es una forma y un medio de relación entre personas y clases, entre el Estado y la sociedad civil. No se trata tampoco de un movimiento parecido al que ocurrió en el imperio ruso en 1905, en que encabezados por el cura Gapón terminaron por ser masacrados por los cosacos del zar de toda Rusia. Aunque se trata de movimientos pacíficos, no se quedan cruzados de brazos si la acción policial es brutal, son extremadamente combativos y no se dejan amedrentar ni por el empleo de matones ni por las fuerzas armadas. Ni siquiera por las masacres de los sátrapas como el sirio, el yemení, el egipcio o el libio.
Y muy distinto de lo que plantea Ortega y Gasset en esa obra, estas masas no precisan de una elite dirigente para reunirse y actuar. Y aquí se deja en evidencia que la teoría que planteó este filósofo que el hombre se ve forzado a buscar una instancia superior para actuar, está equivocada, es acientífica desde el punto de vista social. Ahora la técnica se impone para bien y para mal, ella proporciona los medios para organizarse y reunirse: internet y sus páginas sociales como Facebook, Twitter, Tagged, Youtube, etc. Las elites conductoras de las rebeliones han sido reemplazadas por los computadores y por miles de jóvenes de ambos sexos que están prontos a manifestarse por un mundo mejor, no sólo en el futuro, no en un tiempo que tendría que llegar, sino ahora. Ahora, porque vivimos en un tiempo apurado, y la juventud no tiempo que perder. La juventud se va y luego somos viejos, sobre todo ahora que se vive tan rápido.
También se equivocó Ortega y Gasset cuando determinó que la masa actúa de una sola manera, linchando a algunos de sus opositores. Al contrario, lo que estamos presenciando hoy es todo tan distinto: son los regímenes oprobiosos y que sólo se interesan en los dueños del capital o de los mandamases los que linchan a los manifestantes. Eso ocurre en varios países árabes como Siria, Marruecos y ocurrió en Egipto y Yemen. Y peor aún es en Libia, que las masacres hechas por las fuerzas del gobierno de Gadafi, terminó en una cruenta guerra civil que todavía está ocurriendo. Son los sátrapas los que se han visto sorprendidos y están temerosos del futuro que les depara este despertar de las masas. Muchos terminarán sus días exiliados, entre rejas o ejecutados por sus crímenes.
Todo empezó en Túnez y se fue extendiendo a los países árabes del norte de África provocando grandes sacudidas a los gobiernos de esa región. Luego se extendieron al Oriente Medio y de pronto, como nadie podía imaginárselo, pasó a Europa y lo vimos en Inglaterra, Francia y España. Y también a América del norte y del sur. Los pueblos despiertan de su letargo, y ya no se tragan los cuentos de los sátrapas de todos los continentes. Ni siquiera de los sátrapas elegidos en forma casi democrática, digo casi, porque todavía hay mucha gente que no puede votar por varias razones, sociales y políticas y no menos económicas. Además el uso de la Media en esos países llamados “democráticos” que desinforman y tergiversan la noticia.
La izquierda a nivel mundial se encuentra sorprendida y no ha sido capaz de asimilar lo que está sucediendo. Los militantes de los PC, sobre todo los que fueron seguidores a ciegas de lo que fue el PC soviético creen ver en estos movimientos a un despertar hacia el sistema que ellos llamaron “socialismo” y que se les vino abajo. No hay casi nada de eso. Ese sistema que parecía ser un futuro esplendor, está tan desprestigiado que las masas hoy no lo desean y lo que buscan es otra cosa. Otra sociedad que les permita vivir mejor y sin opresión, ninguna forma de opresión. Ninguna jaula de oro, pero jaula al fin. Libertad para vivir. Aire limpio para respirar, sin miedo a ser detenidos por no pensar como el sátrapa de turno. Además que exista trabajo y bien remunerado para que la familia pueda vivir y gozar de la vida, porque eso es lo que en el ínterin todos deseamos: vivir y ser felices. Vivir sin ver miserias de otros, sin niños tirados en la calle cubiertos de parásitos y muertos de hambre. Sin pequeños explotados despiadadamente, y sin padres o familiares que les den cariño y cuidado. Sin un mundo de extremo lujo al lado de la más cruenta miseria. Una juventud también que desea realizarse como seres humanos. Y no me refiero a unos pocos jóvenes de las clases altas y medias. Hablo en general de la justicia social, que debería habernos proporcionado el socialismo, tal vez que ha de llegar en algún momento aunque ahora no se ve cerca. Y no podrá estar cerca mientras haya gente en la izquierda que no sean capaces de ver lo que sucedió sin miedo y sean capaces de hablar por sí mismos y no por boca de partidos que se equivocaron tanto y que en sus “revoluciones” reprodujeron en gran parte la ideología clasista del sistema que queríamos cambiar.
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