Mentiras y cambio climático

Antonio Gershenson
A

veces las mentiras se vuelven habituales. Aquí las tenemos como algo cotidiano. El secretario de Hacienda, en la Cámara de Diputados, dice que es un mito el que se subsidien los impuestos de las más grandes empresas. Y al rato aparece un escrito, enviado hace meses por la propia dependencia, en el que señala que por esa misma razón el gobierno pierde 200 mil millones de pesos.

El secretario de Gobernación dice a representantes del SME (transcribimos el título): "no se me desesperen", vamos a resolver el conflicto. Y al rato el secretario de Trabajo mueve sus hilos para que se niegue la validez del comité de ese sindicato.

El discurso oficial incluye que el gobierno es el defensor mundial contra los problemas generados por el cambio climático. También se dijo que la energía debe ser usada racionalmente. Claro, en discursos.

Veamos la realidad y lo que se debe hacer.

Abundan cada vez más automóviles y sobre todo camionetas "quema gasolina". No hay ninguna regulación. En el pasado tuvimos una experiencia, que incluyó la eliminación de los coches de ocho cilindros. Había que ahorrar gasolina; ahora, en los hechos, no.

Aquí y ahora se eleva el precio del diesel por encima del de la gasolina. Se desalienta el diesel en favor de la gasolina. Siempre fue al revés y en muchos países es más barato el diesel. Se estimula, entonces, al encarecer el diesel, el derroche y la mayor importación de gasolina.

Los motores diesel son más eficientes que los de ignición por chispa, que usan gasolina. Y el costo de producción del diesel es menor que el de la gasolina.

También gastamos menos combustible con vehículos híbridos, que usan en parte un motor eléctrico. Y también aumentamos la eficiencia usando alcohol como antidetonante y para reducir la cantidad de gasolina. Pero el gobierno no estimula ni unos ni éste.

Debe darse preferencia al transporte colectivo sobre el automóvil individual. Y en cuanto a los ferrocarriles, éstos se privatizaron y en los hechos están en mal estado y no hay nuevos. En Europa, la red no sólo de ferrocarriles en general sino también la de los de alta velocidad, no sólo desalojan al automóvil individual sino que, en este último caso, desalojan a los aviones en vuelos de distancias cortas y medianas.

Los tiempos para viajar en avión incluyen el del transporte al aeropuerto, el de la sala de espera, el que dura el vuelo, el de carga y descarga de equipaje, y el que se utiliza del aeropuerto al centro de la segunda ciudad o a la parte de ella a la que vaya el pasajero. Es fácil superar esa suma de tiempos en varias rutas muy transitadas. El tren, de París a Londres, tarda dos horas y media. De París a Bruselas, virtual capital europea, hasta una hora y 15 minutos. Y hay otros casos, un poco más alejados, en los que de todos modos es más atractivo el tren de alta velocidad, que por lo general sale del centro de la ciudad.

En China, los nuevos trenes rápidos desarrollan una velocidad promedio de 350 kilómetros por hora, y hace poco un tren en prueba, en una ruta que en unas semanas ya será comercial, llegó a 416 kilómetros por hora. Uno de estos trenes puede llevar hasta mil pasajeros, y en rutas muy activas sale uno cada 10 minutos. Se han rebasado los 7 mil kilómetros de vías de alta velocidad. Y nada de esto existe ni se desarrolla en México, aunque se ahorraría en el uso de automóviles y aviones.

Deben desarrollarse las fuentes de energía que no usen combustibles fósiles, y no sólo decirlo. Y no se resuelve con empresas privadas y negocios con ellas. Debe hacerlo el sector público, de acuerdo con una planeación y con métodos eficientes; casi no hay generación con viento, y casi no se extiende, más que en escala mínima, la geotermia.

La hidroelectricidad merece un comentario especial. El uso que se le da, otorgando preferencia a la energía producida por empresas privadas con gas natural, hace que las inundaciones empeoren. Ya lo hemos visto. A menudo se provocan directamente las inundaciones. La información más reciente es que de la presa Peñitas del río Grijalva se estaban dejando caer 2 mil 300 metros cúbicos de agua por segundo, más que cuando la inundación de 2007 en Tabasco.

Lo que se debe hacer es generar con estas plantas electricidad, incluso al máximo, para que al empezar o al presentarse las lluvias las presas estén casi vacías. Esto hace que con las lluvias se vayan llenando gradualmente. Pero, es más, debe seguirse generando electricidad al máximo, y entones el nivel de las presas sube más despacio durante la época lluviosa. En vez de inundar, se evitan o alejan las inundaciones.

Y las empresas, sobre todo españolas, no deben tener preferencia sobre las casas que se inundan, sobre las siembras que se inundan, sobre las inundaciones en general. Tampoco sobre la generación con agua por la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Además, a la propia CFE le sale mucho más barato generar electricidad con el agua. No tiene por qué empobrecerse a costa del enriquecimiento de multimillonarios extranjeros.

Además, se requieren obras para evitar las inundaciones. Ya hemos mencionado el caso de un sistema de riego y para evitar inundaciones construido en China hace 2 mil 300 años que sigue funcionando. Pero incluso antes de que estas obras queden listas, la ayuda con el procedimiento de control del agua que señalamos es muy importante.

Como vemos, el México en que vivimos, con el gobierno que tenemos, no es ningún ejemplo contra los efectos del calentamiento global. Debería serlo, y pusimos varios ejemplos al respecto, no como ejemplo mundial, sino por sus propios habitantes.

antonio.gershenson@gmail.com


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