México: En algún lugar… El factor humano
martes 2 de agosto de 2011
Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar de la exactitud, las cifras surgen y se reproducen en el gélido clima de la aritmética, y ahí, los cálculos y las ponderaciones sólo admiten una interpretación porque la realidad siempre es única y contundente...
Las cifras publicadas recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indican que del 2008 al 2010 el ámbito de la pobreza se extendió para aglutinar a 52 millones de mexicanos, quienes representan un 46% de la población: 4 de cada 10 habitantes no obtiene los ingresos necesarios para subsistir y progresar.
El resultado de esta medición es implacable y no admite interpretaciones tendenciosas porque refleja el fracaso de las políticas públicas de un estado que funciona como agente de inversiones. Y si se aplicase el factor humano a la frialdad de estas cifras catastróficas se obtendría una visión realista del origen de esta inequidad social.
Como producto del entorno globalizado, la economía mexicana pretende incorporarse a un sistema de mercado que somete y doblega a las soberanías nacionales; la genuflexión ante la ética del lucro tergiversa las funciones del estado: ahora el gobierno es una mega agencia de negocios internacionales, depende de los consorcios comerciales y oficializa el criterio que define a la población como mano de obra explotable y como un sector inmenso de consumidores manipulables.
Pero aún bajo esa lógica los resultados son contundentes: los beneficios de la economía de mercado se concentran en los estratos superiores donde no existe sensibilidad social. El índice de la pobreza refleja la ineficiencia de la administración pública en la atención de las necesidades apremiantes de la población y, paradójicamente, exhibe la escasa retribución de los consorcios internacionales al erario y al nivel de vida de los habitantes.
En Baja California, uno de los estados del panismo rampante donde la inversión privada y extranjera influyen en la agenda pública, el desempleo y la falta de poder adquisitivo de grupos vulnerables que habitan en zonas marginadas dificulta que las familias puedan adquirir la canasta básica.
Ante la contundencia de las cifras, la pobreza ha sido una ambigüedad demagógica que se encubre en clasificaciones triviales, el rubro más oscuro de la economía y la asignatura pendiente de los regímenes, será el tema recurrente en las campañas políticas rumbo a la presidencia, el número esquivo en todos los discursos y una consecuencia sin causa. La paradoja reside precisamente en esa porción de los mexicanos: en el ámbito de la necesidad donde no se escuchan las promesas políticas que juegan con los cálculos y las ponderaciones, porque en el sector marginado por la pobreza la realidad siempre es única y contundente…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
Fuente
Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar de la exactitud, las cifras surgen y se reproducen en el gélido clima de la aritmética, y ahí, los cálculos y las ponderaciones sólo admiten una interpretación porque la realidad siempre es única y contundente...
Las cifras publicadas recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indican que del 2008 al 2010 el ámbito de la pobreza se extendió para aglutinar a 52 millones de mexicanos, quienes representan un 46% de la población: 4 de cada 10 habitantes no obtiene los ingresos necesarios para subsistir y progresar.
El resultado de esta medición es implacable y no admite interpretaciones tendenciosas porque refleja el fracaso de las políticas públicas de un estado que funciona como agente de inversiones. Y si se aplicase el factor humano a la frialdad de estas cifras catastróficas se obtendría una visión realista del origen de esta inequidad social.
Como producto del entorno globalizado, la economía mexicana pretende incorporarse a un sistema de mercado que somete y doblega a las soberanías nacionales; la genuflexión ante la ética del lucro tergiversa las funciones del estado: ahora el gobierno es una mega agencia de negocios internacionales, depende de los consorcios comerciales y oficializa el criterio que define a la población como mano de obra explotable y como un sector inmenso de consumidores manipulables.
Pero aún bajo esa lógica los resultados son contundentes: los beneficios de la economía de mercado se concentran en los estratos superiores donde no existe sensibilidad social. El índice de la pobreza refleja la ineficiencia de la administración pública en la atención de las necesidades apremiantes de la población y, paradójicamente, exhibe la escasa retribución de los consorcios internacionales al erario y al nivel de vida de los habitantes.
En Baja California, uno de los estados del panismo rampante donde la inversión privada y extranjera influyen en la agenda pública, el desempleo y la falta de poder adquisitivo de grupos vulnerables que habitan en zonas marginadas dificulta que las familias puedan adquirir la canasta básica.
Ante la contundencia de las cifras, la pobreza ha sido una ambigüedad demagógica que se encubre en clasificaciones triviales, el rubro más oscuro de la economía y la asignatura pendiente de los regímenes, será el tema recurrente en las campañas políticas rumbo a la presidencia, el número esquivo en todos los discursos y una consecuencia sin causa. La paradoja reside precisamente en esa porción de los mexicanos: en el ámbito de la necesidad donde no se escuchan las promesas políticas que juegan con los cálculos y las ponderaciones, porque en el sector marginado por la pobreza la realidad siempre es única y contundente…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
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