Tras Covid, más precariedad a los trabajadores. Devastación a los pobres, ganancia a los ricos
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Autor:
Martin Esparza
Primera
parte. La inevitable precariedad que espera a la clase trabajadora en
México y el mundo tras la Covid-19, es un tema que debe colocarse en la
agenda de las organizaciones sociales porque de manera inevitable, tras
la crisis sanitaria que se enfrenta a nivel global, los grandes
monopolios internacionales y las familias que los controlan saldrán más
ricos y poderosos, mientras millones de personas estarán a merced de los
grandes capitales que impondrán sus reglas del juego en un deteriorado
mercado laboral.
El Centro de Análisis Multidisciplinario
de la UNAM acaba de publicar un extenso estudio titulado: Reporte de
investigación 132: los costos por la pandemia de Covid-19, que debe ser
lectura obligada de todos los actores sociales y políticos del país,
para entender hasta qué punto debe pugnarse por un verdadero cambio en
el modelo económico y político, que permita un equilibrio más justo
entre el capital y trabajo, desquiciado por más de tres décadas de
neoliberalismo que, por añadidura, demolió los fundamentos de la
seguridad social y el sistema de salud pública en el país, ahora
colapsados por la aparición de la pandemia del coronavirus.
Indudable que en México el número de
pobres sin un trabajo estable y sin acceso a la atención médica creció
en los últimos sexenios, dejando a la deriva a millones de habitantes
sin acceso a las instituciones de salud. Por ejemplo, de acuerdo con el
análisis de los especialistas de la UNAM, mientras en 2005, a finales
del sexenio del panista Vicente Fox, 25 millones 419 mil trabajadores
estaban marginados de los servicios de salud, para 2020, cuando surgió
la emergencia sanitaria del Covid-19, el número ya llegaba a los 34
millones 167 mil personas.
La pandemia le pegó al sistema
neoliberal en su Talón de Aquiles: la fragilidad de su discurso político
para anteponer la vida de la gente, incluidos los trabajadores de las
diversas instituciones de salud pública, a las ganancias de las
poderosas multinacionales y mezquinos empresarios locales.
El modelo basado en permitir ganancias
desmesuradas de unos cuantos a costa del hambre y la pobreza de
millones, ensanchando la brecha de las desigualdades sociales, debe
transformarse no sólo en nuestro país sino a nivel global porque, de lo
contrario, las consecuencias que traerá aparejadas el fin de la pandemia
serán apocalípticas.
Mientras millones de habitantes
perdieron su trabajo y otros tantos están por hacerlo, los hombres más
ricos del planeta y de América Latina verán aumentar considerablemente
sus fortunas. De acuerdo al sistema de medición financiera Bloomberg,
las 25 familias más ricas del planeta suman en sus fortunas una cantidad
de 1.4 billones de dólares, acrecentado su fortuna en medio de la
pandemia en un 24 por ciento en relación a 2018.
Por ejemplo, los estadounidenses Walton,
dueños de la cadena de supermercados WalMart, y cuya fortuna se ha
robustecido en la crisis sanitaria hasta llegar a los 190 mil 500
millones de dólares, les permite obtener ganancias de 4 millones de
dólares por hora; es decir, que cada día, este poderoso clan que
controla en México buena parte de la cadena de distribución de alimentos
y una infinidad de productos, se lleva a sus cuentas 100 millones de
dólares diarios.
De esta forma, mientras miles de
pequeños y medianos empresarios han ido a la quiebra y otros tantos
millones de microempresarios y trabajadores informales lo han perdido
todo, Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo y dueño de Amazon, ha
encontrado en su nicho de consumidores por internet una mina de oro en
la crisis de la pandemia, logrando ganancias por 11 mil dólares por
segundo (unos 264 mil pesos mexicanos).
La creciente demanda de sus servicios ha
implicado la contratación de otros 175 mil empleados, pero a pesar de
sus estratosféricas ganancias, el esquema laboral impuesto por el
multimillonario no pretende darles a sus trabajadores un empleo formal y
bien remunerado, sino la incertidumbre laboral a través del
outsourcing.
Amazon siempre ha negado el derecho a
sus empleados a sindicalizarse. Una de las críticas a la firma es que
incluso en medio de la pandemia, no ha garantizado seguridad alguna a la
salud de sus miles de trabajadores.
Este, el más claro ejemplo de un modelo
capitalista y neoliberal que debe modificarse ante la aberración de
obtener exorbitantes ingresos y negarse a distribuirlos de una manera
más justa con quiénes hacen posibles tales ganancias.
Otro de los organismos internacionales
dedicados a estudiar las brutales desigualdades a nivel global, Oxfam,
señala el grado de desproporción a que ha llegado el capitalismo salvaje
y su neoliberalismo con la anuencia de muchos gobiernos al permitir una
brutal explotación de la clase trabajadora: de acuerdo con su
evaluación realizada con datos de Forbes y el Banco Crédit Suisse, unos 2
mil 153 multimillonarios poseen en el planeta más capital que lo que
pueden acumular 4 mil 600 millones de pobres.
El estudio de los especialistas de la
máxima casa de estudios establece que mientras la cifra de
multimillonarios en el mundo se duplicó en la última década, es América
Latina donde esta élite ha crecido de manera exponencial, al pasar de 27
en 2000 a 104 en la actualidad, en contraste, la pobreza extrema de
acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL) llegó a los 66 millones de personas en 2019.
Es así que mientras los empresarios han
gozado de exenciones fiscales y otros tratos preferenciales en los
países de América Latina, sus ganancias han sido mezquinas a la hora de
aportar recursos, vía impuestos, para fortalecer rubros como la
educación y la salud, en apoyo a la empobrecida clase trabajadora.
El Covid y sus consecuencias
devastadoras debe conllevar además a la reflexión de que el capitalismo
en el planeta tiene que cambiar sus voraces esquemas de acumulación,
permitidos por el modelo neoliberal. De acuerdo con especialistas en
genética de la Universidad de California, como el doctor José Esquinas,
en seis años que duró la Segunda Guerra Mundial murieron entre 50 y 70
millones de personas, mientras el hambre mata al año 17 millones de
seres humanos; es decir, que en seis años, la cifra de decesos por
motivo de las hambrunas asciende a 102 millones de habitantes.
El problema –razona el especialista– no
es la falta de alimentos, sino los recursos para acceder a los mismos.
Fenómeno similar a lo que sucede con la atención a la salud, donde como
ya citamos, más de 34 millones de mexicanos se encuentran sin acceso a
los servicios de salud, como lo ha demostrado la emergencia sanitaria
del Covid-19. Buen número de las 40 mil muertes que ya se registran a
nivel nacional, son de personas que han carecido de un empleo formal y
bien remunerado, inertes ante un sistema de salud al que ni gobierno ni
empresarios le inyectaron los recursos necesarios para las vidas antes
que las ganancias.
Martín Esparza**Secretario general del SME
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