A la oligarquía le urge la imposición de Peña Nieto, su nuevo gerente general

A la oligarquía le urge la imposición de Peña Nieto, su nuevo gerente  general
Afirmó Peña Nieto, al reunirse con los legisladores electos del PRI: “No podemos permitir que la sociedad encuentre desencanto, primero, en una democracia ausente de mayores resultados


No podía ser más claro el presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Alberto Espinosa Desigaud, al exigir al Tribunal Electoral que ya, cuanto antes, designe presidente electo a Enrique Peña Nieto, para poder demandarle que cumpla los compromisos que hizo con el sector privado del país. Desde luego, al ex gobernador mexiquense también le urge tener en sus manos la constancia respectiva, “para cumplirle a México, para servirle y darle resultados”.
            Sólo que México para el grupo en el poder son sólo sus miembros, no la sociedad mayoritaria, el pueblo que sufre los embates de la voracidad y ambiciones sin límite de la oligarquía. Claro que Peña Nieto habrá de cumplir, si llegara a Los Pinos, los compromisos que tanto reclama la cúpula empresarial para continuar depredando a la nación, aunque a la larga sus integrantes también habrán de salir perjudicados porque llegaría el momento en que la “gallina de los huevos de oro” dejaría de ponerlos en la gran canasta que aún sigue siendo la economía nacional. Pero mientras llega esa etapa, lo único importante es acrecentar sus niveles de ganancias.
            Para eso la cúpula salinista preparó, desde hace seis años, la estrategia con la cual hacerse del poder, sin importar la debacle que está ocasionando al mundo el neoliberalismo. Ahora resulta que el retorno del “nuevo PRI” a Los Pinos sería “una segunda transición democrática”, según Peña Nieto. Cabría preguntarle: ¿cuándo fue la primera? Es un hecho que el PAN fracasó como alternativa para sacar al sistema político de su marasmo y postración, realidad que resulta muy conveniente a la oligarquía, como quedó demostrado con su radicalismo conservador, al extremo de cerrar el paso a la democracia en el 2006, situación que anhela repetir este año para afianzar sus privilegios.
            Espinosa Desigaud está ansioso de que Peña Nieto asuma el cargo de “gerente general” que la cúpula empresarial tiene a bien asignarle. Así lo demuestran sus palabras: “Hoy estamos como encasillados, esperando el resultado. No podemos hacer nada con Enrique Peña Nieto para que cumpla sus compromisos que hizo públicamente con nosotros… Estamos esperando que ésta se dé (la calificación)… y podamos volver a tratar el tema de la reforma laboral que se comprometió a sacar”. No se vale que por los “caprichos” de López Obrador los tengan en ascuas, eso es indigno y van a tener que apretar las tuercas a los magistrados del Tribunal Electoral, como se las apretaron, y con excelentes resultados, a Leonardo Valdés Zurita. ¡Nomás eso faltaba!
            El problema de fondo en este momento es que seguir apretando el cuello al pueblo tendría consecuencias muy graves, no porque despertara del profundo letargo en que lo tiene sumido la televisión, sino porque la descomposición del tejido social se habría de acelerar afectando el aparato productivo en su totalidad, como así habría de suceder con la puesta en marcha de la reforma laboral que tanto urge a los empresarios para zafarse de los compromisos que aún tiene con la clase trabajadora. Y como lo patentizan los hechos, “el horno no está para bollos”, luego de tres décadas de tener a los trabajadores al borde del hambre, mientras que la elite incrementa a manos llenas sus cuentas bancarias y sus privilegios de primer mundo.
            Afirma Espinosa Desigaud que con la reforma laboral, los empresarios no están “tratando de promover una ley para tratar de aprovechar esquemas que nos permitan pagar menos, tenemos que fortalecer el salario real del trabajador”. Ya ni la burla perdona, como se dice coloquialmente. Si les preocupara la situación de los asalariados, no se necesitaría ninguna ley para pagar salarios justos, mucho menos un “gerente general” bien dispuesto a obedecer todo tipo de órdenes de la cúpula empresarial, orientadas a fortalecer sus espacios de poder y de control social.
            Afirmó Peña Nieto, al reunirse con los legisladores electos del PRI: “No podemos permitir que la sociedad encuentre desencanto, primero, en una democracia ausente de mayores resultados; y más grave aún, en una democracia que eventualmente pueda dividir a la sociedad mexicana”. ¿Qué otra cosa han estado haciendo él y su partido a partir de su terquedad en hacerse de la Presidencia al costo que sea? Llegarían a Los Pinos no por la voluntad expresada en un voto razonado, sino por el envilecimiento de un pueblo degradado por condiciones de grave subdesarrollo, perversamente puestas en marcha por los tecnócratas salinistas.
            Si tanto le preocupa a la oligarquía el futuro de los mexicanos, como dice el dirigente de la Coparmex, deberían ser los primeros en oponerse a la compra indigna de la silla presidencial, y aplaudir los esfuerzos del Movimiento Progresista por hacer avanzar la verdadera democracia en el país.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
 

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