Nos enoja y hace reír la acusación de sabotaje, señala huelguista
Fabiola Martínez
Periódico La Jornada
Viernes 21 de mayo de 2010, p. 16
“Dignidad, eso es lo que me tiene aquí”, dice José Ángel Téllez, integrante del primer grupo de huelguistas, que ayer cumplió 26 días en ayuno.
Con 20 años de antigüedad en Luz y Fuerza del Centro (LFC) como especialista en mantenimiento de la estructura de cables subterráneos, califica de “estupidez” las versiones del gobierno federal acerca de sabotajes en el suministro de energía eléctrica.
“Mi trabajo –cuenta– era analizar, con apoyo de laboratorios, el nivel de calidad del aceite dieléctrico de los transformadores, medición indispensable para controlar el voltaje. Cuando había alguna falla otro equipo se dedicaba a librar la potencia del aparato dañado, como única vía para poder maniobrar.
“Por eso nos da risa y coraje la postura del gobierno. No están dando mantenimiento a las instalaciones y, en cambio, aseguran que alguien picó los empalmes (en bóvedas subterráneas); que nos muestren el arma blanca con que supuestamente trozaron los cables, ¡pero también que nos enseñen al muerto!, porque ahí hay una potencia de 23 mil voltios”, señala.
El equipo de cables subterráneos mantenía en operación una de las redes eléctricas más viejas del país; era una cuadrilla de obreros especializados, un engranaje de trabajo de taller, mantenimiento y operación. Estos últimos se sumergían a las bóvedas –frecuentemente llenas de agua puerca, ratas, cucarachas y demás– a reparar las fallas, luego de que otro equipo ya había liberado minuciosamente la carga en los aparatos y conexiones dañados.
José Ángel, de 40 años, casado y con tres hijos, es “de por sí delgado“ y, tras 26 días en ayuno (sólo toman agua, suero y miel) ya muestra signos de debilidad y la pérdida de 10 kilos.
–¿Qué se siente estar en huelga de hambre? –se le pregunta, luego de que lo revisa un médico enviado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
–Debilidad, mareos, náuseas y dolores en el cuerpo.
–Y si te pones muy mal, ¿aceptarás que te lleven al hospital?
–Eso lo valoraré en su momento. Aquí estamos por dignidad; para digerir un poco toda esa tristeza, coraje e impotencia.
Fuente
Periódico La Jornada
Viernes 21 de mayo de 2010, p. 16
“Dignidad, eso es lo que me tiene aquí”, dice José Ángel Téllez, integrante del primer grupo de huelguistas, que ayer cumplió 26 días en ayuno.
Con 20 años de antigüedad en Luz y Fuerza del Centro (LFC) como especialista en mantenimiento de la estructura de cables subterráneos, califica de “estupidez” las versiones del gobierno federal acerca de sabotajes en el suministro de energía eléctrica.
“Mi trabajo –cuenta– era analizar, con apoyo de laboratorios, el nivel de calidad del aceite dieléctrico de los transformadores, medición indispensable para controlar el voltaje. Cuando había alguna falla otro equipo se dedicaba a librar la potencia del aparato dañado, como única vía para poder maniobrar.
“Por eso nos da risa y coraje la postura del gobierno. No están dando mantenimiento a las instalaciones y, en cambio, aseguran que alguien picó los empalmes (en bóvedas subterráneas); que nos muestren el arma blanca con que supuestamente trozaron los cables, ¡pero también que nos enseñen al muerto!, porque ahí hay una potencia de 23 mil voltios”, señala.
El equipo de cables subterráneos mantenía en operación una de las redes eléctricas más viejas del país; era una cuadrilla de obreros especializados, un engranaje de trabajo de taller, mantenimiento y operación. Estos últimos se sumergían a las bóvedas –frecuentemente llenas de agua puerca, ratas, cucarachas y demás– a reparar las fallas, luego de que otro equipo ya había liberado minuciosamente la carga en los aparatos y conexiones dañados.
José Ángel, de 40 años, casado y con tres hijos, es “de por sí delgado“ y, tras 26 días en ayuno (sólo toman agua, suero y miel) ya muestra signos de debilidad y la pérdida de 10 kilos.
–¿Qué se siente estar en huelga de hambre? –se le pregunta, luego de que lo revisa un médico enviado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
–Debilidad, mareos, náuseas y dolores en el cuerpo.
–Y si te pones muy mal, ¿aceptarás que te lleven al hospital?
–Eso lo valoraré en su momento. Aquí estamos por dignidad; para digerir un poco toda esa tristeza, coraje e impotencia.
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