La huelga de hambre del SME
José Antonio Almazán González
Próxima a cumplir los críticos 30 días, la digna huelga de hambre del Sindicato Mexicano de Electricistas sufre el embate de un gobierno dispuesto a todo para exterminar a un sindicato democrático que constituye un obstáculo formidable para privatizar la industria eléctrica nacionalizada y entregar el multimillonario negocio de la fibra óptica y las redes eléctricas a la oligarquía mexicana y empresas trasnacionales. Por un lado estrechan el cerco informativo con el que se busca acallar las razones de la huelga de hambre, a la par que aceleran los preparativos para encarcelar a los dirigentes del SME, acusándolos de sabotaje, y levantar la huelga para crear las condiciones de un fallo adverso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin embargo a Felipe Calderón no le salen bien sus cálculos políticos, hoy trastocados por el secuestro del Jefe Diego.
¿Quienes son esos heroicos trabajadores que han resuelto exponer su salud y su vida en una huelga de hambre? En una sencilla encuesta aplicada al inicio de la misma los huelguistas nos dan sus respuestas. Son 80 en el Zócalo de la ciudad de México y 13 en Toluca, con edades que van de los 20 a los 58 años y antigüedades laborales en Luz y Fuerza del Centro que van de los cinco años hasta otros que estaban a la espera de una merecida jubilación. Los huelguistas del SME, 80 hombres y 13 mujeres, son el reflejo fiel de un sindicato con historia y tradición que se niega a rendirse, dispuesto a luchar hasta sus últimas consecuencias, por la vía pacífica; haciendo uso de las garantías individuales consagradas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero negadas y pisoteadas sistemáticamente por un gobierno cínico y represor.
De los 93 huelguistas del SME la gran mayoría son casados, con dos o tres hijos que dependían económicamente del salario que percibían sus padres y madres, cuyo trabajo les fue arrebatado criminalmente por el decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro firmado por Calderón el 11 de octubre de 2009. Todos excelentes trabajadores, expertos técnicos en redes eléctricas, otros ingenieros, oficinistas, operadores de equipo, linieros, mecánicos, ayudantes, operadores de subestaciones, cuya experiencia y formación profesional es menospreciada por Calderón y su pianista fracasado.
Como lo cuentan los huelguistas del SME, al ser despedidos injustificadamente perdieron todo, y sus proyectos de vida, sus sueños y esperanzas, fueron brutalmente trastocados. ¿Cómo han sobrevivido estos más de siete meses los trabajadores que no sucumbieron a la campaña de linchamiento y “liquidación voluntaria”? La lista es larga: echando mano de los ahorros para los pocos que lo tenían. Vendiendo sus pertenencias personales. Ajustando la dieta, es decir, comiendo menos y de menor calidad nutritiva. Cambiándose a una vivienda más modesta que la que tenían. Vendiendo tortas, jugos, comida, tacos, dulces, cigarros. Haciendo chambitas temporales en la enorme variedad de la llamada economía informal. Contando con el apoyo y solidaridad de la familia. Algunos, muy pocos, consiguiendo otro trabajo, pues la mayoría son rechazados por el simple hecho de haber laborado en Luz y Fuerza del Centro.
¿Qué llevó a las mujeres y los hombres electricistas a tomar la decisión de la huelga de hambre? Para el gobierno la respuesta sigue siendo un misterio, pues ese sentimiento no lo conocen ni comprenden, y menos lo practican, cegados como están por entregar el patrimonio nacional energético. Para los 93 huelguistas del SME, así como para los 18 mil trabajadores no liquidados, la respuesta es muy sencilla. La dignidad. Para no ser pisoteados y humillados. En defensa de sus derechos laborales legítimamente conquistados. Para defender y recuperar su trabajo. Para poder soñar con una vida digna. Para decirle al gobierno represor y antiobrero ¡ya basta!
Si no fuera por esa dignidad y su conciencia de clase como trabajadores agremiados en un sindicato que nació al fragor de la Revolución Mexicana, quizás los cálculos de Calderón y Lozano se hubieran cumplido. Apostaron a una salida violenta y represiva en las primeras horas, días y semanas del golpe fascista. Calcularon que la dignidad electricista podía vencerse a través de una campaña mediática de linchamiento y satanización y una liquidación voluntaria con premio adicional.
El fracaso de la guerra de exterminio en contra del SME está a la vista. Los apagones, fallas, disturbios eléctricos, siguen creciendo en la zona atendida por Luz y Fuerza del Centro. Las empresas contratistas de CFE han mostrado hasta la saciedad su incapacidad para garantizar el suministro normal de energía eléctrica. Cada día que pasa las mentiras de Calderón van saliendo a flote y el ocultamiento deliberado de información para no perder el juicio de amparo promovido por el SME debe ser valorado por la SCJN. La campaña para acusar al SME de sabotaje viene a menos, enterada la opinión pública de que el sabotaje lo propicia el gobierno federal con su impericia y falta de atención a las 22 zonas críticas de LFC. Por el contrario, a más de siete meses del golpe artero, lo que brilla en el Zócalo de la ciudad de México es la dignidad electricista, expresada en la huelga de hambre masiva.
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Próxima a cumplir los críticos 30 días, la digna huelga de hambre del Sindicato Mexicano de Electricistas sufre el embate de un gobierno dispuesto a todo para exterminar a un sindicato democrático que constituye un obstáculo formidable para privatizar la industria eléctrica nacionalizada y entregar el multimillonario negocio de la fibra óptica y las redes eléctricas a la oligarquía mexicana y empresas trasnacionales. Por un lado estrechan el cerco informativo con el que se busca acallar las razones de la huelga de hambre, a la par que aceleran los preparativos para encarcelar a los dirigentes del SME, acusándolos de sabotaje, y levantar la huelga para crear las condiciones de un fallo adverso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin embargo a Felipe Calderón no le salen bien sus cálculos políticos, hoy trastocados por el secuestro del Jefe Diego.
¿Quienes son esos heroicos trabajadores que han resuelto exponer su salud y su vida en una huelga de hambre? En una sencilla encuesta aplicada al inicio de la misma los huelguistas nos dan sus respuestas. Son 80 en el Zócalo de la ciudad de México y 13 en Toluca, con edades que van de los 20 a los 58 años y antigüedades laborales en Luz y Fuerza del Centro que van de los cinco años hasta otros que estaban a la espera de una merecida jubilación. Los huelguistas del SME, 80 hombres y 13 mujeres, son el reflejo fiel de un sindicato con historia y tradición que se niega a rendirse, dispuesto a luchar hasta sus últimas consecuencias, por la vía pacífica; haciendo uso de las garantías individuales consagradas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero negadas y pisoteadas sistemáticamente por un gobierno cínico y represor.
De los 93 huelguistas del SME la gran mayoría son casados, con dos o tres hijos que dependían económicamente del salario que percibían sus padres y madres, cuyo trabajo les fue arrebatado criminalmente por el decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro firmado por Calderón el 11 de octubre de 2009. Todos excelentes trabajadores, expertos técnicos en redes eléctricas, otros ingenieros, oficinistas, operadores de equipo, linieros, mecánicos, ayudantes, operadores de subestaciones, cuya experiencia y formación profesional es menospreciada por Calderón y su pianista fracasado.
Como lo cuentan los huelguistas del SME, al ser despedidos injustificadamente perdieron todo, y sus proyectos de vida, sus sueños y esperanzas, fueron brutalmente trastocados. ¿Cómo han sobrevivido estos más de siete meses los trabajadores que no sucumbieron a la campaña de linchamiento y “liquidación voluntaria”? La lista es larga: echando mano de los ahorros para los pocos que lo tenían. Vendiendo sus pertenencias personales. Ajustando la dieta, es decir, comiendo menos y de menor calidad nutritiva. Cambiándose a una vivienda más modesta que la que tenían. Vendiendo tortas, jugos, comida, tacos, dulces, cigarros. Haciendo chambitas temporales en la enorme variedad de la llamada economía informal. Contando con el apoyo y solidaridad de la familia. Algunos, muy pocos, consiguiendo otro trabajo, pues la mayoría son rechazados por el simple hecho de haber laborado en Luz y Fuerza del Centro.
¿Qué llevó a las mujeres y los hombres electricistas a tomar la decisión de la huelga de hambre? Para el gobierno la respuesta sigue siendo un misterio, pues ese sentimiento no lo conocen ni comprenden, y menos lo practican, cegados como están por entregar el patrimonio nacional energético. Para los 93 huelguistas del SME, así como para los 18 mil trabajadores no liquidados, la respuesta es muy sencilla. La dignidad. Para no ser pisoteados y humillados. En defensa de sus derechos laborales legítimamente conquistados. Para defender y recuperar su trabajo. Para poder soñar con una vida digna. Para decirle al gobierno represor y antiobrero ¡ya basta!
Si no fuera por esa dignidad y su conciencia de clase como trabajadores agremiados en un sindicato que nació al fragor de la Revolución Mexicana, quizás los cálculos de Calderón y Lozano se hubieran cumplido. Apostaron a una salida violenta y represiva en las primeras horas, días y semanas del golpe fascista. Calcularon que la dignidad electricista podía vencerse a través de una campaña mediática de linchamiento y satanización y una liquidación voluntaria con premio adicional.
El fracaso de la guerra de exterminio en contra del SME está a la vista. Los apagones, fallas, disturbios eléctricos, siguen creciendo en la zona atendida por Luz y Fuerza del Centro. Las empresas contratistas de CFE han mostrado hasta la saciedad su incapacidad para garantizar el suministro normal de energía eléctrica. Cada día que pasa las mentiras de Calderón van saliendo a flote y el ocultamiento deliberado de información para no perder el juicio de amparo promovido por el SME debe ser valorado por la SCJN. La campaña para acusar al SME de sabotaje viene a menos, enterada la opinión pública de que el sabotaje lo propicia el gobierno federal con su impericia y falta de atención a las 22 zonas críticas de LFC. Por el contrario, a más de siete meses del golpe artero, lo que brilla en el Zócalo de la ciudad de México es la dignidad electricista, expresada en la huelga de hambre masiva.
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