Argentina: Más días de clases y menos democracia y libertad
jueves 20 de octubre de 2011
Andrés Sarlengo (CONTRAPUNTOS, especial para ARGENPRESS.info)
En pocas horas, entrecruzando información y archivo, queda sintetizada la política educativa de Argentina y América Latina...
El jueves 13 de octubre el Ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni aseveró: “Es preocupación de todo el Consejo Federal de Educación mejorar los aprendizajes con más días, más horas y más años de clases. Los 190 días de clases –a partir del ciclo escolar 2012- son en respuesta a la sociedad (1)”.
También el mismo 13 de octubre Rosario3.com señaló que la UNESCO advertía que faltan 2.000.000 de maestros para alcanzar la educación primaria universal en el 2015 (2).
Asimismo, el 11 de octubre, La Nación subrayaba que Proyecto Educar 50 fue convocado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para abordar mejoras en la educación latinoamericana. Manuel Álvarez Tronge (Presidente de Proyecto Educar 50) sentenció: “El origen de la iniciativa es dolorosa: 23 millones de niños y jóvenes de entre 4 y 17 años están fuera del sistema educativo en la región y los aprendizajes son muy bajos y desiguales entre aquellos que están en la escuela (3)”.
Más días de clases, más docentes profesionalizados y más estudiantes en las aulas -en efecto- es la calidad educativa que pregonan desde la plutocracia.
En Los días de clases y la cuestión social ya afirmábamos que tales metas (además de ser elucubraciones de sapientes expertos adocenados y exigencias de organismos multilaterales) son fundamentalmente una nueva forma de ingeniería social para servir los intereses del Capitalismo Mundial Integrado (CMI).
Hasta los propios intelectuales de la FLACSO parecen asumirlo. “La idea no es compleja: si es imposible soportar la situación de amenaza de una enorme masa de excluidos, entonces es estratégicamente conveniente prometer la inclusión. Pero ello hace funcionar un aparato demasiado obvio: el mismo sistema (político, cultural, educativo) que excluye, incluye. Lo que no puede traer mejora alguna. A no ser el entendimiento, ya planteado por Foucault en los ’60 del siglo XX, que exclusión e inclusión forman parte de un mismo proceso de disciplinamiento y necesidad de normalización”, escribió Carlos Skliar en el prólogo de Anormales, deficientes y especiales (4).
¿Pero qué es dar clases? ¿Qué comprender por calidad educativa?
Dar clases –me arriesgo a argumentar- “es la educación que pone énfasis en los contenidos y en los efectos”. Mario Kaplún (apoyándose en los modelos educativos de Díaz Bordenave) los define así: “1- Educación que pone el énfasis en los contenidos: Corresponde a la educación tradicional, basada en la transmisión de conocimientos y valores de una generación a otra, del profesor al alumno, de la élite “instruida” a las masas ignorantes. 2- Educación que pone el énfasis en los efectos: Corresponde a la llamada “ingeniería del comportamiento” y consiste esencialmente en “moldear” la conducta de las personas con objetivos previamente establecidos (5)”.
Me parece -entonces- que los “días de clases” se exhiben como una meta educativa progresista pero en realidad poco favorecen para el ejercicio de una pedagogía liberadora, crítica o social. Es más, el anuncio oficial de “más días de clases” logra que los docentes y sus representantes sindicales se centren en tal resolución; dejando de lado un análisis más sustancial de las políticas educativas.
Una verdadera democracia no tendría “días de clases ni educación de calidad” sino una pedagogía como la pensó Paulo Freire: “La educación es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (5)”.
Más días de clases, más niñas y jóvenes en las escuelas, más docentes, jornada extendida, más libros (manuales) y más netbooks… Ese “más” es el lenguaje que la plutocracia diseñó para abordar la cuestión social en el siglo XXI.
Si en los 60 para Mario Kaplun “se pensaba que la solución para la pobreza en que se hallaban sumidos nuestros países “atrasados e ignorantes” era la modernización, esto es, la adopción de las características y los métodos de producción de los países capitalistas “desarrollados”; era necesario multiplicar la producción y lograr un rápido y fuerte aumento de los índices de productividad; y, para ello, resultaba imprescindible la introducción de nuevas y modernas tecnologías (…) ellas por sí solas permitirían progresos espectaculares. La educación y la comunicación debían servir para alcanzar esas metas (5)”…; “En el nuevo modelo- sostiene Carlos Vergel- la calidad no es algo que se busca o que es intrínseca a la actividad educativa sino que es un resultado del mercado. Lo que cuenta es la eficiencia en el uso de los recursos, el control de tiempos de la jornada escolar, el número de horas-clases, el número de estudiantes por profesor, la eficiencia en el resultado de las pruebas, la reducción de la deserción escolar y de la repitencia para optimizar la rentabilidad y, por último, maximizar los beneficios y expandir el negocio. Son condiciones centrales para alcanzar tan elevados objetivos el eliminar los derechos adquiridos por los docentes, destruir sus organizaciones sindicales, liberar las formas de contratación y estimular las competencia entre ellos por medio de pruebas periódicas (6)”.
Calidad educativa, nuevas tecnologías y días de clases van de la mano.
Si en América Latina la tasa neta de escolarización de la educación primaria pasó de 57, 7 % (1960) a 87,6 % en 1988 y la educación secundaria de 36, 3 % (1960) a 71, 6 % (1988) según indicadores de la CEPAL….los límites de tal crecimiento- asegura Carlos Oyola (7)- comienzan a generar la preocupación por la cuestión de la calidad.
Oyola afirma: “La cuestión de la calidad será también cuestión importante en la Conferencia Mundial de Educación para Todos, de Jomtien (1990), Tailandia, constituyendo en ella uno de sus ejes de trabajo y conclusiones (7)”.
Cabe insistir: más días de clases y educación de calidad responden a un nuevo modo de abordar lo sociopedagógico al servicio del gran capital.
Pablo Imen da su perspectiva: “La calidad en clave neoliberal-conservadora puede definirse como la medición de los niveles de adquisición masiva y homogénea de los conocimientos elaborados por una capa de tecnoexpertos que tienen la legitimidad que les da su pertenencia a la corporación científica. Estos conocimientos abstractos, ahistóricos, generados por afuera y por encima de la vida del aula, son traducidos por las editoriales como libros de textos. Y luego deben ser insertados por los docentes en los cerebros de niños, adolescentes, jóvenes y adultos para finalmente, ser “medidos” por el Ministerio de Educación, cuyo rol es el de gendarme de los rendimientos. Este eficaz dispositivo ideológico y cognitivo no sólo deja planteado lo que los alumnos deben aprender, sino lo que los docentes deben enseñar (8)”.
En definitiva, lamentablemente “la estrategia de la gradualidad (9)” aplicada en educación viene dándoles frutos frescos a la plutocracia. La Educación Para Todos (ETP) es una prolífica y certera propaganda. Escuelas convertidas en galpones digitalizados, docentes desgastados, sindicatos domesticados, expertos adoctrinados, universidades empresariales, normativas reproductoras (de la opresión), jóvenes narcotizados y humillados, estudiantes vaciados, consumidores alienados.
A más días de clases menos democracia y libertad.
No queda otra respuesta por el momento- que resistir y construir una alternativa política, ética y pedagógica.
Ayudémonos que la batalla es difícil.
Notas:
1) Sileoni: “Los 190 días de clases son en respuesta a la sociedad”. Tèlam. 13-10-2011
2) Unesco afirma que se necesitan al menos 2 millones de maestros más. Rosario3.com. 13-10-2011
3) Salir de la indigencia educativa. Manuel Álvarez Tronge. La Nación. 11-10-2011
4) Libro de Eduardo de La Vega. Noveduc. Noviembre de 2010
5) El comunicador popular. Mario Kaplun. Lumen Humanitas. Noviembre de 1996.
6) La política educativa del imperialismo para el siglo XXI. Carlos Vergel y Leandro Soto. Cóndor Editores. 2009
7) Calidad de la educación: de la pedagogía de la esfera pública a la pedagogía de mercado. Carlos Oyola. Universidad Nacional del Comahue.
8) Pasado y presente del trabajo de enseñar. Cartago. Pablo Imen. 2010.
9) Noam Chomsky en La estrategia de la gradualidad. Argenpress. 14-09-2011. http://www.argenpress.info/2011/09/la-estrategia-de-la-distraccion.html
Fuente
Andrés Sarlengo (CONTRAPUNTOS, especial para ARGENPRESS.info)
En pocas horas, entrecruzando información y archivo, queda sintetizada la política educativa de Argentina y América Latina...
El jueves 13 de octubre el Ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni aseveró: “Es preocupación de todo el Consejo Federal de Educación mejorar los aprendizajes con más días, más horas y más años de clases. Los 190 días de clases –a partir del ciclo escolar 2012- son en respuesta a la sociedad (1)”.
También el mismo 13 de octubre Rosario3.com señaló que la UNESCO advertía que faltan 2.000.000 de maestros para alcanzar la educación primaria universal en el 2015 (2).
Asimismo, el 11 de octubre, La Nación subrayaba que Proyecto Educar 50 fue convocado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para abordar mejoras en la educación latinoamericana. Manuel Álvarez Tronge (Presidente de Proyecto Educar 50) sentenció: “El origen de la iniciativa es dolorosa: 23 millones de niños y jóvenes de entre 4 y 17 años están fuera del sistema educativo en la región y los aprendizajes son muy bajos y desiguales entre aquellos que están en la escuela (3)”.
Más días de clases, más docentes profesionalizados y más estudiantes en las aulas -en efecto- es la calidad educativa que pregonan desde la plutocracia.
En Los días de clases y la cuestión social ya afirmábamos que tales metas (además de ser elucubraciones de sapientes expertos adocenados y exigencias de organismos multilaterales) son fundamentalmente una nueva forma de ingeniería social para servir los intereses del Capitalismo Mundial Integrado (CMI).
Hasta los propios intelectuales de la FLACSO parecen asumirlo. “La idea no es compleja: si es imposible soportar la situación de amenaza de una enorme masa de excluidos, entonces es estratégicamente conveniente prometer la inclusión. Pero ello hace funcionar un aparato demasiado obvio: el mismo sistema (político, cultural, educativo) que excluye, incluye. Lo que no puede traer mejora alguna. A no ser el entendimiento, ya planteado por Foucault en los ’60 del siglo XX, que exclusión e inclusión forman parte de un mismo proceso de disciplinamiento y necesidad de normalización”, escribió Carlos Skliar en el prólogo de Anormales, deficientes y especiales (4).
¿Pero qué es dar clases? ¿Qué comprender por calidad educativa?
Dar clases –me arriesgo a argumentar- “es la educación que pone énfasis en los contenidos y en los efectos”. Mario Kaplún (apoyándose en los modelos educativos de Díaz Bordenave) los define así: “1- Educación que pone el énfasis en los contenidos: Corresponde a la educación tradicional, basada en la transmisión de conocimientos y valores de una generación a otra, del profesor al alumno, de la élite “instruida” a las masas ignorantes. 2- Educación que pone el énfasis en los efectos: Corresponde a la llamada “ingeniería del comportamiento” y consiste esencialmente en “moldear” la conducta de las personas con objetivos previamente establecidos (5)”.
Me parece -entonces- que los “días de clases” se exhiben como una meta educativa progresista pero en realidad poco favorecen para el ejercicio de una pedagogía liberadora, crítica o social. Es más, el anuncio oficial de “más días de clases” logra que los docentes y sus representantes sindicales se centren en tal resolución; dejando de lado un análisis más sustancial de las políticas educativas.
Una verdadera democracia no tendría “días de clases ni educación de calidad” sino una pedagogía como la pensó Paulo Freire: “La educación es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (5)”.
Más días de clases, más niñas y jóvenes en las escuelas, más docentes, jornada extendida, más libros (manuales) y más netbooks… Ese “más” es el lenguaje que la plutocracia diseñó para abordar la cuestión social en el siglo XXI.
Si en los 60 para Mario Kaplun “se pensaba que la solución para la pobreza en que se hallaban sumidos nuestros países “atrasados e ignorantes” era la modernización, esto es, la adopción de las características y los métodos de producción de los países capitalistas “desarrollados”; era necesario multiplicar la producción y lograr un rápido y fuerte aumento de los índices de productividad; y, para ello, resultaba imprescindible la introducción de nuevas y modernas tecnologías (…) ellas por sí solas permitirían progresos espectaculares. La educación y la comunicación debían servir para alcanzar esas metas (5)”…; “En el nuevo modelo- sostiene Carlos Vergel- la calidad no es algo que se busca o que es intrínseca a la actividad educativa sino que es un resultado del mercado. Lo que cuenta es la eficiencia en el uso de los recursos, el control de tiempos de la jornada escolar, el número de horas-clases, el número de estudiantes por profesor, la eficiencia en el resultado de las pruebas, la reducción de la deserción escolar y de la repitencia para optimizar la rentabilidad y, por último, maximizar los beneficios y expandir el negocio. Son condiciones centrales para alcanzar tan elevados objetivos el eliminar los derechos adquiridos por los docentes, destruir sus organizaciones sindicales, liberar las formas de contratación y estimular las competencia entre ellos por medio de pruebas periódicas (6)”.
Calidad educativa, nuevas tecnologías y días de clases van de la mano.
Si en América Latina la tasa neta de escolarización de la educación primaria pasó de 57, 7 % (1960) a 87,6 % en 1988 y la educación secundaria de 36, 3 % (1960) a 71, 6 % (1988) según indicadores de la CEPAL….los límites de tal crecimiento- asegura Carlos Oyola (7)- comienzan a generar la preocupación por la cuestión de la calidad.
Oyola afirma: “La cuestión de la calidad será también cuestión importante en la Conferencia Mundial de Educación para Todos, de Jomtien (1990), Tailandia, constituyendo en ella uno de sus ejes de trabajo y conclusiones (7)”.
Cabe insistir: más días de clases y educación de calidad responden a un nuevo modo de abordar lo sociopedagógico al servicio del gran capital.
Pablo Imen da su perspectiva: “La calidad en clave neoliberal-conservadora puede definirse como la medición de los niveles de adquisición masiva y homogénea de los conocimientos elaborados por una capa de tecnoexpertos que tienen la legitimidad que les da su pertenencia a la corporación científica. Estos conocimientos abstractos, ahistóricos, generados por afuera y por encima de la vida del aula, son traducidos por las editoriales como libros de textos. Y luego deben ser insertados por los docentes en los cerebros de niños, adolescentes, jóvenes y adultos para finalmente, ser “medidos” por el Ministerio de Educación, cuyo rol es el de gendarme de los rendimientos. Este eficaz dispositivo ideológico y cognitivo no sólo deja planteado lo que los alumnos deben aprender, sino lo que los docentes deben enseñar (8)”.
En definitiva, lamentablemente “la estrategia de la gradualidad (9)” aplicada en educación viene dándoles frutos frescos a la plutocracia. La Educación Para Todos (ETP) es una prolífica y certera propaganda. Escuelas convertidas en galpones digitalizados, docentes desgastados, sindicatos domesticados, expertos adoctrinados, universidades empresariales, normativas reproductoras (de la opresión), jóvenes narcotizados y humillados, estudiantes vaciados, consumidores alienados.
A más días de clases menos democracia y libertad.
No queda otra respuesta por el momento- que resistir y construir una alternativa política, ética y pedagógica.
Ayudémonos que la batalla es difícil.
Notas:
1) Sileoni: “Los 190 días de clases son en respuesta a la sociedad”. Tèlam. 13-10-2011
2) Unesco afirma que se necesitan al menos 2 millones de maestros más. Rosario3.com. 13-10-2011
3) Salir de la indigencia educativa. Manuel Álvarez Tronge. La Nación. 11-10-2011
4) Libro de Eduardo de La Vega. Noveduc. Noviembre de 2010
5) El comunicador popular. Mario Kaplun. Lumen Humanitas. Noviembre de 1996.
6) La política educativa del imperialismo para el siglo XXI. Carlos Vergel y Leandro Soto. Cóndor Editores. 2009
7) Calidad de la educación: de la pedagogía de la esfera pública a la pedagogía de mercado. Carlos Oyola. Universidad Nacional del Comahue.
8) Pasado y presente del trabajo de enseñar. Cartago. Pablo Imen. 2010.
9) Noam Chomsky en La estrategia de la gradualidad. Argenpress. 14-09-2011. http://www.argenpress.info/2011/09/la-estrategia-de-la-distraccion.html
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