Tomar a los banqueros como chivos expiatorios de la crisis es un error conceptual
lunes 17 de octubre de 2011
Sergio Reuben-Soto (especial para ARGENPRESS.info)
Se ha convertido en lugar común el recurrir al señalamiento de la codicia de los banqueros cuando se trata de identificar los orígenes de la crisis económica actual. Y no solo lo expresan así las y los políticos y periodistas quienes buscan etiquetar las situaciones para lograr explicaciones sencillas y fáciles de trasmitir, sino que incluso connotados economistas como Krugman, Stiglitz y otros como el mismo Greenspan, recurren a esta idea para explicar el derrumbe del sistema económico actual.
Yo creo que esta explicación es extremadamente simplista y no contribuye para nada a aclarar los verdaderos orígenes de la crisis, obscureciendo de paso, cosa de la mayor trascendencia, la identificación de soluciones efectivas. Más aún, la gente ha ya identificado unos chivos expiatorios que son los mercados financieros y los grandes bancos, como los culpables del desempleo, de la desigualdad, de la pobreza, del remate de propiedades a medio pagar, del desfalco de los fondos de pensión, etc.
No conviene para la solución de la crisis esta confusión
Independientemente de la acción importante que desempeña el sistema financiero en el funcionamiento de una economía basada en el dinero –que no vamos a analizar en este artículo porque requeriría alargarlo hasta el cansancio (y no estamos para pasarnos muchas horas pegados a estos espacios)–, esta visión popular de chivos expiatorios no conviene si se piensa en que las soluciones a la crisis actual deben ser democráticamente tomadas, lo que requerirá un conocimiento mucho más preciso de las causas de la crisis por parte de las grandes mayorías.
La simplificación de la codicia de los banqueros y financistas no ayuda a entender la situación ni tampoco a visualizar y apoyar las medidas que realmente requiere el sistema de producción y distribución social para salir del atolladero en que está metido. Medidas que deberán contar con el respaldo de las grandes mayorías porque implican transformaciones en la estructura de distribución del producto social, en el ejercicio y gestión del poder público, en la propiedad de los medios de producción y trabajo de que dispone la sociedad y en muchas costumbres arraigadas en la cultura popular.
A todos debe quedarnos claro que castigar a los banqueros no nos va a sacar de la crisis. Ellos son nada más que la expresión financiera de los grandes capitales; o una forma particular en la que estos grandes capitales se manifiestan dentro del proceso complejo de valorización del capital. Cierto es que la desregulación de sus actividades, el permitirles un uso indiscriminado del mecanismo bancario o del apalancamiento, ha contribuido al desarrollo de la crisis, pero es un error pensar que éste factor ha sido la principal causa de ella.
La concentración y centralización de la propiedad de los medios de producción y trabajo
Nos parece, más bien, que es absolutamente necesario explicar la crisis por el extraordinario proceso de concentración del capital en relativamente pocas manos. Este proceso que Marx describió como el de “concentración del capital” y el de “centralización del capital” es el que debe entenderse como en la mera base del desenvolvimiento de la crisis económica actual. La concentración del capital se lleva a cabo cuando un grupo de empresas posee una proporción muy grande del capital del ramo; de manera que los medios para producir los bienes en ese ramo, están altamente concentrado en esas empresas, permitiéndoles así controlar asociadamente la tasa de ganancia de su capital invertido. Y la centralización del capital es el fenómeno por el cual, esas empresas están controladas por un grupo relativamente pequeño de propietarios.
Los últimos 30 años han estado caracterizados por una intensa concentración del capital como resultado de la ampliación del proceso de acumulación de capital a escala global. Paradójicamente, la ampliación del mercado a esa escala, que debió haber abierto la competencia con la incorporación de nuevos productores de otras latitudes, se convirtió en la ampliación del coto de caza del capital central, como resultado de una velocísima carrera de compras y adquisiciones de pequeñas, medianas y grandes empresas, hasta conformar enormes conglomerados o corporaciones que lograron dominar los principales ramos de la producción globalizada.
No es casual pues, que la crisis se manifieste justamente en las economías centrales, que pierden con esa transformación la consistencia estructural que requiere el capital para organizar aunque sea trastabillando, la producción y la distribución de la producción a escala nacional. El “síntoma financiero” es pues nada más que una forma en que se manifiesta la contradicción estructural del rompimiento del sistema de mercado por la concentración y centralización del capital. Con ella, el mercado deja de funcionar como un mecanismo eficiente y eficaz de asignación de los recursos escaso en las necesidades sociales, expresando más bien los intereses de valoración del capital invertido por las grandes corporaciones (Véase: “El rompimiento de la correspondencia entre valor y precio…”, http://www.escudrojo.wordpress.com)
La gestión democrática de los medios de producción y trabajo y del capital financiero
Las medidas pues, que habrá que tomar para comenzar a encausar la actividad económica por la senda de la estabilización pasan inevitablemente por la “redistribución” –si se quiere– de la propiedad concentrada y centralizada de los medios de producción y trabajo que las corporaciones escamotearon a las naciones y sus pueblos. Se trata, en términos generales, de repensar la producción como un ejercicio colectivo orientado por las necesidades sociales y no por el móvil de la ganancia, ya que la asignación de los recursos comunes escasos en función de ella conduce ineludiblemente a la concentración de la propiedad, de la riqueza y del poder. Desde luego, esa concentración que también se había dado en el sector de las finanzas, tendrá que revertirse con un proceso de redistribución de sus activos o bien con la gestión de ellos en función de los intereses de las grandes mayorías, para lo cual será necesario su estatización y un cambio importante en la gestión política del Estado y sus instituciones. El mercado quedará como instrumento de asignación de recursos en aquellos sectores y ramos donde la concentración de la propiedad no haya alcanzado niveles críticos, mientras que la gestión administrada por los trabajadores y oficiales será la forma de gestionar aquellas empresas que hayan alcanzado el famoso estado del “Too big to fail” (Demasiado grande para quebrar).
Sergio Reuben Soto es profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica.
Fuente
Sergio Reuben-Soto (especial para ARGENPRESS.info)
Se ha convertido en lugar común el recurrir al señalamiento de la codicia de los banqueros cuando se trata de identificar los orígenes de la crisis económica actual. Y no solo lo expresan así las y los políticos y periodistas quienes buscan etiquetar las situaciones para lograr explicaciones sencillas y fáciles de trasmitir, sino que incluso connotados economistas como Krugman, Stiglitz y otros como el mismo Greenspan, recurren a esta idea para explicar el derrumbe del sistema económico actual.
Yo creo que esta explicación es extremadamente simplista y no contribuye para nada a aclarar los verdaderos orígenes de la crisis, obscureciendo de paso, cosa de la mayor trascendencia, la identificación de soluciones efectivas. Más aún, la gente ha ya identificado unos chivos expiatorios que son los mercados financieros y los grandes bancos, como los culpables del desempleo, de la desigualdad, de la pobreza, del remate de propiedades a medio pagar, del desfalco de los fondos de pensión, etc.
No conviene para la solución de la crisis esta confusión
Independientemente de la acción importante que desempeña el sistema financiero en el funcionamiento de una economía basada en el dinero –que no vamos a analizar en este artículo porque requeriría alargarlo hasta el cansancio (y no estamos para pasarnos muchas horas pegados a estos espacios)–, esta visión popular de chivos expiatorios no conviene si se piensa en que las soluciones a la crisis actual deben ser democráticamente tomadas, lo que requerirá un conocimiento mucho más preciso de las causas de la crisis por parte de las grandes mayorías.
La simplificación de la codicia de los banqueros y financistas no ayuda a entender la situación ni tampoco a visualizar y apoyar las medidas que realmente requiere el sistema de producción y distribución social para salir del atolladero en que está metido. Medidas que deberán contar con el respaldo de las grandes mayorías porque implican transformaciones en la estructura de distribución del producto social, en el ejercicio y gestión del poder público, en la propiedad de los medios de producción y trabajo de que dispone la sociedad y en muchas costumbres arraigadas en la cultura popular.
A todos debe quedarnos claro que castigar a los banqueros no nos va a sacar de la crisis. Ellos son nada más que la expresión financiera de los grandes capitales; o una forma particular en la que estos grandes capitales se manifiestan dentro del proceso complejo de valorización del capital. Cierto es que la desregulación de sus actividades, el permitirles un uso indiscriminado del mecanismo bancario o del apalancamiento, ha contribuido al desarrollo de la crisis, pero es un error pensar que éste factor ha sido la principal causa de ella.
La concentración y centralización de la propiedad de los medios de producción y trabajo
Nos parece, más bien, que es absolutamente necesario explicar la crisis por el extraordinario proceso de concentración del capital en relativamente pocas manos. Este proceso que Marx describió como el de “concentración del capital” y el de “centralización del capital” es el que debe entenderse como en la mera base del desenvolvimiento de la crisis económica actual. La concentración del capital se lleva a cabo cuando un grupo de empresas posee una proporción muy grande del capital del ramo; de manera que los medios para producir los bienes en ese ramo, están altamente concentrado en esas empresas, permitiéndoles así controlar asociadamente la tasa de ganancia de su capital invertido. Y la centralización del capital es el fenómeno por el cual, esas empresas están controladas por un grupo relativamente pequeño de propietarios.
Los últimos 30 años han estado caracterizados por una intensa concentración del capital como resultado de la ampliación del proceso de acumulación de capital a escala global. Paradójicamente, la ampliación del mercado a esa escala, que debió haber abierto la competencia con la incorporación de nuevos productores de otras latitudes, se convirtió en la ampliación del coto de caza del capital central, como resultado de una velocísima carrera de compras y adquisiciones de pequeñas, medianas y grandes empresas, hasta conformar enormes conglomerados o corporaciones que lograron dominar los principales ramos de la producción globalizada.
No es casual pues, que la crisis se manifieste justamente en las economías centrales, que pierden con esa transformación la consistencia estructural que requiere el capital para organizar aunque sea trastabillando, la producción y la distribución de la producción a escala nacional. El “síntoma financiero” es pues nada más que una forma en que se manifiesta la contradicción estructural del rompimiento del sistema de mercado por la concentración y centralización del capital. Con ella, el mercado deja de funcionar como un mecanismo eficiente y eficaz de asignación de los recursos escaso en las necesidades sociales, expresando más bien los intereses de valoración del capital invertido por las grandes corporaciones (Véase: “El rompimiento de la correspondencia entre valor y precio…”, http://www.escudrojo.wordpress.com)
La gestión democrática de los medios de producción y trabajo y del capital financiero
Las medidas pues, que habrá que tomar para comenzar a encausar la actividad económica por la senda de la estabilización pasan inevitablemente por la “redistribución” –si se quiere– de la propiedad concentrada y centralizada de los medios de producción y trabajo que las corporaciones escamotearon a las naciones y sus pueblos. Se trata, en términos generales, de repensar la producción como un ejercicio colectivo orientado por las necesidades sociales y no por el móvil de la ganancia, ya que la asignación de los recursos comunes escasos en función de ella conduce ineludiblemente a la concentración de la propiedad, de la riqueza y del poder. Desde luego, esa concentración que también se había dado en el sector de las finanzas, tendrá que revertirse con un proceso de redistribución de sus activos o bien con la gestión de ellos en función de los intereses de las grandes mayorías, para lo cual será necesario su estatización y un cambio importante en la gestión política del Estado y sus instituciones. El mercado quedará como instrumento de asignación de recursos en aquellos sectores y ramos donde la concentración de la propiedad no haya alcanzado niveles críticos, mientras que la gestión administrada por los trabajadores y oficiales será la forma de gestionar aquellas empresas que hayan alcanzado el famoso estado del “Too big to fail” (Demasiado grande para quebrar).
Sergio Reuben Soto es profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica.
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