Potente, prepotente e impotente

lunes 14 de noviembre de 2011

Prof. Juan Carlos Sánchez (especial para ARGENPRESS.info)

El gobierno macrista trata de ensayar alguna respuesta frente a tres problemáticas que debe enfrentar en el futuro inmediato, a poco menos de un mes de su reasunción. Una de ellas, es harto conocida, el conflicto por la reforma del Estatuto del Docente; otra, las consecuencias de un derrumbe evitable y la que está por venir, con la movilización prevista para el 23 de noviembre, de los trabajadores de la salud.

Son tres cuestiones en las cuales se revela el carácter potente, prepotente e impotente, tanto de Mauricio Macri y su equipo como de los sectores afectados y la ciudadanía porteña. El libro "Potentes, prepotentes e impotentes" de Quino, el creador de Mafalda, podría reflejar en imágenes lo que hoy ocurre. Su vigencia es indudable. Potencia, para la dominación y para la lucha; prepotencia, para buscar la sumisión y para enfrentar la intolerancia, y la impotencia, para advertir los caminos llenos de espinas en el ejercicio del poder y para sobreponerse a la inercia en la cual nos encontramos para impedir que las dos primeras sigan destruyendo la Reina del Plata.
Resulta potente, el mensaje gentilmente difundido por los multimedios acerca de la pretendida búsqueda de soluciones, por parte del macrismo, cuando la realidad lo desmiente: la lucha docente, de los vecinos de Bartolomé Mitre y de los trabajadores de la salud que, alguna vez, fuesen definidos como "terroristas sanitarios" por Ginés González García, el ministro de la no salud ligado al Banco Mundial, echa luz sobre las falacias y mentiras de una gestión que solamente busca cubrir las apariencias. Al igual que Piñera, su mejor profesor, ahora buscan la distensión mientras siguen urdiendo la forma de obtener los resultados deseados: la dominación absoluta y sin límites, sin ley, justicia o Constitución que se le oponga.
De igual modo, los docentes, los vecinos del edificio derrumbado, médicos y enfermeros de la Ciudad vienen elevando su voz para denunciar el cinismo con el cual Macri y sus ministros intentan encontrar una salida de acuerdo a los intereses que representan.
Prepotente es el adjetivo necesario para una acción y un discurso para la dominación, en el caso de docentes, médicos y enfermeros; para salvar los buenos negocios de la construcción a mansalva, cuyos cimientos sólo saben de ese dinero en detrimento de los derechos de las y los vecinos, y para demostrar fuerza ante estas problemáticas. Y todavía queda el traspaso del subte...
Pero la prepotencia es el mecanismo de defensa para la docencia, los vecinos que perdieron todo en un segundo y los que, día a día, atienden la salud de las y los porteños. Resulta imperativa, en estos tiempos de luchar contra la imposición de la arbitrariedad y contra la previsible impunidad que se avecina. No son tiempos para tímidos. Ocurre que, si bien la lucha es despareja a nivel de recursos, juega a favor esa masividad demostrada a través de las marchas frente a la Jefatura de Gobierno y la Legislatura porteña. Ella es la que obligará, sin dudas, a este gobierno a pensar que no son simples números, son personas de carne y hueso...
Sin embargo, la potencia y la prepotencia que surge desde el pié está llevando a la impotencia estatal. A la de un gobierno que pretende un ejercicio más cercano a la dictadura que a la democracia. Y a medida que se van conociendo las diferentes alternativas que presenta ante sus interlocutores, se va desnudando el verdadero trasfondo de sus intenciones.
En el conflicto docente, un signo notable es la afirmación del Ministro Bullrich que lo único que no es negociable es el retiro de los proyectos presentados; en la reparación de los daños ocasionados por ese derrumbe sin control estatal, el proyecto oficial solamente piensa en los propietarios, porque los inquilinos son de palo, éstos son la "gente como uno" a quienes hay que resarcir aunque dicha indemnización sea parcial y en lo sanitario, lo significante es la búsqueda de la cooptación a través de la AMM (Asociación de Médicos Municipales) y de la censura a las denuncias que puedan realizarse en el marco de las inspecciones judiciales.
Se advierte que la negociación solamente la realizan mediante la fuerza y la simple imposición. De política, nada. Su única cintura es ese afán de castigar desde el panóptico de Bolívar 1, para cuidar los intereses de esa clase mierda que los ha votado y aquellos que, sin pertenecer a ella, aspiran ilusoriamente a serlo alguna vez en su vida.
Sin embargo, suele aflorar la impotencia entre los sectores afectados por las problemáticas que mencionábamos ante la inflexibilidad de las posiciones macristas. No encuentran el camino para forzar que se acepte ese reclamo fundado. Y flaquean las fuerzas ante ciclópea faena. Lidiar con esta clase de funcionarios nunca fue, ni será fácil. Sucede que están entronizados por una elección abrumadora que los lleva a pensar que son reyes, en lugar de simples administradores de la cosa pública. Y cuando las monarquías abusan de su poder, al igual que las dictaduras, caen como un castillo de naipes.
El Zar Nicolás II no lo entendió en su momento. Y cayó con la Revolución de 1917, salvando las distancias, desde luego, pero es bueno pensar desde el absurdo histórico.
Pero no pueden quedarse debatiendo en el medio de lo impotente. Se sabe que la lucha es larga, cuando se enfrenta a comerciantes que no les gusta el regateo a pesar de su prosapia liberal, a gobernantes acostumbrados, y que añoran, a la mano dura del pasado reciente.
Pero la peor impotencia es advertir que la ciudadanía porteña todavía no se dió cuenta del peligro. No se trata de una cuestión de gobernabilidad. Es una cuestión cultural. Se trata de la cultura represora y del ánimo de reprimir todo aquello que atente contra el interés del lucro asesino. La subjetividad del macrismo encierra una gran dosis de cinismo, como la de Etchecolatz en el caso de la Calle 30. Su escuela fue la dictadura y el menemismo, y no lo debemos olvidar.
Todavía podemos ser potentes y prepotentes para superar la impotencia que parece superarnos a las y los porteños. Un viejo lema viene a cuento: la unión hace la fuerza. No basta con luchar en soledad. Docentes, padres, estudiantes, médicos, enfermeros, ciudadanas y ciudadanos debemos unir esfuerzos para acabar con la potencia y la prepotencia de Macri y sus ministros.
Mientras lo sectorial deje de lado a lo general, se cumplirá el viejo dictado de Maquiavelo en "El Príncipe". El dividir para reinar. Pero Macri no es un monarca y este pueblo no está compuesto de esclavos del mercado. Es hora de recordarle que existe una Constitución, con todos los defectos burgueses que sabemos que tiene; que los derechos existen, a pesar de su contínua evasión hacia el respeto de los que corresponden a todas y a todos, y que estamos en una democracia, resurgida de la sangre de 30.000 compañeras y compañeros.
Es hora de organización y de lucha. Tal vez, en esta unión por el espanto neoliberal, pueda surgir un límite preciso para las ambiciones sin límite, la del lucro, la del control y la del poder. No es poca cosa.

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