No cede el empuje reaccionario

No cede el empuje  reaccionario
Ha quedado demostrado que el futuro de los mexicanos no cuenta, para los gobiernos neoliberales, a la hora de tomar decisiones cuando de por medio están grandes negocios.

Revista EMET


La convención del Partido Republicano, en la que se concretó la designación de Mitt Romney como candidato presidencial, es un pésimo augurio de lo que nos espera por la presión de la extrema derecha en el rumbo del gobierno estadounidense. Su plataforma es un rediseño de las políticas de Hitler, establecidas para proteger a una elite que considera llegada la hora de apuntalar su hegemonía, al costo que sea. Se llegó al colmo de proclamar el “derecho” de Estados Unidos para intervenir en todos los países del mundo, con el pretexto de salvaguardar su seguridad nacional.
            Es tal el empuje reaccionario de los republicanos, que hasta el Partido Demócrata se muestra cada día menos liberal, más conservador y enemigo de las minorías no blancas. Vemos así que la principal potencia del planeta camina en reversa, o sea en sentido inverso al proceso histórico que urge desarrollar para evitar una gran conflagración universal. El desenlace de estas elecciones habrá de ser decisivo para el futuro de la humanidad, pues de imponerse las corrientes más retrógradas del espectro político estadounidense, América Latina correría un grave peligro, y en primerísimo lugar nuestro país.
            En este contexto, cobra mayor importancia el anuncio que hizo Felipe Calderón del trascendental hallazgo de un gran yacimiento petrolero en aguas profundas del Golfo de México. ¿Está enviando el mensaje a la Casa Blanca de que durante su sexenio se hizo el descubrimiento y por lo tanto él es quien debe negociar las asociaciones con empresas estadounidenses para su explotación? Es probable que así sea, por eso la urgencia de aprobar una reforma energética que garantice una mayor participación de inversionistas privados, extranjeros preferentemente, en nuestra principal empresa nacional.
            No quiere dejar Calderón que sea Enrique Peña Nieto quien se lleve la parte del león en el gran negocio que se avecina, gracias al cual la pobreza de los mexicanos se agravará, mientras que por otro lado habrán de surgir nuevos multimillonarios de “Forbes”, entre los que quieren estar Calderón y sus principales allegados. Vale decirlo porque es una ingenuidad suponer que con una más acelerada explotación de Pemex se habrá de reducir la pobreza. Todo lo contrario, como lo demuestra la salvaje explotación de minas que están realizando, en diversos estados de la República, empresas canadienses.
            Ha quedado demostrado que el futuro de los mexicanos no cuenta, para los gobiernos neoliberales, a la hora de tomar decisiones cuando de por medio están grandes negocios. Por eso es vital para México un cambio verdadero, que ponga fin a la irracional explotación de nuestros recursos naturales por inversionistas extranjeros y “empresarios” nacionales, pues así como vamos no pasará un sexenio más sin que se produzca un colapso apocalíptico, no sólo en la economía sino a nivel social. ¿Acaso la Revolución Mexicana no se desencadenó cuando los campesinos no pudieron solventar sus compromisos con las tiendas de raya propiedad de sus explotadores?
            Es claro que la soberbia cegó ya a la plutocracia estadounidense y considera que este es el mejor momento para imponer su estilo de vida al mundo. Particularmente a los pueblos latinoamericanos, los cuales deben estar a su servicio porque así lo determina su condición de pueblo blanco superior y “cristiano”. El rechazo a Obama por la elite republicana no es tanto por sus políticas públicas, sino por su origen étnico propio de esclavos que deberían seguirlo siendo. Así lo dejan ver los discursos en la convención y durante la campaña de Romney, sólo superados en su irracionalidad por los dirigidos contra los trabajadores indocumentados de origen latinoamericano.
            Odian a los braceros pero no pueden vivir si ellos, como lo demuestra la terca realidad. Quisieran enviarlos a hornos hitlerianos, pero se arrepienten en el último momento porque los necesitan porque se trata de mano de obra barata que se deja explotar sin oponer resistencia. Por eso no hace nada, el gobierno estadounidense, para terminar desde su raíz con el problema de los indocumentados, cosa que se podría lograr sin grandes costos en la medida que se abatiera el desempleo en sus países de origen, México en primerísimo lugar.
            El problema será mayor en los años venideros, porque con los avances científicos y tecnológicos será menor la necesidad de mano de obra en las grandes empresas. ¿A poco se cree que un Pemex privatizado va a abrir fuentes de trabajo para miles de desempleados que surgirán en las zonas petroleras, como consecuencia de la “racionalización” laboral? De ahí el imperativo de luchar porque siga siendo empresa del Estado y no puedan acceder grupos privados a su administración. El botín sigue siendo muy apetecible, como lo demostró Calderón al informar sobre el último hallazgo petrolero, lo patriótico y razonable es que sirva para garantizar el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
 

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