Revivir el 2006
Ante
la incapacidad resolutiva y contundente del Instituto Federal Electoral
(IFE) de hacer valer el voto ciudadano con sentido de transparencia y
responsabilidad, recarga en el TEPJF de nueva cuenta más que la
calificación de la elección
Revista EMET
El argumento central del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), es que al no
existir pruebas de coacción para la compra de votos, la elección
presidencial no se anula.
Tal conclusión no arroja más que la certeza de que el priísta Enrique Peña Nieto es el presidente electo y con mucha probabilidad –a menos que otra cosa suceda— el próximo a ocupar oficialmente la residencia oficial de Los Pinos y despachar desde Palacio Nacional.
Revivir el 2006 no fue tan difícil. Sólo bastó que todos aquellos quienes redactan y aprueban las leyes electorales en nuestro país y la forma de repartir el presupuesto de forma tan desigual, se dieran a la tarea de hacer todo aquello que "su legislación" les permite para atraerse votos, incluso hasta acciones deplorables y nada éticas, de las que ningún partido político ni coalición se salvaría en caso de que el escrutinio fuera puntual y hasta legal.
Para que el 2006 reapareciera, hubo también apoyos desde el Ejecutivo al candidato de otro partido y recorte presupuestal a la candidata representante del Partido Acción Nacional (PAN).
El 2006 se reedita con algunos apoyos mediáticos excesivos hacia un candidato en particular y el ataque obsesivo hacia su villano favorito.
Si bien, no existió como tal parcialidad del órgano electoral encargado de organizar las elecciones federales, si se puede acusar opacidad en el mismo.
Ante la incapacidad resolutiva y contundente del Instituto Federal Electoral (IFE) de hacer valer el voto ciudadano con sentido de transparencia y responsabilidad, recarga en el TEPJF de nueva cuenta más que la calificación de la elección presidencial, el aval de todo el proceso y la designación del próximo presidente, como si al final el sufragio de cada ciudadano, no contara.
De igual forma, se sabe que hubo contratos incómodos para la operación en campaña de algunos candidatos.
Como en el 2006, las encuestas jugaron un papel de inducción al voto y como en aquella fecha las más fallaron sus pronósticos pero ahora con cifras fuera del rango de todo error estadístico.
Si alguien piensa que se me olvida citar las movilizaciones en contra del fallo electoral, no es así. Las que hemos visto ya por las calles y cercando inmuebles de instancias electorales, legislativas y gubernamentales, son nimias frente a los que nos esperan en todo el país y sobre todo en el muy caótico de por sí, Distrito Federal.
Lo que sí duele sobre todo revivir, es la división de la sociedad que enfrenta su opinión y defiende su sufragio no de una manera natural como en las democracias de altura, sino teniendo de por medio a los mismos que legislan dejando profundos hoyos oscuros en las mismas leyes de las que se sirven para después atacarse entre ellos por sus acciones inmorales.
¡Qué pena! Revivir el 2006, no ha sido tan difícil.
Tal conclusión no arroja más que la certeza de que el priísta Enrique Peña Nieto es el presidente electo y con mucha probabilidad –a menos que otra cosa suceda— el próximo a ocupar oficialmente la residencia oficial de Los Pinos y despachar desde Palacio Nacional.
Revivir el 2006 no fue tan difícil. Sólo bastó que todos aquellos quienes redactan y aprueban las leyes electorales en nuestro país y la forma de repartir el presupuesto de forma tan desigual, se dieran a la tarea de hacer todo aquello que "su legislación" les permite para atraerse votos, incluso hasta acciones deplorables y nada éticas, de las que ningún partido político ni coalición se salvaría en caso de que el escrutinio fuera puntual y hasta legal.
Para que el 2006 reapareciera, hubo también apoyos desde el Ejecutivo al candidato de otro partido y recorte presupuestal a la candidata representante del Partido Acción Nacional (PAN).
El 2006 se reedita con algunos apoyos mediáticos excesivos hacia un candidato en particular y el ataque obsesivo hacia su villano favorito.
Si bien, no existió como tal parcialidad del órgano electoral encargado de organizar las elecciones federales, si se puede acusar opacidad en el mismo.
Ante la incapacidad resolutiva y contundente del Instituto Federal Electoral (IFE) de hacer valer el voto ciudadano con sentido de transparencia y responsabilidad, recarga en el TEPJF de nueva cuenta más que la calificación de la elección presidencial, el aval de todo el proceso y la designación del próximo presidente, como si al final el sufragio de cada ciudadano, no contara.
De igual forma, se sabe que hubo contratos incómodos para la operación en campaña de algunos candidatos.
Como en el 2006, las encuestas jugaron un papel de inducción al voto y como en aquella fecha las más fallaron sus pronósticos pero ahora con cifras fuera del rango de todo error estadístico.
Si alguien piensa que se me olvida citar las movilizaciones en contra del fallo electoral, no es así. Las que hemos visto ya por las calles y cercando inmuebles de instancias electorales, legislativas y gubernamentales, son nimias frente a los que nos esperan en todo el país y sobre todo en el muy caótico de por sí, Distrito Federal.
Lo que sí duele sobre todo revivir, es la división de la sociedad que enfrenta su opinión y defiende su sufragio no de una manera natural como en las democracias de altura, sino teniendo de por medio a los mismos que legislan dejando profundos hoyos oscuros en las mismas leyes de las que se sirven para después atacarse entre ellos por sus acciones inmorales.
¡Qué pena! Revivir el 2006, no ha sido tan difícil.
Claudia Rodríguez - Opinión EMET
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