¿Quién incita a la violencia?

¿Quién incita a la  violencia?
Todo ello al tiempo que la derecha ampliamente derrotada –el ocupante de Los Pinos a la cabeza-- intenta mantener alimentadas las cenizas del miedo cuya hoguera azuzó en el 2006

Revista EMET


“El petate del muerto”. El últimamente muy mentado estallido social es una más de las intentonas que para amedrentar a la población se blanden en prácticamente todos los espacios de cierta prensa en nuestro país. Sospechoso, muy sospechoso es el hecho de que hayan sido los partidos “de izquierda”, señaladamente el PRD de los llamados “Chuchos”, el que primero lo haya subido a la palestra, so pretexto del fallo ya inatacable del Tribunal Electoral.
Tal no extraña. Esa “tribu” perredista juega siempre a favor de los intereses que no son los que dice representar.
El hecho, en fin, es que no son pocos los medios de comunicación y el mismo PRI –al que ese perredismo le hace un inmenso favor-- los que actúan como instrumentos de intoxicación, apelando sólo a sentimientos y pasiones que –esos sí-- pueden contribuir a que el cauce de la vida democrática se desborde.
Todo ello al tiempo que la derecha ampliamente derrotada –el ocupante de Los Pinos a la cabeza-- intenta mantener alimentadas las cenizas del miedo cuya hoguera azuzó en el 2006, como punta de lanza de la destrucción de la nación y hasta del propio sistema democrático. ¡Pamplinas!, dijera mi abuela.
Lo cierto es que en periodos electorales todo se agudiza, pero la confrontación entre los partidos políticos no se percibe de igual manera por la ciudadanía en las calles y en el trabajo. Nuestra sociedad está mucho menos enfrentada y fragmentada que lo que esos ciertos medios azuzan. En todo caso, es una porción mínima del conjunto social, la que está informada, la que se mantiene enojada y en muchos casos hasta frustrada por leer, escuchar y ver noticias y comentarios que son manipulados.
Un ejemplo. Por ir en el vehículo, escuché hace un par de días a dos “comentólogos” muy de moda, el señor Zuckerman y la señora Casar –ambos con entorchados adquiridos en el extranjero--, culpar de la agitación social que personalmente no veo por ningún lado, a los seguidores (casi 16 millones de votantes) del señor López Obrador, cuando son los dislates del IFE y aún del Tribunal Electoral, los que agitan el cotarro.
Una alegoría podría aplicarse: tales acuerdos de las instancias electorales son el explosivo. El enojo que estas provocan, pues ofenden la inteligencia de los informados, apenas el cerillo con el que un fumador enciende su cigarrillo.
La génesis de la violencia (im)posible, pues, no está en la sociedad. Está en las instancias que, dicen, para gobernarnos nos dimos nosotros mismos.
En todo caso, es la política, la pésima política que existe ahora, la original responsable de cualquier algarada, tumulto o revuelta. Porque, teóricamente, la política organiza el poder, le otorga forma dentro de los parámetros del Estado y da viabilidad a un proyecto socio-económico de clase. Y en este marco, la violencia es parte activa de la estructura social, no es sólo un instrumento o medio de lucha, sino sobre todo un modo de conflicto. Del permanente conflicto en el que a diario nos desenvolvemos.
Leo y coincido: “El principal organizador y concentrador de la violencia estructural es el Estado, de manera que cualquier intento por legitimar y justificar la violencia ejercida por la clase en el poder, pasa por legitimar el Estado. El objetivo básico que se persigue es despolitizar, desideologizar y neutralizar el Estado, presentarlo como el sintetizador del ‘bien común’ –o de la justicia social, ahora que el PRI regresa al poder presidencial-- y garante de la ‘ley y el orden’. Para ello es imperativo la imposición de una visión histórica de la naturaleza humana, la sociedad y elaborando, simultáneamente, conceptos abstractos de nación, interés nacional, estabilidad y paz social.”
No creo en el estallido social. No hay condiciones. Y aunque causas sobren, haya banderas, no hay liderazgos ni, tampoco, organización.
Sí comparto, en cambio la visión del neodiputado federal sinaloense Heriberto Galindo quien, en reciente entrevista para un medio de su entidad, lamentó “la posibilidad de que el relevo presidencial del próximo primero de diciembre ocurra en condiciones traumáticas. No piensa en una movilización izquierdista ni en un bloqueo en el Poder Legislativo, sino en una realidad que puede conducirnos a una situación problemática: el deterioro de condiciones indispensables como la seguridad pública y el control de la economía, donde el alza de los precios parece sacar de sus certezas a la clase gobernante, y de sus posibilidades a la población en general…”
¿Y usted cree que sea posible un estallido social?
Francisco Rodríguez - Opinión EMET
 

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