La ‘reprivatización’ petrolera en el centro de una crisis política
jueves 3 de mayo de 2012
Marcelo Ramal (especial para ARGENPRESS.info)
Según
firma un editorialista de La Nación, los reportes de las filiales
argentinas de bancos internacionales “aseguran que el viceministro
Kicilloff les dio mensajes tranquilizadores. Que las expropiaciones no
irán más allá y que la intención es cumplir con los compromisos
financieros” (28/4).
Al
asegurar que “cumplirá con compromisos financieros”, el gobierno asume
como propia la deuda de 9.000 millones de dólares que dejó Repsol, a los
que se suman los casi 2.000 de ‘deuda flotante’ -compromisos con
proveedores, de pago casi inmediato. Entre 2008 y 2011, la deuda externa
de YPF se triplicó, en coincidencia con el período de mayor
desinversión de la compañía. Un vaciamiento típico por medio de
autopréstamos, el cual fue autorizado por el gobierno. Ahora el Estado
se hace cargo de esos compromisos fraudulentos. La demanda que Repsol
impondrá en los tribunales extranjeros y en el Ciadi, el tribunal del
Banco Mundial, pone de manifiesto que Argentina sigue aceptando la
jurisdicción extranjera para litigios en el país. Esto alcanza para
definir el status semi-colonial de la gestión kirchnerista. El
kirchnerismo nunca denunció los acuerdos inconstitucionales que someten
al país a tribunales de jurisdicciones externas.
Un vaciamiento después de otro
Crecen
las versiones de que el gobierno estaría considerando ‘expropiar’ las
acciones del grupo Ezkenazi -precisamente lo que reclaman los que
critican la expropiación ‘discriminatoria’ de Repsol. Pero en ese caso,
‘estatizaría’ también la deuda de los Ezkenazi con un conjunto de bancos
internacionales y la propia Repsol, por otros 2.900 millones de
dólares. La justificación para este despropósito “es ofrecer después ese
paquete a una o varias compañías extranjeras” (La Nación, 29/4).
Reconocer la deuda de los Eskenazi implica una revalorización del
capital accionario de YPF -si 2.900 millones vale la cuarta parte, el
ciento por ciento a expropiar sería de 12 mil millones de dólares, por
lo que la mitad de Repsol subiría a 6 mil millones.
El
gobierno necesita una recuperación inmediata de la producción de
petróleo y de gas. Para eso reflotaría un plan que ya había diseñado
Repsol (Héctor Giuliano, en Argenpress, 25/4): conceder el 30% de los
pozos relagados a Exxon, Total y Petrobras. Para ello, debería aumentar
la remuneración en boca de pozo (los programas “petróleo y gas plus”) y
traspasar ese aumento a los precios de surtidor y a la industria
petroquímica. Por el lado que se la mire, la reprivatización está atada a
un tarifazo.
Crisis política
La
intervención de YPF es un recurso de última ante el desmoronamiento
energético y la incapacidad de Repsol para levantar el muerto. Ese
derrumbe tiene alcances más amplios, como ya se insinúa en Edenor con
otro vaciador ‘amigo’, el empresario Mindlin. Todo el sistema de
privatizaciones menemistas, al cual los K han intentado rescatar con
subsidios, se encuentra en bancarrota -además del propio Estado, que
gastó los recursos del fisco en esos subsidios. Estamos en las vísperas
de un manotazo eléctrico.
La
crisis energética ha creado también una crisis en la tentativa de las
provincias de financiar sus déficits fiscales con deuda extranjera. Los
empréstitos con el exterior que tramitaban más de diez provincias han
debido suspenderse por la suba de la tasa de interés internacional para
la deuda de Argentina. El escenario de las cuasimonedas -los ‘patacones’
o ‘lecops’ que precedieron a la crisis de 2001- comienza a sonar en
varias provincias y municipios. No habrá una transición indolora a la
fundición del ‘modelo’. El Congreso no está votando la expropiación
parcial de YPF, sino firmando un cheque en blanco.
La
crisis energética tiene dimensiones que superan las soluciones aisladas
(y mucho más las capitalistas): reclama una reorganización del país
sobre bases anticapitalistas.
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