YPF: Escenario global y guerras por los recursos
jueves 3 de mayo de 2012
En
un escenario internacional inestable y conflictivo definido por el
agotamiento de los recursos no renovables, una petrolera pública y
fuerte sería una herramienta estratégica a la altura de los desafíos
actuales.
Sebastián Zurutuza (INFOSUR)
La
decisión del gobierno de impulsar la nacionalización de YPF es una
medida de alto impacto que encontró amplio apoyo en la mayoría de los
sectores y representaciones populares, incluyendo a los opositores. Sin
eibargo, y más allá de celebrarse la medida, nada exime de
responsabilidad a los actuales funcionarios involucrados en el remate y
la entrega de los recursos nacionales ocurrida mediante el vaciamiento
neoliberal y desde hace veinte años.
Y
existen dudas sobre la situación de YPF. Cabe preguntarse cuales serán
los efectos internacionales de la expropiación de la mayoría accionaria
perteneciente a REPSOL, cual será la forma de financiar la actividad de
la empresa, quienes serán los nuevos socios del Estado, que pasará con
los actores privados que aún integran YPF -el grupo Petersen con el 25% y
la misma REPSOL con casi el 7% de las acciones-, como se ejecutará el
contralor, como será la dinámica de una gestión que incluye a
funcionarios responsables de la desastrosa situación energética que
obliga a importar ingentes volúmenes de petróleo y gas.
En
sentido más amplio hay que preguntarse que se hará con el estratégico
sector de hidrocarburos, que en más de un 60% continúa completamente
desregulado y en manos de capitales privados. Esto es parte del frente
interno, del debate necesario y de los profundos ajustes que la
nacionalización de YPF y toda la política energética nacional hoy
demandan. Un debate pendiente cuyos resultados tendrán efectos en el
largo plazo porque hacen a la viabilidad y proyección de nuestro país.
El
escenario externo, que es objeto de estas líneas, es donde se juega la
mayor correlación de fuerzas. Hay que echar una sucinta mirada a las
connotaciones geoestratégicas que supone la nacionalización de YPF, más
allá de las limitaciones del proyecto oficialista.
El
escenario mundial está convulsionado y en plena transición hacia un
período multipolar. Diversos actores con influencia global, regional y
local surgen en la periferia del espacio Euro-angloamericano y comienzan
a cuestionar, en diversos grados y formas, a su predominio: China,
Rusia, India, Brasil, Purquía e Irán, entre otros. Sus agendas comienzan
diverger con los intereses de Estados Unidos y de sus aliados más
próximos. Se suma a esto el agotamiento palpable de los recursos no
renovables mientras que una “geopolítica de los recursos” deviene en
marco teórico de los próximos conflictos. No es casual que entre los
países mencionados existan amplios y vitales acuerdos de cooperación
energética.
Las
hipótesis de conflicto basadas en reclamos territoriales y en
enfrentamientos de índole ideológica, cultural e incluso étnica
traslucen mayormente su verdadera esencia: el acceso, control y la
disposición de los recursos estratégicos y críticos. De minerales a
alimentos; del agua al petróleo y así podemos recorrer una larga lista.
Las potencias emergentes demandan cada vez más insumos para nutrir a sus
pujantes producciones, con el objeto de expandir sus economías y
posicionarse mejor en el sistema internacional. El petróleo, como quedó
demostrado desde la guerra del Iom Kippur (1973), posee valor
estratégico ya que sostiene a gran parte del esquema productivo global.
Actualmente
el planeta utiliza cerca de 85 millones de barriles de crudo por día,
con una tendencia al incremento que llegaría –al ritmo actual- a la
cifra de 100 millones para el año 2030. Considerado un commodity, el
petróleo se transforma en elemento central al momento de la elaboración
de las concepciones estratégicas de los Estados así como de la
definición de sus intereses. En la última década del siglo XX e inicios
del actual, los principales conflictos internacionales se produjeron con
un telón de fondo hidrocarburífero: las tres intervenciones contra Irak
(1991, 1998 y 2003), el golpe contra Hugo Chávez en Venezuela (2001),
las operaciones imperiales contra Al-Qaeda en el Cáucaso Oriental y
Medio Oriente (2001 a la fecha) en zonas pródigas en petróleo y gas,
hasta el recalentamiento actual de la disputa por soberanía entre
nuestro país y el Reino Unido sobre las Islas del Atlántico Sur.
Evidentemente, las potencias centrales imperialistas y colonialistas, se
ven afectadas por ser vulnerables ante la escasez de recursos
estratégicos no renovables y deciden emplear la opción militar. Algo muy
propio de los poderes en declinación, como enseña la Historia.
La
mayoría de los Estados que en algún período de las últimas décadas
privatizaron su petróleo, luego volvieron a colocarlo bajo control
estatal o con fuerte injerencia del Estado para garantizar el acceso a
ese recurso. A excepción, eso sí, de la Argentina.
Y
aquellos que lo mantuvieron bajo dominio público o semipúblico,
conciben y aplican concretas políticas de resguardo: Brasil, por
ejemplo, está decidido a proteger su enorme riqueza offshore aumentando
su capacidad militar naval de superficie y submarina, al tiempo que
observa atentamente los movimientos de la IV Flota de Estados Unidos y
la evolución de la actividad petrolera ilegal en nuestras Malvinas por
parte de los intereses británicos, respaldados militarmente por el reino
usurpador. Huelga decir que las principales hipótesis de conflicto y
guerra retenidas por el gobierno Bolivariano de Venezuela se vinculan
con el petróleo. Hay que tener en cuenta que la región latinoamericana
representa el 17,3% de las reservas comprobadas de crudo a nivel mundial
y que 3 de cada 10 barriles se produce offshore. En esta perspectiva
global y profunda debe ser puesta la recuperación de YPF para avanzar
hacia un control total por parte del sector público. Porque una
petrolera estatal es una herramienta estratégica en el actual escenario.
Por
ello, no es gratuita la actitud prepotente de la Unión Europea en su
condena a la Argentina mediante las recientes declaraciones de la
Baronesa británica Catherine Ashton, Alto Representante Europeo para los
Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad y del Vicepresidente de la
Comisión Europea de Industria, Antonio Tajani, como tampoco de la
resolución del Europarlamento y su respaldo al gobierno español. El
bloque europeo tiene sus enormes asimetrías, que no obsta a que 458
eurodiputados desde socialdemócratas a conservadores y liberales se
hayan referido en durísimos términos contra nuestro país, amenazando con
que “todas las opciones están siendo analizadas”, con la excepción
honrosa aunque minoritaria del Bloque Verde Europeo – Alianza Libre
Europea que se expresó a favor de respetar las decisiones soberanas
argentinas.
Como
bloque regional, la UE comienza a jugar fuerte en un marco de
competencia internacional intentando maximizar sus ganancias y conjurar a
lo que se le oponga. En este caso reacciona en contra de las decisiones
soberanas de nuestro país, quebrando –paradójicamente- el muy europeo y
westfaliano principio de soberanía, solidificado desde 1648 y
convertido en pilar del Derecho Internacional. El asunto YPF muestra una
cierta tendencia europea de adoptar la idea del Grossraum –un “gran
espacio” territorial hegemónico- para asegurar sus intereses
prioritarios: defender a REPSOL como empresa europea/española, propiciar
la invasión y destrucción de Libia (país petrolero y abastecedor),
mantener su injerencia en el Medio Oriente, también petrolero, y
proponer la “europeización” de la base militar británica en Malvinas,
rodeada de una inmensa riqueza hidrocarburífera. La vieja geopolítica
con fines imperiales se entrelaza peligrosamente con la actual
geopolítica de los recursos. La Europa liberal defiende a REPSOL y apaña
el expolio petrolero en Malvinas.
Pese
a sus fallas, sospechas, incertidumbres y nombres vinculados a
políticas antipatrióticas, la nacionalización de YPF al menos pone en
agenda la necesidad de pensar el fortalecimiento del rol estatal en una
dirección soberana. E interpela para construir una política real y
estratégica en materia energética, a la altura de los desafíos globales.
Un mundo en conflicto y en guerra por los recursos obliga a las
dirigencias a ser responsables en una perspectiva de largo plazo, desde
ahora y sin retraso. Hay mucho que perder y de ello depende la
proyección de nuestra Patria y de nuestro Continente.
Sebastián Zurutuza, Asesor legislativo del Bloque Proyecto Sur.
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